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instrucciones para subir una montaña

Sucede algo curioso al subir una montaña: cuanto más cerca de la cumbre te encuentras, más pequeño te vas volviendo. Esas montañas, tan sencillas y asequibles desde el aparcamiento, se transforman en inexpugnables fortalezas de piedra y bruma al segundo día de marcha.

Pero no solo mengua el cuerpo; también el peso del alma. Con cada paso hacia la cima nos vamos volviendo más ligeros porque vas dejando algo tras de ti. Mira: ahí queda un miedo, que te maldice con la mirada mientras te alejas. Más arriba sueltas una duda que se acurruca hecha un ovillo, fingiendo un llanto que ya no te crees. Sigues el camino y abandonas un viejo rencor, una culpa, un problema que parecía un nudo ciego. Los dejas atrás, convertidos en un rastro de preguntas que el viento barre porque ya no importan.

Por eso cargamos con mochilas tan pesadas hacia la cumbre. Nos aterra llegar allí arriba y, zas, despegarnos del suelo como los globitos henchidos de helio que en nuestra infancia partieron llenos de promesas y que nunca volvimos a ver.


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31 Comments

  • BDEB

    Sabes que no soy de subir montañas, pero caminando por el mar me pasa algo parecido, voy soltando todo el peso y cuando llego al rincón respiro profundo.
    Imagino que las sensaciones tienen que ser parecidas, aunque desde allí arriba puedas gritar “lo he conseguido, aquí estoy”
    Un abrazo Beauseant.

  • Beauséant

    Lo hemos hablado alguna vez, BDEB, ¿verdad? las similitudes entre las montañas y la playa. Esa sensación de reiniciarse cuando te enfrentas a ellas. No grite mucho ahí arriba, demasiado cansancio 😉

    Cierto, Joiel, pero en esa gloria se encuentra también su perdición porque, claro, acaban explotando…Aún así, lo saben, y no dejan de hacerlo, son valientes los globitos.

  • Mónica Frau

    Me conmovió tu relato. Esa sensación de desprendimiento de la carga emotiva que nos confunde y nos impide ascender con libertad, la he experimentado en alguna oportunidad de ascenso, aunque la montaña en cuestión no fuera demasiado alta. Un abrazo

  • Gabi C S

    Cuando nos salimos del sendero marcado, acotado, señalizado, comenzamos a menguar y tomar conciencia de que estamos abandonando la civilización. Y nosotros somos poco salvajes, al menos en estos dos últimos siglos.
    Solo comprendemos nuestra dimensión y tomamos conciencia de los verdaderos problemas.
    Pero no nos equivoquemos; el día siguiente de nuestro regreso a la civilización, a las 8.00 de la mañana, ese cliente que quiere cambiar de proveedor porque no podemos bajarle el precio nos golpeara en el cuerpo y en el alma con la misma intensidad que lo hacía ayer la supervivencia.
    Eso creo que se traduce por : nos va la marcha.
    Abrazooo

  • laacantha

    Pues, el texto lleno de metáforas , como siempre es muy bueno y nos hace pensar en las cosas eternas…
    Pero , yo me acordé de mis rutas de este verano en las montañas de Benasque ,cuando yo , totalmente agotada , arrastrándome subía al cima , pensando solamente en una cosa -“¡ Que idiota soy! y ¿que coño hago yo aquí ? ” Sin embargo , al día siguiente lo repetía otra vez. Por algo será..

  • Neuriwoman

    Subir esa montaña es todo un ritual, aligeramos el alma a la par que el cuerpo. Y la metáfora final del globo de helio es realmente brillante, porque el verdadero temor no está en la carga que dejamos atrás, sino en la ligereza que nos queda al llegar a la cima.

  • Pedro M Martínez

    Este año tampoco he subido al Pindo.
    La montaña es una religión.
    Tu cuento (¿lo es?) me deja la duda de si en ese tiempo entre dejar el coche y caminar hasta esa primera base (“Esas montañas, tan sencillas y asequibles desde el aparcamiento, se transforman en inexpugnables fortalezas de piedra y bruma al segundo día de marcha.”) para caminar de nuevo con fuerzas reparadas es cuando se te han ocurrido estas ideas.
    Madre mía, ¿dónde has subido? Qué envidia. En mis modestas rutas montañeras la paz de mi cuerpo y mi alma (debe ser por el cansancio) me dejan en una paz de espíritu, de gozo, que apenas puedo pensar, reservo toda la energía para el disfrute.
    Lo has descrito muy bien.
    Lo he entendido aunque este agosto tampoco he subido al Pindo.
    Muchas gracias.

  • Beauséant

    Aunque parezca una excusa, Mónica Frau, la altura, la dificultad de la ruta, son lo de menos. Puedes experimentarlo en casi cualquier lado, siempre que haya algo de naturaleza, pero naturaleza de “verdad”, no esa que han diseñado con escuadra y cartabón en las ciudades.

    Entiendo que los montañeros de verdad, Milena, andan buscando tocar ese cielo con las manos. Por eso nada les parece suficiente, siempre llevan sus cuerpos y mentes un poco más lejos. A mi me vale con mirar esas nubes desde la distancia, casi todo en mi vida lo he contemplando desde la distancia, soy un mirón de la vida 😉

    Buena conclusión- traducción, Gabi C S, tampoco creo que estaríamos a gusto siempre en modo “supervivencia”, ¿verdad? Siempre en las montañas, siempre subiendo, sin comodidades de ningún tipo… Vamos, que sí, que nos va la marcha 🙂

    Muchas gracias, laacantha, Benasque es otro de esos lugares maravillosos, ¿verdad? Siempre hay un momento en las rutas, en especial cuando abarcan varios días, en las que te preguntas eso mismo: qué demonios hago aquí y cómo me he dejado engañar 🙂 Después miras esas nubes, concluyes que la respuesta es la falta de respuestas y sigues el camino. Porque nadie lo abandona a no ser que ocurra algo grave, ¿verdad? Algo nos impulsa a seguir…

    Un ritual, justo, Neuriwoman, no soy nada de rituales y, aún así, cuando subo a la montaña tengo pequeños rituales, sobre la mochila, lo que llevo, el orden de las cosas.. Me alegra que te haya gustado lo del globito, uso mucho los globlitos y sus primas, las pompas de jabón, para explicarlo casi todo.

    Puede verse como un cuento, Pedro M Martínez, me gustan los cuentos para explicarme las cosas, y todo lo que aparece por aquí puede verse como un cuento en el que pongo una gran parte de verdad. En el fondo no ha dejado de ser una ruta modesta, o varias más bien, fueron varios días enlazando refugios de montaña, largo, duro, pero con poca épica, todo bien señalizado y organizado.. aún así, sales de la rutina, te enfrentas a cosas nuevas y, como dices, regresas con el espíritu, esa desagradable vocecilla, un poco más acallado…
    No importa que no hayas podido subir, lsa montañas no guardan rencor, te esperará otro año, ya lo verás, regresarás a él como un viejo amigo al que hace tiempo que no ves y en un momento todo seguirá igual.

    Muchas gracias, Bea, me gusta ir saltando entre metáforas, como esos globitos llenos de helio…

  • Eva

    No siempre subo montañas, aunque también, pero si hago muchos caminos y senderos, a veces sola, otras acompañada, es como una rutina purificadora que te conecta con tu interior, y a cada paso, sueltas peso, angustias y ansiedades, hasta que no queda nada. Solo tú y el silencio, el sonido de un río cercano o el de los pájaros. Si mi perrita va conmigo, siento su respiración junto a la mía y todo está bien.

  • elrefugiodelasceta

    Me aseguraré de pasarle este texto a una amiga que va a subir al Kilimanjaro en enero. Soltar es ley de vida, como ir vaciando la nevera. Si acumulas comida acaba pudriéndose, si acumulas emociones, vivencias, traumas sin liberarlos terminas viviendo en el pasado. Un pasado que se trae al presente es asegurar un futuro ya vivido. Se supone que estamos aquí para experimentar y no para rumiar y regurgitar lo que una vez pasó.

  • Beauséant

    Tengo claro, Eva, que las personas en las ciudades estamos fuera de nuestro entorno. Quizás estamos más protegidos, no lo dudo, pero perdemos una conexión muy fuerte que tenemos con la naturaleza. No hemos sido capaces de unir esas dos necesidades, la de las ciudades con las de la naturaleza, por eso vivimos desconectados.

    Será un honor que mis letras lleguen tan lejos, elrefugiodelasceta, 🙂 Has puesto un buen ejemplo, parece que las personas nos volvemos locas por acumular cosas, sensaciones, experiencias, objetos… y, ¿para qué?, si al final todo se pudre y acaba siendo un lastre que nos impide vivir, disfrutar del presente… Tienes toda la razón, no te la suelo dar, pero cuando la tienes, la tienes 😉

    Una gran idea, José A. García, el viento seguro que tiene un plan, ya nos contarás donde te ha llevado.

    Lo bueno, Citu, es que hay una montaña para cada persona. No hace falta caer en la locura ni jugarse la vida, hay laderas, cuestas, senderos y pistas forestales, y en todas ellas puedes encontrar algo valioso.. un abrazo.

    No quise sacar ese tema, Cabrónidas, porque yo era parte de ese problema. Pero sí, las rutas más conocidas se masifican. Cada vez hay que reservar con más tiempo y es imposible sentirse en soledad allí arriba, o al menos una soledad “completa”.. por suerte siempre hay tramos o rutas menos conocidas 😉

  • "el ángel de la música"

    Quizás, ya va siendo tiempo de ir descargando esa mochila, o mas bien ir dejando retales según caminos, mas que nada porque la esperanza ya es no tan larga como gustaría. Y de vez en cuando parara y mirar atrás a ver cuanto llevo, que no, cuanto queda y a pesar de hacer todo lo posible por no parar, no girar la cabeza, no mirar la carne es débil y

  • Toro Salvaje

    Hace tiempo que no voy a la montaña.
    A la que solía ir llegaba a una altura de 2.400 metros.
    Allí confirmaba lo que pienso sobre la insignificancia humana ante tanta vanidad.

    Saludos.

  • Clarisa

    Me gustan las montañas, el eco de las alturas… Desde que mi padre me llevaba de pequeña, aún insisto en subirlas… A veces son montañas físicas cercanas a mis mares; otras son altas como mis retos mentales, y siempre me aligeran, a mí y a mis mochilas, como bien dices…
    Una metáfora preciosa y muy útil leerte. Sí, somos tan ínfimos, que nos creemos importantes…
    Gracias por este momento de lectura agradable, por compartir tus metáforas.
    Hasta pronto!

  • Maria

    Qué preciosas fotografías, me has hecho subir allí arriba, y he sentido esa sensación que dices. Sentirse más pequeño, ante tal inmensidad de la belleza.

    Es maravilloso sentir que podemos disfrutar de todo esto, porque tú nos lo acercas a los ojos. Sino yo no sería capaz de subir ahí arriba. Y esto no tiene precio, Beauséant te lo digo de corazón. GRACIAS en mayúsculas.

    Un placer disfrutar de esta entrada.

    Que tengas un feliz otoño.

    Un abrazo.

  • Diego

    Me gusta, como a ti, subir montañas. “Están ahí”, como decía Hillary. Y, como dices, la mochila del alma se va vaciando de problemas a medida que asciendes. Para mí, lo peor de llegar a una cumbre es reiniciar el regreso, porque sé que esa mochila se volverá a ir llenando, metro a metro, de las mismas penurias que dejaste en las laderas al subir. Me quedaría a vivir allí arriba.

  • Beauséant

    Nada, nada, Natalia Doñate, no hay montañas pequeñas, cada persona se enfrenta a la misma montaña de manera diferente.. No hagas caso de los “expertos”, que parece que sólo tiene mérito cuando hay que ir con bombona de oxigeno 🙂

    Me gusta eso de “amor fotográfico”, Mannelig, lo explica muy bien, sí…

    Creo que los dos tenemos el mismo problema, “el ángel de la música“, nos pesa demasiado esa mochila, vivimos siempre mirando por el retrovisor, y en ese pasado idílico que vislumbramos, encontramos un refugio demasiado tentador que nos impide mirar al futuro.

    Así es, Toro Salvaje, sólo con contemplar algunos árboles que llevan ahí desde tiempo de Colón, te das cuenta de lo poquita cosa que somos.

    Muchas gracias, Clarisa, por tus amables palabras… Creo que es una bonita herencia esa, la del amor por la naturaleza, la de presentarte a las montañas para que comprendas la verdadera dimensión de lo que somos. Nos creemos importantes, y eso a veces no es malo, nos impulsa a avanzar, pero demasiadas veces nos hace pensar que somos infalibles, y ahí empiezan todos los problemas.

    Lo precioso aquí, han sido tus palabras, Maria, no sabes el calorcito que me dan, gracias a ti… Es una pena que la naturaleza, a veces, nos quede tan lejos. Nunca debimos permitir vivir tan alejados de la naturaleza.

    Acabas de describir perfectamente, Diego, la siguiente entrada que tenía sobre el tema, la baja de la montaña 🙂 Efectivamente, los problemas que dejamos atrás, nos esperan con toda la paciencia del mundo a que regresemos porque… siempre regresamos, ¿verdad?

  • Beauséant

    Parece que vivimos contra ella, evavill y, bien dices, somos parte de ella, deberíamos ser parte orgullosa, pero parece que no, que sólo queremos dominarla.

  • Mento

    No sé leyendo esta entrada si sentir más envidia de ti o de Mandarina. Es curioso las conexiones que se pueden sentir a través de lo virtual y lo físico cuando el trabajo está bien hecho. La fotografía me encanta, el texto es esperanzador. 😉😘

  • Beauséant

    Ir con mandarina es un placer, Mento, no habla mucho, le gusta observar más que hablar, y ocupa poco en la mochila… Me gustan esas personas con las que puedes estar diez, quince minutos, sin decir nada. A la mayoría de las personas les aterra el silencio, tienen que llenarlo con palabras. Muchas gracias por la visita
    Un abrazo,

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