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una inmensa suerte

El niño tiene la inmensa suerte de vivir en un edificio galardonado con numerosos premios de arquitectura, algunos de ellos a nivel mundial. Al menos eso afirma con orgullo la placa de bronce ubicada en una de las columnas a la entrada.

Las placas de bronce, ya se sabe, son incapaces de mentir.

Es algo que su madre recuerda casi a diario, no sabes la suerte que tienes, afirma mientras aparca en doble fila el enorme coche familiar ante la entrada del colegio, no sabes la suerte que tienes de vivir en un edificio así de importante. Cada vez que repite esa frase asiente ligeramente con la cabeza como intentando reafirmar la veracidad de sus palabras. Una vez dicha la frase, siempre el mismo ritual, comprueba su aspecto en el espejo retrovisor y se gira en el asiento del conductor para dar un beso al niño que es casi una caricia llena de aire, sin apenas contacto. No quiere estropear con un beso el maquillaje aplicado con tanta dedicación y que encaja perfectamente con la ropa elegida, con el peinado… con la imagen que quiere dar ante un mundo que siempre imagina pendiente de todos sus actos, como un crítico cinematográfico obsesionado con la nueva estrella de la pantalla.

Desde la ventana del edificio galardonado sus padres le dijeron una vez que esa superficie plateada e iridiscente que se veía al fondo era el mar, un océano infinito lleno de arena y agua. Pero el niño, tras muchos cálculos y pruebas en el ordenador, empezaba a sospechar que esa superficie brillante eran los centenares de coches que pacían dócilmente en el enorme aparcamiento del centro comercial. El mismo donde el niño y sus padres pasan las tardes de los fines de semana sin otro propósito que el de pasear, ver cosas y quejarse del mundo en general arrullados por la dulce megafonía de los altavoces.

No era la primera vez que los padres mentían al niño, pero ese falso mar será lo que siempre recordará como la primera mentira. La más dolorosa, presente siempre entre sus recuerdos más felices como una esquirla de dolor que trae de la mano, como una lenta procesión de difuntos, el resto de pequeñas y grandes mentiras que han rodeado su vida.

La vida, el niño pronto lo comprenderá, nos modela a través de los golpes recibidos, los grandes golpes, los que puedes cartografiar en un lugar y una hora precisos y que te cambian de forma abrupta pero, por encima de todo, son los pequeños golpes los que nos transforman, los que apenas se hacen notar pero cambian algo en tu interior. Abren una grieta, una ligera fisura por la que parece escaparse el amor, el talento, los ideales, todas esas cosas de las que somos ricos siendo niños y que, una vez perdidas, te acaban convirtiendo en ese adulto resentido y taciturno dueño de una especie de falsa sabiduría que nunca lleva a la felicidad.

El niño, convertido ya en un hombre, se asoma a la ventana de su pequeño apartamento de la periferia y recibe vaharadas de calor llegando desde el asfalto aún caliente. Si cierra los ojos, si deja de pensar, cree soñar por un momento que el murmullo de los coches es el sordo latido del mar.

Se acuerda entonces de ellos, de sus padres y de aquel edificio del que tan orgullosos se sentían. Todos convertidos ya en fantasmas, todo parte de ese derribo constante que es la vida, dan igual los premios, no importan los galardones, todo desemboca en el mismo mar que nos ahoga con indiferencia.

29 Comments

  • mag

    La fachada puede ser más bonita o menos, pero lo que habita dentro ha de latir y en ese edificio, no latía nada, salvo la apariencia, la superficialidad y el puro aburrimiento. No hay mayor premio que la capacidad de poder vivir y ser un poco feliz, aunque no veas la playa, pero puedas salir a dar un paseo bajo las sombras de los árboles y convivir con otras personas.
    Este niño estaba dentro de un cascarón, más solo que la una.
    Mil gracias por este relato de realidad, Beau.
    Un besote grande.

  • gabiliante

    yo conozco ese edificio. la entrada tiene una puerta giratoria como de un hotel de película. Y tiene un detector que si no eres merecedor de habitaron o no tienes la suerte suficiente, no te deja salir de la rotación y quedas atrapado para siempre.
    El niño también tuvo la suerte, aunque, aunque su madre no se lo recordará, de haber sufrido la mentira del centro comercial, gracias a la cual, ahora cerrando los ojos puede disfrutar del mar.
    y que me dices de la mentira de los Reyes con mayúscula? esa no es de esas pequeñas que mencionas. Es el fin de la infancia.
    abrazoo

  • José A. García

    Todos los niños tiene más o menos suerte, en una relación aritmética a cómo la perderán cuando crezcan. Así, quienes más suerte tienen son los que más la perderán y quienes menos suerte tenían de niños apenas sí se darán cuenta de la diferencia al crecer. Pero no por eso evitarán la melancolía.

    Saludos,
    J.

  • Anonymous

    Al menos le quedo esa sensación de que era capaz de sentir el mar, solo con desearlo.

  • Beauséant

    Esa es justo la idea que quería transmitir, MAG, gracias… Veo muchos niños en las ciudades que apenas pisan la calle porque se ha convertido en un elemento hostil. Van a todas partes llevados por sus padres y todos los juegos son organizados en sitios cerrados. Es como si hubiesen reducido su mundo a una porción muy pequeña…

    Mi mayor decepción, bien es cierto que no fue una mentira, GABILIANTE, fue descubrir la mortalidad de mis padres, ese día sí lo recuerdo. Lo de los Reyes y demás, la verdad es que no lo recuerdo, quizás son de esas cosas que llegan y simplemente confirman algo que ya sabías, no lo sé… Tuve suerte de no pasar por la puerta, seguro que no hubiese podido escapar.

    Es una buena teoría, JOSÉ A. GARCÍA, digamos que unos ya se preparan para lo que encontrarán y otros se dan de bruces con ello… pero es cierto, de la melancolía no se puede escapar, pero al menos los segundos habrán disfrutado de un tregua, ¿verdad?

    Lo de malo de esas miguitas de mar que tira nuestra memoria, ALFRED, es que no hay forma de detenerlas donde queramos. Vamos recordando y unos recuerdos tiran de otros, la larga cadena de difuntos, y no todos los recuerdos son agradables ni dignos de ser recordado…

  • Digo

    Bueno, seamos optimistas, Beauséant. Al menos, hasta los 6 años hemos sido inocentes, puros y auténticos. Los Reyes Magos existían, y el ratoncito Pérez, y la cigüeña; y, en mi caso, la luna de septiembre, allá en el cortijo de mi abuelo, que nos lanzaba desde su cielo oscuro una lluvia de caramelos. El recuerdo de esas ilusiones perdura, al menos en mí, aunque el tiempo se ha encargado luego de sustituirlas por desilusiones, decepciones y estacazos en la cabeza.

  • José Luis

    El problema principal es que hemos huído de lo natural para someternos a lo artificial, y esos sueños se han creado de manera impostada, luego esos sueños se caen por su propia gravedad.
    Los niños representanla inocencia, y ese falso mar la pérdida de la misma.
    En todo caso, un buen post para reflexionar entre viviy “tener”.
    Saludos Beauséant.

  • Toro Salvaje

    Tuve la inmensa suerte de disfrutar de una infancia en la calle.
    Partidos de fútbol hasta las diez de la noche,.. peleas, juegos, mil cosas… desde carreras de bicis por calles sin coches hasta fabricar pólvora para la noche de San Juan.
    Y tuve la inmensa suerte de veranos en el pueblo de mis abuelos… con caballos, ovejas, y hasta toros… pecar cangrejos en el río por la noche con linterna y rateles… bah… qué suerte tuvimos los niños de mi generación.
    Ahora van de pantalla en pantalla… pronto nacerán con gafas… y tan protegidos que parece que vivan dentro de urnas.

    Saludos.

  • Toro Salvaje

    Tuve la inmensa suerte de disfrutar de una infancia en la calle.
    Partidos de fútbol hasta las diez de la noche,.. peleas, juegos, mil cosas… desde carreras de bicis por calles sin coches hasta fabricar pólvora para la noche de San Juan.
    Y tuve la inmensa suerte de veranos en el pueblo de mis abuelos… con caballos, ovejas, y hasta toros… pescar cangrejos en el río por la noche con linterna y rateles… bah… qué suerte tuvimos los niños de mi generación.
    Ahora van de pantalla en pantalla… pronto nacerán con gafas… y tan protegidos que parece que vivan dentro de urnas.

    Saludos.

  • elrefugiodelasceta

    Ah esas mentiras piadosas y despiadadas que joden el resto de la existencia. Los padres que transmiten a los hijos sus propias mierdas y así sucesivamente hasta el infinito… Qué suerte la de vivir en un edificio con plaquita, sí.

  • tonYerik

    No se si se habrá perdido el comentario, pero tampoco importa mucho. No era tan importante.

    En fin, que como decía al final;

    El que no se conforma es porque no quiere.

    Al menos fuimos afortunados de ver todas esas cosas.

  • Mucha de la Torre

    Una maravillosa historia- Una foto increíble -Te siento bien con vos.
    te dejo un abrazo

  • María

    No sé si la fotografía lo pretendía o fue inconsciente, pero es verdad que hace sentir a este niño ahí, aun más solo, indefenso y chiquitín en la inmensidad de ese edificio, de lo que pueda ser. .. si fue tu intención ¡chapeau! ; ) Los niños lo que necesitan es seguridad, no material, afectiva. En realidad me asombra comprobar cómo muchos padres olvidan que lo que de verdad necesitan sus hijos es su compañía, no mil regalos, maquinitas y grandes edificios de los que sentirte afortunado por vivir, un abrazo a tiempo, una sonrisa, una palabra, jugar con ellos… no sé, un poco de calor fraterno, eso que parece hoy es tan escaso porque como para muchas otras cosas esenciales, parece nunca hay tiempo. Va a sonar un poco a burrada pero lo pienso de verdad, los niños, como los perros necesitan sobre todo tres cosas, cariño, líneas rojas y campo jajaja he tenido siempre las dos cosas cerca y meencantan, por eso lo sé. El mejor palacio siempre será peor que un buen campo donde correr, jugar y respirar aire puro, se nota muchísimo los niños y los perros que viven encerrados entre cuatro paredes, es como que se les roba la alegría de vivir y no hay nada más triste que robarle a un niño la alegría. En fin, siento mucho que a este niño le haya tocado una mamá tan poco mamá. Si hay algo que recuerdo como delicioso es cuando mis hijos me guarreaban entera, o yo con ellos, que a veces parecía peor que ellos, o cuando mis perros me tiran al suelo de la emoción emocionante que les entra jaja que parezco una mujer maltratada de la de moratones que siempre tengo porque encima, al ser mastines, es como que te cae un tren encima jaja pero eso es síntoma de vida y a mi me encanta sentirla. En fin, mi querido BEAU, un poco triste, porque encima tu historia termina con el niño ya grande encerrado en otro piso, viendo otro mar de metal y ruedas, ojalá se libere y vuele al mar azul de verdad y tú tb ; )

    Un beso grande!

  • Beauséant

    Seis años, DIEGO, sí, es posible que a esa edad las cosas empiecen a ir cuesta abajo 🙂 Me ha llamado mucho la atención lo de la luna de septiembre, si añades algo más te lo agradecería mucho, me interesan mucho esas tradiciones. En mi caso he tenido mala o buena suerte, no recuerdo casi nada de mi infancia, mis padres siempre dicen que parece que he venido del orfanato… En el fondo creo que es bueno, la verdad, no tengo contra qué comparar.

    JOSE LUIS, me ha parecido muy interesante esta frase: “Los niños representan la inocencia, y ese falso mar la pérdida de la misma.” de una manera casi inconsciente es lo que intentaba transmitir. Supongo que al final todos los sueños acaban siendo un poco artificiales, ¿no te parece? Los adaptamos, los modificamos para hacerlos más cercanos. De lo contrario, no sé, siempre estarían demasiado lejos.

    No soy de idealizar las generaciones anteriores, TORO SALVAJE, pero me resulta complicado no pensar algo así. Hemos convertido las calles, en especial en las ciudades, en un territorio hostil. La vida de los niños ha sido acotada hasta límites preocupantes y es inevitable pensar que se han perdido algo importante. Esa parte en la que vives un poco a tu aire, te enfrentas a cosas y te aburres, sí, aburrirse es muy importante en la vida. Del aburrimiento salen cosas maravillosas.

    La mierda de los padres, para los hijos, elrefugiodelasceta. De una forma u otra suele ser así, sus frustraciones, lo que no pudo ser, el tipo de vida que le habría gustado tener, o que cree que le habría gustado tener, impuesta a sus hijos… Desde fuera es fácil darse cuenta, supongo que al tener hijos la forma de verlo cambia…

    Lo siento, tonYerik, en la carpeta de SPAM no me han dejado nada tampoco, me quedaré con ganas de leer el comentario entero, por el fin intuyo el contenido, sí. Tuvimos suerte, fuimos felices y no lo sabíamos… no sabes que eras feliz hasta que dejas de serlo, ya me dirás para qué sirve entonces saberlo.

    Me alegra que alguien se sienta bien conmigo, Mucha de la Torre, hay días que todo parece un pequeño agujero negro que se lleva toda la energía.

    La fotografía, María, vaya pregunta 🙂 Es una casualidad buscada, no soy de planificar mucho las cosas, me pongo, decido lo que me gustaría tener en la foto y espero un rato para ver si sale, pero no suelo forzar las cosas. Vi el edificio, iba con una lente no muy apañada y di vueltas hasta tener la foto sin el niño, me faltaba algo, algo que me diese la escala. Me fui, volví y encontré al niño con su hermano, dos figuras para esa foto no me servían, espere otro rato, el hermano me vio se asustó y fue a llamar sus padres, hice la foto que quería y salí corriendo 🙂
    No me suena a burrada nada de lo que has dicho, creo que así deberían ser todas las infancias. Ahora parece que los arrojamos a la vida adulta casi a trompicones.. he visto a muchos chavales hacer la selectividad este año (como se llame ahora), era horrible verles decidiendo su futuro a esas edades, haciendo cuentas con las notas medias, viendo como un fracaso la falta de un décima… me pareció algo horrible porque, además, llevan años en ese proceso de elegir asignaturas, de mejorar la nota media… Nos hemos vuelto de una competitivdad salvaje, todo parece necesita tener una explicación, algo que se pueda convertir de alguna manera en dinero, el puto dinero, el puto éxito… Un niño que crece con animales es, para mi, un alma más libre y sensible… cariño, líneas rojas y campo… con eso algunos te montan un sistema educativo de esos privados que no veas 🙂
    Un abrazo enorme y gracias, siempre gracias.

  • Milena

    Tu texto me lleva a la canción Anthem de Leonard Cohen
    (https://www.youtube.com/watch?v=c8-BT6y_wYg)
    dice : Ring the bells that still can ring Forget your perfect offering There is a crack in everything That’s how the light gets in… A menudo al leer un texto me viene una canción a la cabeza, aunque en principio no tenga mucho que ver… como sinestesia
    Ojalá todas las infancias fuesen idílicas… y la verdad no sé, no tengo idea si eso prepara más y mejor para lo que va llegando luego… yo no la tuve.
    Salud

  • Cabrónidas

    Tener un balcón desde el cual asomarse, hoy en día es casi un lujo. Puesto a aventurar, el chaval tiene suerte sí o sí, sólo que aún no lo sabe. Yo también me asomo mucho al balcón. Desde esa posición ves cosas que se te escapan a pie de calle.

  • Doctor Krapp

    Lo mejor de la infancia es que no tienes tiempo para las monsergas y sigues a tu bola, digan lo que te digan tus mayores. Eso no es inocencia, eso es no querer implicarse en las trampas del mundo, no dejarse enredar por ellas. Luego de adulto las necesitas, porque sin trampas ni engaños, no te puedes relacionar con el mundo.
    Saludos

  • Beauséant

    Hay una grieta en todas partes, así es como entra la luz…. no hay forma mejor de empezar esa canción, MILENA,… yo suelo escuchar música en mi cabeza todo el rato, al leer y al escribir y esta podría haber estado ahí sin ningún problema. Las infancias felices muchas veces son invenciones que ponemos a posteriori para no hacernos muchas preguntas, ¿no te parece?

    Me ha parecido mágica la historia, DIEG.O, gracias por compartirla. Hay seres humanos que nos hicieron mejores personas con su sola presencia, ¿verdad?

    Esa es la otra vertiente de la historia, CABRÓNIDAS, gracias por traerla. Que lo mismo la madre y su mundo un poco artificial tenían razón. Que de todas las posibilidades de mierda que hay en el mundo, el niño tenía una vida acomodada y un balcón desde el que contemplar la vida, pero siempre de lejos, claro, porque la vida de cerca da miedo o es fea…

    No recuerdo casi nada de mi infancia, DOCTOR KRAPP, pero creo que siempre me tomé demasiado en serio a los adultos. Cuando comprendí que no tenían ni idea de nada, que improvisaban todo el rato y que sus perlas de sabiduría estaban huecas, era demasiado tarde, me había convertido en un adulto yo también…

  • Nino Ortea

    Hola, Beauséant:
    Gracias por tu texto. Hacía tiempo que una lectura no me emocionaba tanto.
    Al principio creí encontrarme ante una narración distópica con ecos de la novela de JG Ballard «Rascacielos» (casi todo lo bueno que leo me evoca a Ballard, Fowles o Marías). Pero no, disfruté de una evocación con una narrativa limpia y una expresividad pausada que me llevaron al Javier Marías de «Salvajes y sentimentales».
    Es una inmensa suerte el leerte.
    Un abrazo, Beauséant.

  • Angeles

    Me encanta la “caricia llena de aire” y el falso mar que forman los coches aparcados. Dos imágenes puramente literarias.

    En cuanto al contenido, los adultos frívolos, superficiales, creen que los niños no se enteran de nada, que se les puede engañar fácilmente. Eso es negativo, claro, porque los toman por tontitos, como si la inocencia estuviese reñida con la inteligencia o la sensibilidad, y no hacen caso a sus sentimientos, a sus necesidades emocionales. Creen que con darles lo material ya está el niño satisfecho. Pero por otro lado, es positivo, porque el niño, que se da cuenta de mucho más de lo que creen los adultos, tiene la ventaja de saber cosas sin que los mayores sepan que las saben.

    Tu texto, como siempre, dando que pensar 😉
    Saludos.

  • maria

    Leerlo me recuerda otras instancias de la adolescencia, mis compañeras algunas Vivían estas absurdas vidas sin comprender el por qué, sus padre no sabían nada más que impresionar a los amigos, olvidando las propias vidas, de sus hijos. Excelente historia.
    Abrazo

  • Beauséant

    Me has puesto al lado de personas muy grandes, Nino Ortea, ni de puntillas llegaría a poder mancharles la corbata, pero te lo agradezco inmensamente. Soy fan de las distopias y la foto y la historia bien podrían haberlo sido, pero el niño me hizo ir por otro lado… gracias, de verdad.

    Debe ser complicado encontrar el punto medio, Ángeles, por un lado no se les debe engañar y menos de una manera tan burda y, por el otro, no son del todo responsables de sus actos ni todo se puede razonar con ellos. Pero es verdad, las mentiras burdas, el ocultar la realidad para no hacerles daño.. creo que esas cosas conviene evitarlas, hacen más mal que bien. Y es extraño, porque a las personas ancianas las tratamos de forma parecida, ¿verdad? Nacemos siendo niños y morimos siendo tratados otra vez como niños…
    Por cierto, ya he localizado a Fitzcarraldo, ya te contaré 🙂

    Hay una extraña competencia entre los adultos, es verdad, maria, se reúnen y parece que tienen que empezar a venderte una versión perfecta de sus vidas. Convierten las desgracias en oportunidades, nunca les va mal en el trabajo, los hijos nunca suspenden por zoquetes… supongo que los niños deben contemplar esas conversaciones horrorizados hasta que se acostumbran y empiezan a hacerlo también.

    La indiferencia, Citu, así es, cuando dejas de ver a personas como tú y ves rivales, competidores, las cosas se despeñan sin remedio… un abrazo enorme.

  • अनत्ता 光 心

    Hay cosas muy tristes. “Cosas”… maneras de pensar, de vivir, de sentir, también de educar. Tristes, decepcionantes y deprimentes. Y a mi entender, unos cuantos adjetivos más.
    Estoy seguro de que la mayoría de los que hemos comentado aquí no hemos vivido una infancia felicísima, bucólica, ideal, plena, maravillosa… Ya te puedo asegurar que no ha sido mi caso. Dolor, tristeza, traumas, soledad, relaciones difíciles con mis padres… aunque no puedo decir que no nos quisieran. Así son las cosas. O intentas sobreponerte o te vas lamentando y llorando el resto de tu vida. Y culpando al entorno, el pasado, etc.
    Hoy me he tropezado con un comentario en otro blog, sobre un tema que nada tiene que ver. Aclaro por tanto que no lo he escrito yo, pero creo que es la respuesta perfecta a la historia (y el tono, etc.) que expones aquí. Es esto…
    Sartre decía:” Somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros”, haciendo alusión a que no podemos estar toda la vida siendo victimas de nuestra educación, de nuestras influencias culturales, del mal entorno en el que crecimos, etc., etc. Una vez que “despertamos” debemos asumir la responsabilidad, ya no valen excusas.

  • Beauséant

    Esa frase resume casi todo lo que quería decir en el texto, अनत्ता 光 心, nos dan las cartas al azar, no nos explican las reglas y tienes que hacer las cosas lo mejor que puedas. No sirve buscar excusas, no puedes quedarte en un rincón diciendo que no es justo, toca salir y hacer lo que puedas con lo que tengas… no sé, a veces funciona, no siempre, casi nunca funciona del todo, pero a veces todo parece ir bien y eso es maravilloso…
    Leí mucho a Sartre hace años, creo que nunca lo entendí bien, pero era extraño, lo seguía leyendo porque a veces creía entenderlo, como esos coches viejos que parecen a punto de arrancar y vuelven a morirse, ya sabes.

    Un abrazo.

  • UNA _Vida_Mundana

    Siempre he pensado en Beauséant como fotógrafo. Y que las historias que adjuntas a tus imágenes están ahí para acompañarlas. Aún me estoy poniendo al día en las últimas entradas después de mi ausencia estos meses, pero he encontrado esta entrada excepcional en la que el texto es tan poderoso que ha relegado a la foto, sin menospreciar a ésta, a un segundo plano.

  • Beauséant

    El que me veas en esa faceta es algo que me hincha como un globito de puro placer, gracias, para mi la fotografía es algo muy importante, diría vital de no sonar demasiado intensito 🙂 Me alegra encontrarme contigo de vuelta, cada vez que alguien de este pequeño círculo desaparece siempre me preocupo un poco así que quita un peso de encima volver a leerte … y gracias también por tus palabras, era una historia que me apetecía contar…

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