el último gol
Un día jugaste el que sería el último partido con los amigos que creías para toda la vida, y no te diste cuenta. No hubo señales, nada que pudieses leer: ni nubes en el cielo con formas extrañas, ni aforismos encontrados en la caja de los cereales.
Ese día llegó como llegan las cosas que te cambian la vida, a traición, sin darte tiempo para detenerte en ellas. Un trocito de abrumador presente camino de almacenarse en el nebuloso cuarto trastero del pasado al que regresarás, una y otra vez, en busca de aquello que perdiste.
Nadie nos avisó de que aquel córner mal sacado sería el acto final de nuestra despedida. Qué después vendría una larga letanía de excusas: “Estoy liado”, “Se me pasó el mensaje”, “A ver si la semana que viene”.
Los campos de tierra, el banco oxidado donde arrojábamos las mochilas en un acto de rebeldía, las rodillas arañadas… todos esos momentos, convertidos en nada. Creíamos estar forjando una hermandad eterna y resulta que solo estábamos matando el tiempo entre dos cumpleaños.

A veces, cuando algún profesor termina la explicación y pregunta si ha quedado alguna duda, Sylvia tiene ganas de levantar la mano y decir sí, ¿podría volver a empezar desde el principio?, pero desde el principio del principio, desde que nacemos, porque aún no he comprendido nada en estos casi dieciséis años de vida.
David Trueba.
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no queda nadie en la ciudad
21 Comments
Andrea
Me has recordado esa sensación increíble de libertad al salir del colegio, deseando merendar y jugar en el parque…
Un abrazo
Alfred
Nunca, nada, es exactamente como esa sensación perdida.
BDEB
Tanto la imagen como el texto, me traen al recuerdo esas tardes de juegos, en la calle, con un balón, una goma elástica o una pelota de tenis y un palo de madera que hiciera de “bate”. Hay creemos que todo eso que sentimos será para siempre, pero la palabra “siempre” en ocasiones es muy corta…
Un abrazo querido Beauseant.
Carlos Menéndez
Entonces: ¿la Arcadia feliz es la infancia…?
Beauséant
Una sensación que creíamos eterna, Andrea, y que un día desapareció en un chasquido de dedos, dejándonos esa extraña sensación de la que habla Alfred, ese hueco en el corazón.
Para siempre me parece mucho tiempo, que decía la canción, BDEB, la vida adulta nos esperaba al otro lado de esas tardes que definieron lo que seríamos como si lo hubiesen grabado en piedra.
No lo tengo claro, Carlos Menéndez, no tuve una infancia feliz, pero es fácil distorsionar los recuerdos. Quizás la arcadia feliz sea esa, la patria de los recuerdos.
Mónica Frau
Si nos ponemos a pensar que todo lo que hacemos bien podría ser lo último de una categoría de acciones memorables dentro de lo que marca una vida (la última película vista en compañía, el último viaje, la última salida de sabado, etc) quizás nos dispondriamos a paladear con más detalle de todo aquello que vivimos. O no. Por el contrario, pudiera ser que esa forma de pensar nos entristeciera definitivamente, y nos impidiera disfrutar libremente de lo que nos depare la vida. Muy emotivo tu relato, como siempre. Un abrazo
José A. García
Perdemos más cosas de las que podemos darnos cuenta. Eso es la vida, perder.
Saludos,
J.
t&e
Nunca me ha gustado el fútbol y no recuerdo haber jugado ni en el cole ni fuera. Sí, he ido con mis amigos donde jugaban pero me es tan tremendamente aburrido que no lo hice.
Eva
Creo que no perdemos nada. Todo sigue ahí y forma parte de nosotros que somos la suma de todos los momentos que vivimos alguna vez. En mi caso el tránsito de la infancia a la adolescencia coincidió con un cambio de ciudad y tuve que partir casi de cero. Supe (fue una certeza absoluta) que entraba en otra etapa de mi vida, también supe que no iba a gustarme. Conservo a mis amigas de la infancia, una de ellas murió hace algunos años y recuerdo con dolor que la última vez que nos encontramos por la calle, quedamos en llamarnos para tomar un café que nunca llegó.
ConejoOdiaGuordpres
Fui el arquero de la selección de mi colegio, paré varios penaltis, eran buenos tiempos, muy fuertes también, esta entrada me llegó metafóricamente y pues también por lo del futbol. Arriba el Atlas de Guadalajara aunque no gane.
Joiel
Esta mañana, puede que ayer, acabando el día, pensaba algo muy parecido. No sabemos cuándo estamos en una de esas últimas veces, pero todas llegan, por eso toca vivirlas a flor de piel, dejando el cronómetro enterrado en el fondo de cualquier cajón. La vida no espera, nosotros desesperamos, después queda el vacío, un cosmos de recuerdos.
Toro Salvaje
Ha sido leer el título del post y rescatar el poema.
Era obligado:
12 de febrero de 2020
EL ÚLTIMO GOL
Hubo un día
que no recuerdo
en que marqué
el último gol
jugando al fútbol
en la calle
con mis amigos.
Nadie me avisó
del triste acontecimiento.
Ni de la tragedia
que poco a poco asomaba.
Ni de que el futuro
iba afilando sus garras.
Sin darme cuenta
dejé de jugar
y me hice mayor
y la vida ensombreció
y fui convirtiéndome en nada.
Escrito por TORO SALVAJE
49 comentarios:
Beauséant
Eso es verdad, Mónica Frau, cuando dicen eso de “vive cada día como si fuese el último”, siempre pienso si lo pasaría disfrutando de cada momento, o corriendo en círculos mientras grito. Cada paso que damos, cada gesto que tenemos, bien puede ser el último, es una enorme responsabilidad, ¿verdad? ¿he disfrutado de verdad de esa galletita con el café?, cuando he visto a esa persona que me cae bien, ¿se lo he dicho? Bufff
Vamos acumulando cosas que perdemos, José A. García, hasta que no queda nada que perder…
He escrito sobre el fútbol, por la foto, t&e, pero pensaba más en el cine. Antes iba más el cine, me gustaba verlo con amigos, comentar la película, esperar con ganas un estreno… y luego, la nada.
Pues tienes una gran suerte, Eva, y digo suerte, pero no es azar. Conservar a las personas de la infancia requiere un esfuerzo que muchas veces no hacemos por eso, porque tenemos una nueva vida,, porque nos recuerdan cosas que no nos gustan, y lo más fácil es distanciarse. Me alegro mucho por ti, de verdad.
El fútbol, ConejoOdiaGuordpres, suele ser un poco denostado por casi todo el mundo, hay mucho idiota ahí metido (como en todo), pero es verdad que bien entendido, cuando tienes un grupo, da igual si perdedor o ganador, lo cierto es que haces vínculos que parecen complicados de crear en otros entornos… pero no, no te hacía de portero 🙂
Esa es la idea, Joiel, como comentaba Mónica Frau ahí arriba. Vivir con el cronometro escondido, siendo conscientes, pero sin serlo del todo. De lo frágil que son nuestros vínculos, del poco tiempo que tenemos… aprovecharlo todo al máximo porque luego llegará la nada.
No recordaba ese poema tuyo, Toro Salvaje, pero parece imposible describirlo mejor, la verdad. ¿Recuerdas ese gol?, yo casi no recuerdo nada, la verdad, sólo retazos, de rostros, de gestos, pero son como fotografías movidas.
carlos
De alguna manera la melancolía por los tiempos vividos, hayan o no ocurrido, siempre llega a traición, conviene hacerla tu aliado, lo aprendí de muy pibe, ella siempre estará con vos toda la vida…
Me encantaste otra vez, amigo.
Cabrónidas
Hacerse adulto ya es una mierda, pero es que encima tienes que vivir, por fuerza, en ese mundo por mucho que no renuncies a ser el chavalín que fuiste un día. Es una gran mierda. Y te lo dice uno que tuvo una infancia cojonuda y sabe lo afortunado que es hoy en día.
Citu
Lindo relato es duro cuando dejas amistades que creías de toda la vida. Te mando un beso.
María
Nunca se juega ese último partido , si de verdad quieres seguir jugando …Lo siento, otra vez soy la díscola, toca narices …; ) La infancia está sobrevalorada cuando se ve a lo lejos y no digamos la adolescencia, donde se sufre lo q no está escrito..pero ese personaje interior q éramos entonces , sigue ahí , sólo muere si lo matamos , de hecho se siente perfectamente quien lo.mantine vivo , igual q a la gente …Creo q no sabemos cuidar de nosotros y aún menos, de los demás …La mayoría de los amigos no se van, los echamos …somos nosotros mismos quienes nos aislamos , supongo q sin ser conscientes de ello , pero es así …Sí cuidas de la gente, salvo excepciones muy excepcionales, permanecen , leo a Eva y yo misma, sigo teniendo a mí lado ( a 400km: )a mi gran amiga desde los 5 años …Siempre ha estado ahí para mí y yo para ella , eso sí, como las plantas , necesitan riego y abono, si no lo.olvifas y se lo das , crecen frondosas a tu lado…así q creo sinceramente q tienes q practicar un poco más la jardinería …porque lo de aquí , lo tienes dominado ; ) Un beso BEAU!
Etienne
Me quedé pensando en la conveniencia de saberlo por anticipado, esto de que sería la última vez de algo (andar en bici, subirse a un avión, abrazar a un hijo, cruzar la calle…)
De lo inevitable que sería, de lo que nos sume a nuestra vida, de lo que podríamos aprender y luego compartir o bueno, aprender a hacer el duelo por esa pérdida.
Beauséant
Hayan o no ocurrido, carlos, ahí lo has definido perfectamente 🙂 nuestra memoria nos engaña, siempre. Recordamos las cosas de manera distorsionadas, y es ahí, en ese engaño donde arraiga ella, la nostalgia.
Nos empujan a la vida adulta, Cabrónidas, y parece que cada vez nos empujan antes a tomar esas responsabilidades en nuestras decisiones. Da igual que no queramos asumirlo, no perdonamos a los que intentan escapar.
Así es, Citu, y sin darnos cuenta. Un abrazo.
Una vez más, María, me declaro culpable de todos los cargos. De todos los tremendos pesares que arrastro en mi vida que, seamos sinceros, no son para tanto si lo compramos con los pesares reales, de todos ellos, digo, tengo una gran parte de culpa. De las pocas amistades que he tenido, de todas las que he perdido, pues sí, tengo una gran parte de responsabilidad.
Quizás mi forma de ser,la tendencia a encogerme cuando no entiendo el mundo que me rodea, intentando escapar. He intentado cuidar a mi gente, nunca me ha importando si respondían o no, ahí estaba siempre.. pero, al final, pues no sé, me resulta un poco aterrador asomarme a la agenda del móvil 🙂
Será cuestión de jardinería, sí.
Un abrazo
Buff, Etienne, no, absolutamente no querría ese poder en mi vida. Mejor la ignorancia, el azar, el no saber lo que ocurre tras cada paso que damos. No podría vivir con semejante carga en mi conciencia.
Diego
Los amigos que creías para toda la vida desaparecen cíclicamente, se crean y se destruyen a sí mismos. En el cuarto trastero se acumulan los recuerdos, pero ahí siguen, a nuestra disposición. Lo peor será cuando no sepamos dónde está la llave de ese cuarto, o, peor, cuando no recordemos ni dónde se encuentra el cuarto.
Neuriwoman
Me recuerda esa frase de cualquier tiempo pasado fue mejor, así que nos empeñamos en volver a él aunque no lo fuese. Realmente no fue para tanto pero por estrategia el cerebro prefiere borrar lo desagradable porque si nos acordásemos de todo a lo mejor a estos amiguetes no los estaríamos echando de menos