leer,  mirar

remove before flight

El avión orienta su nariz hacia la pista de despegue y casi me parece sentirle olfatear el aire frío de la mañana, tanteando el viento, su fuerza y dirección, antes de decidir el rumbo a tomar.

Al final logra decidirse: como en un caricatura en blanco y negro, toma carrerilla sobre la pista aún húmeda y ejecuta un salto de bailarina que nos deja a todos suspendidos por un instante en el aire.

Mientras esa terrible lucha ocurre sobre el asfalto, cobijados en el interior, los más jóvenes de los pasajeros miran distraídos sus teléfonos móviles o charlan sobre vaguedades. Los más viejos marcamos con nuestras uñas los apoyabrazos del asiento y nos sorprendernos ante el milagro que parece producirse bajo nuestros asientos. A mi lado, una pareja de ancianos aprietan sus manos surcadas por venas azules conjurados a morir juntos.

Los viejos, anoto en mi cuaderno cuando tengo la oportunidad, le tenemos miedo a la muerte. Enseguida tacho esa frase y anoto otra al lado que se me antoja más acertada: los viejos somos más conscientes de nuestra propia mortalidad.

Llovía en el aeropuerto de origen, llovía en el aeropuerto de destino. Como una mala profecía, como un aviso tácito de los dioses para advertirnos ante la inutilidad de las huidas: llegarás al lugar de destino y seguirás siendo la misma persona. Abrirás la puerta de tu nuevo hogar y los viejos fantasmas estarán ahí, esperando en el umbral para recibirte con una sonrisa terrible.

La vida es un cúmulo circular de errores que repetimos incansables.

A la salida de la terminal contemplo los rostros de los que esperan nuestra llegada. Rostros luminosos, alegres y expectantes de familiares y amigos. Junto a ellos, como espíritus en pena que nadie puede ver, las almas grises de los choferes que sostienen carteles garabateados con los nombres de personas a los que llevarán a su destino.

Los pasajeros más afortunados son recibidos por el alegre alborozo de un perrete que ha venido a recibirlos. Bien lo sabía Odiseo, mientras te reconozca tu fiel perro, no has muerto del todo.

Me detengo por un instante, busco en vano un rostro conocido… una mano levantada a modo de saludo, me valdría incluso mi nombre escrito en alguno de esos carteles. No, nadie me espera, pero juego con esa idea, siempre lo hago. La de encontrar algo en la nada. Un cartel con mi nombre, una sonrisa al otro lado del control de seguridad, poder colarme en la vida de alguien.

Salgo a la calle y sigue lloviendo. No puedo evitar pensar si será la misma lluvia que mojaba las calles de mi ciudad de origen hace unas horas. Una lluvia tenaz, inmarcesible, que me ha seguido hasta aquí, transportada en las nubes grises que ocupan el horizonte para recordarme que no hay escapatoria posible.

No importa lo lejos que vayas, gritan las gotas mientras caen suicidas, no importa lo que tardes en hacerlo. Todos tus problemas esperaran junto a la puerta para recibirte como a un viejo conocido.


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20 Comments

  • gabiliante

    Es como el trabajo. Faltas unos días y cuando vuelves ahí, está todo el trabajo que no has hecho, esperándote como confirmando que tus días de ausencia han sido una fantasía irreal, un recuerdo implantado.
    Me gusta más la primera frase de los viejos y la muerte.
    Si sales, y un extraño que no esperas, te esta esperando con un cartel con tu nombre¿Qué harías?
    ABrazooo

  • Beauséant

    Pues no lo había pensado, gabiliante, pero tienes toda la razón, ese volver, una y otra vez, sobre algo que no te gusta, se parece mucho al trabajo 🙂 Y sí, da igual lo lejos que vayas, tienes toda la pila de tarea esperando a tu vuelta.

    Sobre lo del cartel, tengo un nombre raro, así que sí, si veo un cartel con mi nombre me dejaría llevar a donde me llevasen. Mi alma felina pesa más que el instinto de supervivencia,.

    ——————-

    Es una combinación rara, siempre he pensado que odiar mucho peleaba contra la felicidad, quizás no, quizás sacar el odio que llevamos dentro nos ayude a ser un poco más felices o, al menos, menos infelices.

  • Eva

    Ser consciente de tu propia mortalidad también te hace quere vivir con consciencia lo que resta. Para mi (cronopia viajera) cada
    viaje es una transformación interior, aunque nadie nos espere con un cartel con nuestro nombre y solo esté la misma lluvia de siempre. No es la misma lluvia, ni nosotros seremos los mismos a la vuelta.

  • José A. García

    Nunca cambia nada si primero no cambiamos nosotros, y como eso es casi imposible, siempre todo parece seguir siendo igual a como fue y será.

    Yo anotaría: Los viejos saben/sabemos que van/vamos a morir.

    Saludos,
    J.

  • Milena

    Siempre he pensado que la mayoría de las personas idealiza los viajes, creen que cambian de mundo o algo así, y como mucho aterrizan en uno mucho más ficticio… He tenido que viajar mucho, y también de pequeña tuve que hacerlo, y no entiendo mucho cuando la gente se ilusiona tanto con viajar… donde se está bien a gusto es en tu casa.
    Me gusta la lluvia, parece que se lleva lo que sobra y deja todo un poco más limpio a su paso…

  • Beauséant

    Esa es la moraleja final del viaje, Eva, la transformación. Incluso los viajes de trabajo en los que apenas pisas algo que no sea una homogénea oficina, cambia algo en nuestro interior. Quizás por eso, a pesar de la pereza, me sigue gustando viajar, no grandes viajes, los pequeños cambios de ritmo.

    ——-

    Yo sí creo en los pequeños cambios, José A. García, los interiores. Es verdad que son tan pequeños que es casi imposible de percibir desde la lejanía. Pero, ¿quién sabe?, muchos pequeños cambios en la dirección correcta, lo mismo llevan a alguna parte… Bendita ingenuidad la mía, ¿verdad?

    —–

    Incómoda, sí, Citu, la lluvia te obliga a buscar alternativas, a ver las cosas de otra manera. Pero, también, gracias a esa lluvia he descubierto algunos museos o bares que, con un sol radiante, nunca habría visitado. El truco, creo, es adaptarse a lo que viene.

    —-

    Los viajes interiores, ¿verdad, Milena?, te armas con libros, series, o películas y de alguna manera ya estás viajando. Pero te has saltado toda la parte de hacer la maleta y discutir tarifas en idiomas extraños…. A mi cada vez me va costando más viajar, por eso lo sigo haciendo, sé que llegará un momento en el que ya no me apetezca hacerlo.

    La lluvia tiene ese algo de purificador, es cierto, respiras con más ganas, todo parece más limpio.

    ——

    No conocía al autor de la frase, así que he aprovechado para bucear un poco en su vida, Patricia Plaza, una persona interesante. He visto que es el título de meditación, no me vendría mal un poco de eso 🙂

  • Etienne

    Las dos oraciones dicen lo mismo, desde diferentes ópticas aunque solamente la primera permite reemplazar “los viejos” por “los seres humanos” con la aclaración de que los jóvenes nunca lo reconocerán.
    Hay montón de temas desparramados por tu texto como para reflexionar pero me quedo con la más contundente: no paramos de cometer errores desde que nacemos, eso es tremendamente cierto y frustrantemente inevitable. Algunos prosperan en inventos y descubrimientos tecnológicos pero la gran mayoría provocan solamente dolor, soledad y remodimientos. Y nos damos cuenta e intentamos remediarlos con la consecuencia de más yerros, Más que circular, una espiral de errores unos sobre otros, lo que es irónico también porque no dejamos de verlos y lamentarnos por ellos sin dejar de sumar otro más a la lista.

  • alessandrinimaria

    Creo que los adultos somos más miedosos, porque la vida nos enseñó muchas cosas que los más jóvenes aún no conocen, muy bien relatado ese sentimiento desbastador, ya sobre el aire bajo la lluvia.
    Abrazo

  • Toro Salvaje

    TORO SALVAJE

    23 de agosto de 2021
    FUGARSE
    De nada sirve fugarse
    en busca
    de la alegría
    porque las penas
    también viajan
    en la entristecida maleta.
    Escrito por TORO SALVAJE

  • Lua

    Qué bonito escribes, no me cansaría nunca de decírtelo. Y es verdad, según vamos envejeciendo cargamos con esa conciencia constante de que no somos eternos. El final me ha dejado una melancolía dulce, esa búsqueda de que algo o alguien nos espere, incluso cuando sabemos que no habrá nadie. Supongo que no se puede huir de uno mismo. Sería mejor aprender a convivir con nuestros propios fantasmas, aunque no sé si es porque no he viajado mucho, al menos no tanto como me gustaría, pero para mí viajar sí refresca el alma. También es verdad que vivo en una constante desorientación. Me pierdo hasta al doblar una esquina, así que cuando vives así, hasta cruzar una calle puede parecer una gran aventura. Pero, desde luego, viajar no lleva implícito un cambio existencial. Si llevas un runrún en la cabeza, ese se va contigo, y no hay cielos distintos que puedan despejarlo. De hecho, tuve una experiencia con alguien cercano (que sin saber cómo, terminé convirtiéndome en algo así como su psicóloga particular). Recuerdo escuchar un audio suyo antes de tomar un avión, contándome sin parar todo lo que le tenía la cabeza hecha un bombo. Luego, cuando llegó a su destino, siguió dejándome audios con las mismas preocupaciones. Yo estaba muy emocionada preguntándole por lo que veía, pero ella no parecía conectar mucho con lo que la rodeaba. Así que me di cuenta de que viajar, si no juegas un poco a favor, no te despeja la mente ni te da esa experiencia transformadora que mucha gente imagina. Eso sí, yo amo viajar. Pero supongo que, como todo, lo mucho cansa y lo poco te deja con ganas de más. Aunque también pienso que incluso leer un libro o escribir pueden ser viajes igual de enriquecedores. Gracias por estos ratitos, Beau, y por tus maravillosas fotografías 🙂

  • Beauséant

    El punto de vista, la óptica, Etienne, lo es todo. El mundo se pliega a la forma que tengamos de mirarlo, el tiempo no cambia al mundo, cambia la forma que tenemos de mirarlo. La teoría circular de los errores es otro de esos conceptos que asimilas con la edad. Cuando eres joven la vida es una enorme línea recta por la que vas pasando y en la que vas alcanzando metas. Es sólo con los años que descubres que la vida es más una madeja de cosas inconclusas que nunca terminas de organizar del todo. Y, como dices, cada paso que das en lo que crees que es la dirección correcta, acaba provocando lo contrario de lo que buscabas.

    Salir de esa espiral es complicado, requiere mucha fuerza de voluntad y, supongo, de saber perdonarse, es parte me cuesta.

    ——

    Normal, alessandrinimaria, vas viendo las diferentes formas que toma el dolor. Vas acumulando tropiezos y vas perdiendo el impulso que en su momento te sujetaba ahí arriba.
    Un abrazo,

    ——

    Bien resumido, toro salvaje, y, para colmo, lo que llevas en esa maleta siempre pasa el control de seguridad. No hay forma de dejarlo en tierra, ¿verdad?

    ———–

    Muchas gracias por tus palabras, lua, me cuesta reconocerme en algo tan bonito… Con los fantasmas, lo tengo claro, lo mejor que podemos hacer es intentar convivir con ellos. Aceptarlos, dejar de huir o de ignorarlos. Están ahí, quieren tu atención, tienen todo el tiempo del mundo y no se marcharán. Cuando hablas con ellos, cuando les invitas a sentarse y a que te expliquen el motivo de su dolor, puedes empezar a sufrir menos. No todos los fantasmas son sencillos de manejar, hay cosas que, incluso, las hemos olvidado, sentarte con ellos puede provocar abrir muchas puertas que… bueno, ya sabes lo que pasa cuando empezamos a abrir puertas.

    A mi, muchas veces, me cuesta recordar los lugares que he visitado, me queda un vago recuerdo de una plaza o un museo, pero es un recuerdo que no tengo claro donde encajar. Es extraño, porque para las fotografías si tengo mejor memoria, me puedes enseñar una foto de una nube que hice hace cuatro años y es muy probable que recuerde el lugar exacto donde la hice y lo que pretendía explicar con esa foto… Para mi los viajes sí son una evasión, apenas miro el móvil y desconecto esa parte del cerebro que anda siempre tirando del hilo. A la vuelta volveré a retomar lo que soy, pero al menos por unos días todo queda suspendido en una dulce paz.

    Un abrazo

  • Diego

    “Los viejos, anoto en mi cuaderno cuando tengo la oportunidad, le tenemos miedo a la muerte”
    Tienes razón, Beauséant. Durante mi vida profesional he hecho innumerables viajes en avión por medio mundo. Entonces era joven. Recuerdo uno concretamente, entre París y Argel. El día era de perros y el avión empezó a moverse de una forma descontrolada, bandazos y unos parribas y pabajos interminables. Yo iba leyendo, en una revista, un reportaje sobre no sé qué especie animal. El artículo era muy interesante. Y, viendo que el avión se movía cada vez más, casi sin control, empecé a leer el reportaje a toda velocidad, para que me diera tiempo a terminarlo antes de pegarnos el castañazo. Hoy, en parecidas circunstancias, hubiera comenzado a intentar rezar, aterrado, aquella oración de arrepentimiento de mis pecados que ya no recuerdo ni cómo empezaba.

  • Beauséant

    Con los años, sospecho, Diego, vamos ampliando la lista de cosas que nos pueden matar y resulta que es dolorosamente larga 🙂 Eso hace que seas más consciente de tu mortalidad pero, también, que aprendas a verla como lo que es, algo inevitable, simplemente esta ahí y no va a desaparecer. Eso, que al principio puede agobiar, acaba por provacar que la tengas presente pero dejes de verla.

    Recar es una de las cosas que he olvidado, quizás algún día me sorprenda buscando una plegaria, nunca dejamos de sorprendernos 🙂

  • Mar

    No me explico como no vi esta entrada tuya, sorry!
    A mi me gusta muchísimo conocer lugares nuevos, pero no me gusta nada viajar y menos viajes largos.. sé que parece una incongruencia, pero llevo mal los viajes, me consumen la energía y mira que tengo, pero además desde siempre, cuando era peque me mareaba muchísimo y creo que me queda la alergia desde entonces, sin embargo no me da ningún miedo volar, lo que llevo mal es estar tirada en las terminales esperando embarcar. Has descrito genial la colocación del avión para el despegue.. y esas manos crispadas en los reposabrazos jaja aunque no creo que el miedo a volar tenga nada que ver con la edad o sí, no lo había pensando. Curioso que a medida que cumplimos años, tenemos más miedo a morir.. o sin más, tenemos más miedo en general. Supongo que es el precio a pagar por hacerte consciente de todos los peligros a los que nos exponemos, mientras que antes, ni reparábamos en ello. Inmeensa y mágica la foto de la pista tras la lluvia.. De verdad alucinante! y seguramente muy difícil de conseguir con esta nitidez. Jo! como si de verdad llorara el cielo.. talmente es esa sensación y aunque ya sabes lo poco que me gusta la lluvia, reconozco que genera ambientes increíbles.. a veces pareces un pollito desprotegido y lastimero, pobre! .. jo! tú avísame y si en alguna ocasión vienes a Vigo, te prometo que voy a esperarte al aeropuerto con cartelito y todo ; ) Me encanta esta frase… “No importa lo lejos que vayas, gritan las gotas mientras caen suicidas”.. parece una maldición gitana jaja los problemas los llevamos puestos, no nos siguen, concretamente dentro de la cabeza..; ) si pudiéramos vaciarla como una papelera ¡qué felicidad! Verdad? Un beso BEAU .. subo al piso de arriba : )

  • Beauséant

    Me encanta que visites todas las entradas, María, pero nunca paso lista, tranquila 🙂 Te lo agradecería aunque pasases una vez al mes…

    Me pasa algo parecido, me gusta llegar los sitios, pero los preparativos y el propio viaje me parecen horribles. En especial en avión, que han convertido la experiencia en una especie de juego de supervivencia en el que tienes que tener en cuenta lo que llevas, las horas, leerte una cantidad de información absurda… Por eso, siempre que puedo, viajo en tren, aunque sean más horas, no me importa, son un medio de transporte más civilizado, al menos hoy por hoy.

    Luego llegas al destino y te olvidas de eso, ¿verdad? Por eso seguimos empeñados en viajar, sé que el día que no me apetezca algo se habrá muerto dentro de mi. Porque hacerse mayor es eso, tener más miedos, pero también ir perdiendo ilusiones. Lo he visto muchas veces a mi alrededor, dejan de interesarte las noticias, dejas de tener ganas de ir a sitios, los libros te aburren… Es como ir cerrando puertas de una casa en llamas buscando la última habitación segura. Quizás por eso tanto escribir y tanto fotografiar, quiero que esa habitación se encuentre lo más lejos posible.

    Estaría bien poder viajar dejando la mitad del cerebro en casa, ¿verdad? Facturar todos los problemas en una maleta con otra dirección, a ser posible la de alguien que te caiga mal. A la vuelta los tendrías ahí con un cartel de devolver al remitente, pero al menos que no viajen contigo.

    Aunque haya parecido un poco desvalido en la entrada, lo cierto es que también tiene algo de liberador llegar a una ciudad desconocida donde nadie te espera, ¿no te parece? Ese es otro de mis temas recurrentes, el empezar de nuevo, llegar a esa ciudad sin nombre y fantasear con abrir una librería, o una pastelería, o llevar los libros de cuentas a un hombre misterioso… Ya sabes, los escapismos

    Un abrazo

  • ?????? ? ?

    Muy bueno el principio con el hocico del avión olfateando el aire frío de la mañana. En cuanto al resto de lo explicado y expuesto aquí, diría que… “todo está en la mente”. O que todo depende de la actitud, que es fundamental, de las actitudes. Todo depende de cómo nos tomamos las cosas, de cómo las encaramos y las vemos. Todo depende de los pensamientos que acuñamos en nuestra mente (mejor dicho, que acuña nuestra mente). Todo depende de las valoraciones que hacemos… y lo que es más importante, de si nos identificamos y creemos esos pensamientos, esas valoraciones, etc.
    La actitud ante un viaje, o ante cualquier aventura, cualquier experiencia nueva, ante lo desconocido, ante la vida, ante el futuro… pero también ante el pasado y lo vivido, etc.

  • Beauséant

    Todo están en la mente, así es, अनत्ता 光 心, si lo piensas bien no tenemos forma de saber cómo es el mundo real, lo que recibimos es algo filtrado por nuestros (imperfectos) órganos y procesado por un cerebro que junta las piezas como buenamente puede. Y, a todo eso, le añadimos la experiencia vivida, el camino recorrido.. Cuando dos personas señalan al mismo lugar, cada una lo hace a un lugar diferente… normal que no logremos ponernos de acuerdo en nada como sociedad, ¿no te parece?

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