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LaGranHistoria ™

LaGranHistoria (tm)
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Mi jefe se busca en los bolsillos de la americana hasta encontrar un puñado de papeles arrugados. Son los mismos folios que llevamos viendo desde hace años y que, como en un truco de magia gastado y fácil, saca a relucir cada vez que jubilan a alguien.

Lo única tarea que le resta a mi jefe ahora es tratar de recordar el nombre de la víctima para rellenar los huecos entre el resto de frases que lleva siglos repitiendo. No sería difícil si se hubiese molestado en aprender nuestros nombres.

El resto de nosotros nos movemos brownianos por el gran salón, haciendo y deshaciendo grupos por puro azar, y en cada uno de esos grupos a los que me acerco siempre encuentro a alguien contando su GranHistoria™, todos tenemos una; necesitamos algo que nos justifique esa gran sorpresa de seguir vivos. Alguna experiencia que, con las suficientes dosis de autoengaño y paramnesia, dote de sentido a existencias vacías y miserables. Historias envasadas, listas para ser repetidas como canciones en boca de borrachos insomnes y que a modo de mantra vayan calando en nuestro subconsciente hasta resultar creíbles para nosotros mismos.

Detrás de mi, una chica de organización nos vuelve a contar cuando estuvo a punto de morir durante el parto de su segundo hijo. He visto al niño las suficientes veces como para saber que no es alguien digno de tanto sacrificio, pero ella intenta dar algo de sentido al momento más importante de su vida, nadie quiere jugarse la vida para engendrar un capullín engreído. En realidad casi no prestamos atención a esas Historias, nos las sabemos de memoria y ni cuando eran nuevas nos importaron demasiado. Sin embargo las escuchamos en respetuoso silencio porque en cuanto se produzca una pausa intentaremos dar paso a las nuestras.

Ninguna religión nos dejará nunca en manos del azar ni nos dirá que nuestras vidas son un gasto inútil. Las vidas de nadie, un puñado de existencias anónimas que apenas sirven de attrezzo para que las pocas vidas extraordinarias puedan brillar con más fuerza.

El tipo que tengo a dos mesas en la oficina te dirá que ha construido un barco con sus propias manos, un montón precario de madera que a punto estuvo de matarle en la primera salida que hizo. A ese otro compañero que me saluda con la cabeza le falta un testículo. Intentó hacer de eso su GranHistoria™, pero no tuvo mucha suerte con ello porque a nadie le interesan ese tipo de cosas, y al final sólo será recordado como un capullo al que le falta un huevo. No hay ninguna épica en ello.

Soy el responsable de IT, el encargado de administrar y filtrar toda vuestra basura digital. Mi pantalla se deshonra con vuestros correos, estados de facebook y extractos bancarios. He leído vuestros mezquinos acuerdos de divorcio y conozco los nombres de vuestras amantes y su rosario de excusas pueriles. Cuando me cruzo con vosotros en el ascensor no veo vuestras caras, sólo sois el contenido de aquello con lo que os masturbáis. Vuestras vidas perfectas desfilan ante mi cada día y, creedme, no valen ni el espacio que se tarda en contarlas.

Mi jefe, por fin, ha logrado dar con el nombre del tipo al que vamos a ajusticiar y golpea un par de veces el micro hasta que todos guardamos un silencio de funeral. Nos presenta al protagonista de la velada que esboza una sonrisa forzada y triste, la sonrisa de quien intuye que se le acaba el tiempo y que acabará siendo como esos viejos leones que han perdido la fuerza y el empuje de sus mejores tiempos y quedan condenados a merodear entre la manada luciendo sus cicatrices, a merced de los leones más jóvenes que les retarán y medirán constantemente. Sin tregua, obligados a pelear cada centímetro de territorio hasta que, vencidos, abandonan la manada en busca de un lugar donde masticar su amargura en soledad.

Ese es, a grandes rasgos, el contenido del discurso.

Cuando acaba nos acercamos al filo de la media noche y algunos miran sus relojes y bostezan sin disimulo cansados de aguantar la farsa. El tiempo se nos va comiendo y dos cuerpos desesperados se lanzan a bailar la canción de moda en el centro de la pista. Se han cansado de esperar ese ciego golpe de suerte que nunca llega y han decidido atacar un baile agónico antes de firmar la rendición definitiva.

Intentan parecer alegres y desenfadadas, pero bajo el maquillaje se vislumbra un rictus serio de pura concentración y cercos de sudor bajo la ropa. Es un S.O.S lanzado en medio de un campo de icebergs que parece destinado a no encontrar receptor hasta que dos tipos de contabilidad, animados por el alcohol y la cercanía de presas débiles, inician su propio ritual de acercamiento desde la otra punta de la sala poniendo todo su empeño en resultar atractivos para las hembras situadas al otro extremo.

No tenemos piedad de los caídos. Cientos de móviles con cámara se levantan hacia los inesperados protagonistas y graban como en un documental de la vida diaria ese extraño y triste ritual de apareamiento. Mañana los servidores de correo zumbarán como locos colapsando la red de fotos y videos de la ceremonia y sus actores quedarán marcados para siempre.

Somos peores que hienas.

Nos gusta la humillación, levantamos ídolos sólo por el gusto de verlos caer y nos negamos que mañana podemos ser nosotros las víctimas de la que siempre ha sido nuestra actitud. Pertenecemos a esa generación que esconde sus ansias de venganza bajo toneladas de tecnología, todo muy limpio, todo muy aséptico. Nadie da la puñalada, nadie se mancha de sangre y los cadáveres parecen brotar por una voluntad divina ajena a nuestros actos.

Mañana, a las doce en punto, cuando todas las impresoras de la empresa comiencen a vomitar el contenido de vuestros discos duros, quizás comprenderéis de que estoy hablando.

13 Comments

  • Tristancio

    Otros eligen (elegimos) escribir… buscando, que sé yo, el esquivo y fugaz sentido (en el sinsentido) de las cosas. O, que sé yo… una “gran historia”.

    (Gracias por animarme y recordarme volver).

  • Wanda

    Como los elefantes buscando el camino al cementerio en soledad, pero siendo demasiado jovenes como para encontrarlo y morir. Me han entrado ganas de escañar a todos tus compañeros de trabajo, por falta de empatía y por pedantes. Sus vidas no valen la pena ni para contarla, como bien dices. Me ha encantado tu escrito, por lo visceral y real que te ha quedado.

  • Beauseant

    Gracias GGM, la rabia y los sueños, dos cosas que conviene no perder, aunque sólo sean para volcarlos en papel..

    Me encanta, Delagranja que digas que lo he estructurado bien porque le dí muchas vueltas a donde colocar cada una de las partes para que se entendiese, y lograr cierta armonía 🙂 Eso, y quitar mucha paja, como dices, es mejor ser un poco más directo para representar ciertas cosas…

    Un placer, Tristancio, me alegro mucho encontrarte de nuevo. Precisamente escribir es una de esas cosas complicadas de abandonar, ¿verdad?

    Yo no los llamaría compañeros, Wanda, al final todos somos extraños aunque hayamos pasado siglos juntos.. Y quizás no sean sólo sus vidas, sino todas nuestras vidas, no lo sé. El primer paso para poder observar algo es estar lo suficientemente lejos de ese algo, y eso no podemos cumplirlo con nosotros mismos…

  • Wanda

    Si, a veces la abstracción no resulta tan fácil de encontrar. Y tambien tienes razón en que no debí llamarlos compañeros, no sé ni porque usé esa palabra. Nuestras vidas tampoco serían dignas de contar, pero al menos somos conscientes de lo absurdo que puede a llegar a ser todo lo que nos rodea.

  • virgi

    Cada día escribes mejor. Detallas una sociedad en pequeño, un reducto tan demostrativo como todo un país, así que hay que rendirse a tu texto.
    Animales al fin y al cabo, todos escondemos algo a los demás,será el instinto de supervivencia que arrastramos de milenios.
    Besos besos

  • Lydia

    Alguien me dijo que no desaprovechara mi rabia, que escribiera. Que la usara.

    El texto es fantástico, muy cercano. Somos peores que hienas, es posible, pero también es significativo que, la gran mayoría, seamos capaces de mantener cierta armonía. Todos guardamos cadáveres, no?

  • Beauséant

    Ser conscientes, Wanda, eso resume tantas cosas, ¿verdad? Quizás esa sabiduría sólo aporta problemas, pero me gusta pensar que, en realidad, nos hace un poco más libres, nos hace sentir menos importantes.. más etéreos.

    Muchas gracias, virgi, siempre he pensado eso, que los grupos de trabajo son un reflejo para lo bueno y, casi siempre, para lo malo de nuestra sociedad. Todos escondemos cosas, no creo que sea del todo erróneo, lo malo es cuando uno empieza a hacer eso con uno mismo.

    La rabia, Lydia debe estar, pero debe estar organizada, hay que elegir en que la queremos usar y canalizarla con todo nuestro impulso. Me gusta tener lectores, pero más me gustaría tener rehenes 🙂 Las fotos me parecieron un poco cogidas por los pelos pero, oye, me daba pena no usarlas…

  • Claudia U. Salinas

    Un mes después, el 17 de diciembre, le dieron de alta. Diana solo advirtió lo que tendría que enfrentar cuando volvió a su casa. Inicialmente no podía hacer nada sola. No podía bañarse, vestirse, peinarse, lavarse los dientes o cualquier tarea diaria. Algunas veces, cuando se levantaba y no había nadie en su casa, debía bajar a la portería y pedirle al portero que le recogiera el pelo en una cola de caballo. Pero desde el principio Diana asumió su tragedia con la cabeza en alto, entendiendo que de tal oscuridad, y habiendo tocado fondo, solo podía seguir hacia adelante.

  • Raymundo Yates

    ¿Cómo podemos responder ante la necesidad de formar ciudadanos capaces desde nuestras escuelas y cómo plasmamos esto en nuestros Proyectos Educativos? Construir con ellos la memoria, es importante, que Jacinto y Roberto sean parte de la historia contemporánea de su localidad para juntos encontrar salidas que rompan el círculo de pobreza e impedir que sus descendientes engruesen las filas de la población económicamente activa en condición de extrema pobreza y cuya principal actividad es la agricultura.

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