leer,  mirar

banderas

La naturaleza iza sus propias banderas, pienso mientras avanzamos sobre la mullida alfombra que el otoño ha tendido a nuestros pies. Rojos, amarillos y ocres: un estandarte que no ansía apoderarse de territorio alguno ni imponerse sobre nadie. La enseña de las cosas sencillas, de las cosas que no necesitan una explicación para justificar su existencia.

Delante de mí, el niño parece a punto de ahogarse entre la hojarasca, pero avanza con la determinación de un pequeño profeta abriéndose paso sobre un mar de hojas secas. ¿Qué edad tendrá? Lo ignoro. En realidad, lo ignoro todo sobre los niños: cuándo rompen a hablar, la edad de sus primeros pasos, qué ocultan esas miradas repentinas que te lanzan con la gravedad de un anciano. Son un misterio que, por desgracia, se desvanece demasiado pronto.

Es pequeño y apenas habla; hasta ahí llega mi conocimiento. Su idioma es un gorgojeo privado, pero se hace entender sin el menor esfuerzo. A cada tanto, detiene su caminar, se agacha y recoge una hoja con una seriedad terrible. Tras un examen exhaustivo, asiente para sí y me la entrega como si fuera su bien más preciado. Yo la recibo con las palmas unidas, como quien acoge la sagrada forma, y la guardo entre las hojas artificiales de mi libreta. Y así, hoja a hoja, continuamos el camino.

Sospecho que el niño, con cada una de ellas, intenta construir su propia bandera.

Casi hemos llegado al final del sendero que se convierte en una pequeña rotonda con una fuente de querubines cubiertos de musgo. A lo lejos, sus padres son dos figuras borrosas que toman un café y nos saludan con un gesto vago. El niño, sin embargo, está demasiado absorto en su tarea para advertir esos detalles.

Una intuición repentina me guía hasta un banco de piedra. Abro la libreta y dispongo con cuidado las hojas sobre el asiento mientras busco la cámara en la mochila. El niño me mira, con la cabeza ladeada y los ojos encendidos ante la magia de los adultos. En su universo de murmullos y gorgoritmos aún queda espacio para el asombro.

Fotografío una por una las hojas que me ha entregado. Cuando termino, me siento en el suelo y él se acerca, me llega su olor, dulce y extraño, mezclado con la tierra y la humedad de las hojas. Un olor a madriguera, a un refugio seguro donde esperar a que pase el invierno.

Le muestro la primera foto en la pantalla de la cámara y la amplío al máximo, revelando la intrincada red de nervaduras que recorre la piel de la hoja, desde el peciolo hasta el limbo. Me asombra la cantidad de palabras que hemos inventado para describir algo de apariencia tan simple.

El niño observa la imagen y la toca con la punta del dedo, anhelando hacerla real. Entonces me mira con sus ojos claros y una risa le burbujea desde dentro mientras aplaude con sus manitas. Un instante de pura felicidad.

A lo lejos, sus padres han apurado el café y caminan en nuestra dirección, quizás intrigados por nuestro ritual.


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30 Comments

  • BDEB

    Ellos tienen un universo por descubrir y nosotros uno que mostrarles, pero en ciertos momentos parece que se inviertan los papeles y sean ellos los que nos muestren donde reside la importancia de las cosas, y como no creerles con esas miradas y sonrisas tan sinceras ¿verdad?
    Precioso querido Beauseant has conseguido trasladarme a ese instante.
    Un abrazo.

  • POETAS EN LA NOCHE

    Me encanta lo que nos dejas, está tan tierno y lleno de calma.
    Transmites la belleza de lo sencillo y la pureza de la infancia, donde una hoja puede ser un tesoro y el mundo entero, un descubrimiento.
    Gracias por compartirlo.
    Feliz domingo. 🌷

  • Clarisa

    Por un instante, también yo he aplaudido ante ese descubrimiento de los caminos de las hojas. La felicidad siempre debería llegar así, bajo cielos generosos y entre las sutiles hojas caídas de las estaciones. El paisaje que describes es hermoso. Tus palabras son caricias ingenuas, nos hacen soñar con infancias, las que fuimos; las que aún nos faltan por descubrir.
    Gracias por compartir tu narrativa.
    Hasta pronto.

  • Eva

    Maravillosa fotografía y texto, Beauseant, pero lo mejor es haberlo contemplado por ti mismo, empapándote de los colores del otoño y de los sonidos del bosque o de la montaña… lo echo tanto de menos que espero muy pronto estar allí, como tu pequeño acompañante, haciendo mi propia colección de hojas.

  • Gabi C S

    Pensaba que era algo de época, pero cuando has revelado que la cámara no era de trípode y fuelle, he pensado que podría ser una polaroid, pero cuando la agranda debe ser de una Smart.
    Supongo que esto sigue.
    De la primera parte, banderas y hojas secas sólo puedo deducir por el momento de que se desarrolla en Canadá.
    Abrazooo

  • tonYerik

    Pues de momento, esperando a que empiecen a caer de veras, porque las únicas que lo llenan todo son precisamente las de unas coníferas que mas caen por viejas que por caducas aunque al menos son la alfombra de un pintor y su caballete.
    Fue ayer.

  • Beauséant

    Gracias, Bonsai con Bayoneta, creo que no suelo hacer muchos de esos, gracias.

    Es complicado estimular los sentidos a través de las letras, Mónica Frau, por eso siempre uso la muleta de las fotografías. Me alegra mucho saber que lo he conseguido, gracias.

    Lo has resumido perfectamente, BDEB. El problema que nuestros mundos de adultos están llenos de preocupaciones y cosas terriblemente serias, así que muchas veces no hacemos caso a un niño que nos señala una hormiga, o que nos regala una hoja con gran seriedad. Y es en esos pequeños gestos donde podemos aprender tantas cosas… Gracias por acompañarme en ese instante.

    Es curioso, POETAS EN LA NOCHE, porque también me produjo calma al escribirlo. Lo escribí casi sin querer, y al hacerlo, me parecía que respiraba mejor. Me alegra mucho haberlo compartido, y me alegra saber que ha llegado.

    Eso es lo importante, Clarisa, que aún nos queden por descubrir. Que los años que nos caen encima, no logren apagar esa llamita.. El momento mágico de la infancia dura muy poco, terminamos por convertirlos en adultos prematuros, pero podemos aprender mucho de ellos.. y de la naturaleza, ¿verdad? A veces necesitamos un poco de ingenuidad en nuestras vidas.

    Me alegra mucho que hagas tu propia colección, Eva, necesitamos ese tipo de banderas en nuestras vidas. Tu bandera la construyes con la música, otras personas lo hacemos con letras, cualquier cosa nos sirve si nos hace un poco mejores.

    Digital, sí, Gabi C S, mi forma de ver el mundo creo que iría muy bien con una cámara de gran formato, sí. De esas con fuelles y trípodes que requieren todo el tiempo de mundo para hacerse, porque me gusta contemplar las cosas detenerme en ellas. Sin embargo, encuentro el mundo digital más práctico.. Canadá, sí, un buen lugar, al menos lo parece, los fines de semana veo un programa de gente que arregla casas en allí y parecen todos muy felices…

    Llegarán las hojas, tonYerik, la naturaleza tiene sus tiempos, por más que los humanos los alteremos. Hace años veía pasar las cigüeñas sobre mi cabeza, buscando lugares más cálidos, cada año tardan más en irse, ya no tienen frío.

    Bien visto, Natalia Doñate, gracias. A veces nos empeñamos demasiado en explicar ciertas cosas que caben en una sonrisa o un gesto.. para qué más, ¿verdad?

  • Joselu

    ¡Qué suerte el niño! Tener a alguien que lo ayude a descubrir la maravilla de la vida en forma de esas hojas otoñales en lugar de tener solo una pantalla de móvil para relacionarse con las cosas. A mí me hubiera gustado tener a un padre que me enseñara la forma y misterio de las hojas de los árboles, la arqueología del firmamento o el canto de los pájaros, pero el mío solo estaba empeñado en explicarme el intríngulis del motor de explosión y los prodigios de la técnica a lo que yo no prestaba la más mínima atención, tanto es así que terminé estudiando literatura, algo que él consideraba anacrónico. Lo que más me ha llamado la atención es precisamente esa relación entre el niño y el adulto ante el deslumbramiento del otoño en forma de sus hojas. Hacen falta padres o mayores que ayuden a descubrir el brillo de las cosas más sencillas antes que tenerlos aburridos ante la pantalla del móvil.

    Ayer leí que Sam Altman, el CEO de OPEN AI sostenía que los creadores de contenido tendrían que desaparecer porque la IA lo hace mucho mejor, se refería a ilustradores especialmente, pero también músicos. El triunfo de lo artificial sobre lo auténtico es el sino de nuestros días. Por eso es tan hermoso este relato.

    Saludos.

  • Neuriwoman

    Hola, mirar el mundo es una forma de conocerlo, y ese niño es la primera e inocente mirada que tanto nos enseña sobre cómo es la realidad más allá de la simpleza del lenguaje de los adultos. Feliz semana

  • Milena

    Has sabido describir un momento de serena felicidad.
    De felicidad otoñal
    Maravilloso texto, fotografías,
    para imbuirse en un feliz otoño.
    Muy feliz otoño, Beauséant

  • Beauséant

    Es cierto, José A. García, es algo que viene con la edad, sospecho. Aunque, en el caso de los padres, quizás tenga sentido, es una forma de protección…

    Muchas gracias, Citu, el otoño tiene unos colores muy bonitos, ¿verdad?

    Mis padres, Joselu, tampoco me enseñaron muchas cosas del mundo, ni pequeñas ni grandes. No puedo hacer recaer la culpa sobre ellos, bastante hicieron y sacrificarón, pero su mundo era muy pequeño. A veces mi ego me susurra que podría haber sido mejor, así de categorico lo dice, mejor en todo, si mis padres hubiesen sabido orientarme en otra dirección, si hubiesen visto ese potencial oculto que nunca he descubierto… pero, no sé, quizás no había potencial ninguno.

    Siento que en la vida he ido aprendido las cosas a golpes y dando tumbos, que nadie me dió cuerda y me puso en la dirección correcta, ¿te ocurre eso también? Cuando siento eso tengo la tentación de culpar la resto del mundo y lo mismo era yo quién tenía que haberme dado cuerda… Un motor de explosión, hasta eso me habría servido, para mi siguen siendo magia.

    Como te escribí en otro comentario, he usado la IA, he generado imágenes, la uso para retocar pequeños trozos de algunas fotos.. incluso he probado a pedirle textos, pero el resultado final no me llena. Cuando escribes algo, cuando haces una foto, pones algo de lo que tienes, hay un esfuerzo, una intención y, aunque el resultado no sea el deseado, nunca lo es, al menos es tuyo. Escribir un “prompt” y esperar el resultado me produce tristeza, me cuesta ver que eso pueda ser arte. En general no me gusta el mundo que estamos construyendo, estamos cada vez más aislados y eso nos vuelve estúpidos e individualistas. ¿Será la edad?

    Cierto, Neuriwoman, mirar al mundo es la única forma de conocerlo. El primer aprendizaje, el que realmente nos hace andar, es la observación directa, luego llegan las leyes de la naturaleza, las de la física.. pero el primer paso es observar algo y empezar a hacerse preguntas. Una hoja es todo un universo en sí misma.

  • Cabrónidas

    Parece que el niño está teniendo una infancia feliz. De mayor podrá regresar a ella de recuerdo en recuerdo cuando el mundo adulto le resulte demasiado estúpido e insoportable.

  • carlos

    Hallazgo, amigo, la hojarasca como bandera no de la muerte ni de ninguna caída sino de la renovación constante de la vida… y ese niño (qué es un niño, cada niño, sino el futuro reflejando aquí?) haciendo realidad la pura felicidad de vivir…
    Abrazo admirado!!

  • Beauséant

    Construir recuerdos, es cierto, Cabrónidas, quizás esa sea la misión de la infancia, ¿verdad? atesorar momentos, historias, con las que levantar las barricadas contra el olvido que llega con la edad.

    Muchas gracias, Miquel Cartisano, un placer verte por aquí.

    A los niños les permitimos eso, Carlos, la pura felicidad de vivir, la hojarasca cae, se pudre, se recicla, alimenta de nuevo esos árboles que crearán hojas, etc, etc… así deberían ser todas las vidas, un eterno ciclo.

  • María

    Absolutamente adorable ! Todo además. La historia , el momento, el niño y tú.

    Hasta q ha empezado a secarse un poco nuestro otoño, no habia sido capaz de disfrutar de su belleza y placeres …Uno de ellos, sin duda, caminar sobre hojas secas, arrastrar los pies entre ellas sintiendo como crujen y ya el sumum del gusto, dejarte hundir en medio de la hojarasca …Mmmm He visto perfectamente a ese chiquitín engullido por las hojas y esa meticulosa recolección de hojas, una a una q tu recibías como el tesoro q eran ¿ cómo no iba a estar super feliz a tu lado ? y ya como guinda, el mago de las nubes , saca de su chistera la imagen ampliada de una hoja en la cámara …buffff como para no aplaudir !! hasta te aplaudo yo, has construido una una absoluta delicia , mil gracias …ah! la fotografía del final maravillosa y me quedo tu bandera, es la única q me gusta , un beso BEAU!

  • beauseant

    Gracias, María, me encanta como lo describes, haces que mis intentos brillen de una forma que no conocía 🙂 Hemos hablado mucho de esos momentos, ¿verdad? Los pequeños, los que casi pasan desapercibidos, pero significan mucho. Apenas recuerdo gran cosa de mi infancia y, los que recuerdo, son esos momentos, nada de los grandes viajes, ni las grandes decisiones, sólo eso, unas hojas, un parque, un mundo por descubrir.Luego crecemos, claro, y olvidamos, porque parece que eso es crecer, nos cuesta volver a ellos, saber transmitirlos a los que llegan detrás.

    La naturaleza nos da muchos de esos momentos, pero los asumimos sin pensar, creemos que estarán ahí siempre, que no son importantes, ¿verdad?

    Hoy no hay nubes en el las fotos, pero me alegra mucho que te hayan gustado..

    ¿Lo recuerdas, Toro Salvaje?, seguro que en nuestras vidas también hubo un universo por descubrir en algún momento, seguro.

  • अनत्ता 光 心

    Me ha gustado muchísimo. Usando esa expresión tan sobada, esta vez te has superado a ti mismo, aunque no se trate exactamente de eso… pero sí, es de lo mejor que te he leído. Al menos de lo más bello que has escrito. En este texto no hay ni rastro de frustración, ni de amargura, ni de dolor, ni de queja, ni de victimismo, ni de sufrimiento, ni de rabia, ni de tremendismo, ni de negrura (la que tú mismo sintetizaste con un “el ser humano es miserable”), ni de acidez, ni de crítica social o humana, ni de derrotismo o pesimismo, ni de fatalismo. Obviamente esta impresión u observación mía (directa y sincera) puede ser vista desde la otra perspectiva, es decir… preguntarse a santo de qué digo todo esto. Pero tú ya lo sabes. En este texto solo hay belleza. Por un lado la liturgia de esa entrega de hojas por parte del niño, hacia tus palmas abiertas. Una liturgia sencilla, hermosa y en plena armonía con la naturaleza. Muy bonito, en serio. Pero no te quedaste ahí: la descripción que haces del niño es sublime… toda esa inocencia, esa maravilla del descubrir la vida, la risa, esa mente y ese ser que es como una página en blanco, como lo fuimos todos en un momento dado. Sí, le hiciste un maravilloso regalo con las fotos y la pantalla (por una vez sirvieron para algo bueno).
    No son banderas, en absoluto… al menos a mí me parece un símil nada afortunado. Las banderas son demasiado humanas y están demasiado contaminadas por las ideologías, los nacionalismos, las pasiones, la historia (y por tanto los odios ancestrales).
    Podrían ser tapices, simplemente, tapices de hojas, tapices del otoño.
    En fin, de alguna manera has sacado a “otro escritor” u otra sensibilidad que me parece que se sale de tu línea habitual.
    Lo dicho… la verdad es que el sentimiento de “qué rematadamente bonito” retumbó muy dentro de mí.
    Namaste.

  • Beauséant

    Me alegra saber que también coleccionas hojas, evavill, cuando las ves desde arriba es fácil no prestarles atención, pero cuando las pones a la altura de los ojos nos descubren todo un universo, ¿verdad? Es algo que los niños tienen claro y olvidamos de adultos.

    Gracias, अनत्ता 光 心, no me esperaba yo tanta coincidencia y me alegro 🙂 Era una de esas historias que me apetecía contar y que, en realidad, no habla sobre nada concreto ni se cierra de ninguna forma. Uno de esos momentos que son como pompas de jabón, en cuyo interior suceden cosas y luego, plaf, desaparecen y vuelves a tu rutina,a tus preocupaciones.

    Con los niños es más sencillo, creo que los adultos no queremos vernos atrapados en esas pompas de jabón, estamos demasiado apegados a la realidad, a los conceptos. Nos olvidamos de la belleza de las cosas que no cuestan dinero, de las que están ahí sin pedir nada cambio… Hay algo maravilloso en un niño que te entrega una piedra o un palo, ¿verdad? De todas las piedras, de todos los palos, el niño eligió uno, y decidió que era para ti, es una gran responsabilidad 🙂

    Me resistí a escribir el símil con las banderas, lo reconozco, siempre las pienso manchadas de sangre pero, a la vez, me pareció una imagen potente, la d e reivindicar esas hojas como una enseña de las cosas sencillas. Quizás no sea malo tener banderas, algo en lo que reconocerse, algo que nos una bajo una idea común, pero sin guerras, sin sangre, sin imposiciones…

    Gracias por tus palabras. Sospecho que la segunda parte te gustará menos 😉 Claro, ahí ya no estaba el niño a mi lado…

  • Maria

    Pero bueno dónde estaba yo que se me ha pasado esta entrada, me quedo aquí comentándola, vaya despiste no haberla visto antes, con lo preciosas que son las imágenes. Esas hojas de otoño de todos los colores, que vamos pisando. Casualmente ayer hice yo unas fotografías a las hojas del suelo, pero no son ni parecidas, las mías son todas iguales, amarillas, y en cambio, las tuyas qué bonitas, parece sacadas de un cuento de hadas. Como ese niño que va descubriendo el caminar, con cada paso de la vida, la pena que se hagan mayores. Pero ese es el viaje de la vida, las etapas no nos las quita nadie.

    Un abrazo.

  • Laacantha

    Me encantó el texto y me encantaron los comentarios , sobre todo de Joselu y tu respuesta a ello. Nuestros padres no podían darnos más , de que eran capaces. Igual que nosotros a nuestros hijos .
    Y la mayor enigma de la vida es cuando de los hijos maltratados y abondonados crecen las personas sublimes y creativas. Un abrazo

  • Beauséant

    Me alegra que hayas encontrado la entrada, Maria, sospechaba que también eras de buscar hojas 😉 Es una suerte que tengan tanto colorido, ¿verdad? Me quede con la parte central pero, además de los colores, me encantan las formas tan diferentes que tienen.

    Es una pena que se hagan mayores, cierto, hay muy poco tiempo hasta que se convierten en unas personas ya formadas. Es casi una obligación intentar meter en esas cabecitas todo lo que sea posible antes de que sea demasiado tarde, ¿verdad?

    Lo digo siempre, Laacantha, no me importa repetirme, los comentarios son lo mejor de este lugar 🙂 lo hacen más grande y logran que siempre tenga ganas de volver, incluso en los días en los que no tengo ganas de nada. Supongo que nuestras vidas son una combinación de educación, entorno y azar… La mayoría de los padres lo hacen lo mejor que pueden, entregan más de lo que tienen, ¿cómo culparles? No podemos dar más que lo que llevamos dentro, tienes razón
    Un abrazo

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