Berlín
Éramos pobres, no como para morirnos de hambre, pero si como para tener que compartir una diminuta pieza en las afueras de la ciudad, y comer sobras recalentadas que nos daban vecinos y conocidos. Nos miraban compasivos y negaban con la cabeza pensando si no estaríamos locos. Qué podían saber ellos, mi niño, nada, absolutamente nada, porque nada nos importaban sus vidas ni sus posesiones. Sólo me importaba despertarme con la luz rallada de la ventana rota, y encontrarme tu cuerpo desmadejado respirando a unos centímetros de mi. Mientras esa imagen fuese real nada podía pasarnos, juntos jamás podrían tocarnos sus estúpidas vidas de oficinistas obedientes.
Éramos pobres, no como para morirnos de hambre, pero si como para no cumplir los pequeños sueños. Viajar siquiera un instante lejos de aquella ciudad, lejos del barrio, de los museos del centro, o de las viejas librerías donde nos demorábamos sin comprar nada. Lugares confinados dentro del límite marcado por las sucias monedas del tranvía. Recuerdo esas monedas metidas dentro del bote del café, como las juntábamos poquito a poco, contándolas con usura y haciendo planes con ellas, que se desmoronaban al cruzarse con la realidad de nuestros días: mis gafas a las que no pude seguir engañando con esparadrapo, o tu dentadura, siempre tan delicada; aún te veo apretando los dientes intentando fingir que no pasaba nada, mientras veía caer sin piedad lagrimas de dolor y rabia.
Pero eso no te detuvo, Berlín era tu ciudad soñada, y allí me llevaste. Un puñado de guías derrotadas de la biblioteca, y unas fotocopias hechas a escondidas de enciclopedias llenas de dibujos, fueron juntadas por tus manos de artista para levantar paralelogramos forrados con fotos de monumentos, que componían un pedazo de Berlín.
Me llevaste con los ojos vendados hasta el rincón, y poniendo en mis manos una vieja cámara que nunca pudimos arreglar me arrastrabas con voz de guía por sus callejuelas, mientras yo reía y aplaudía como una niña tomando fotos imaginarias de aquel trozo de ciudad. El final del recorrido fue en un pequeño restaurante que conocías, improvisado sobre nuestra mesa con un puñado de velas y una botella de vino, conseguida a cambio de Dios sabe qué favores. El vino, las velas, tus ojos, no sé que hizo huir a la niña de las fotografías, y me convirtió en una mujer abalanzándose sobre ti… velas, platos y ciudad rodamos por el suelo haciendo arder Berlín de nuevo el ejercito rojo marchaba, como en otros tiempos llenos de sangre, sobre el suelo empedrado de aquella ciudad orgullosa.
Años más tarde conseguí llegar allí, a Berlín. Llevaba una cámara nueva al hombro, pero cada vez que la levantaba imaginaba tu voz, y al minuto todo aquello me parecía falso e irreal. Una ciudad gris y anónima, fría como el alma de un condenado al que niegan el último cigarrillo. Escondí la cámara reconociendo mi derrota, y pase dos días borracha en la habitación de un hotel lleno de teléfonos rotos.
Ahora he triunfado en la vida, diseño edificios y la gente vive en ellos. Tengo mi foto en la contraportada de un par de libros, y mis colegas sonríen y hacen como si me respetasen. Nunca he vuelto a poner esparadrapo en mis gafas, y duermo sobre un colchón gigante.
Sólo faltas tú, mi niño, para darle un poco de sentido a todo esto.
Para A, por iluminarme con las luces de las ciudades soñadas…
10 Comments
Anónimo
… decía una canción “no estarás sola, siempre habrá que te ayude a hacer las mudanzas; quien te regale besos, abrazos, presencia, sin pedir nada…”
Sublime el texto
la pequeña tortuga
y yo ahora tengo todo lo que quiero a mi alcance, no me falta techo ni comida ni mis caprichitos….qué suerte tengo….sólo me falta él, que se fue hace unos años y cuya ausencia no he podido reemplazar con dinero
Para, que voy a vomitar
De lo mejor que he leído por aquí y, si me apuras, de lo mejor que le leído por los blogs.
Puede ser que hoy esté un poco más sensible, o puede que este texto rezume sensibilidad por cada línea y las dos circunstancias se hayan juntado, pero ha quedado perfecto.
Preciosa historia, con moraleja (no me gustan demasiado), y la escena donde “visita” berlín es totalmente visual y digna de un corto.
Enhorabuena.
migue
Érais ricos, no como para moriros de hambre, pero sí para realizar juntos un sueño.
Bonita historia.
isaaclore
Sólo puedo apuntar que sigo deleitándome cada vez que leo uno de tus nuevos textos. Desde la azotea… Un fiel admirador.
Antagonista
Vaya a saber como llegué hasta aquí!, más la sensación de éstas letras fué intensa y maravillosa, no pude evitar el quedarme cautiva y atrapada en cada punto y coma…
Maravilloso texto, afloran los sentidos y sentimientos.
Gracias y un saludo cargadito de felicitaciones.
Eloísa
El sentido…de la vida.
Beauséant
Gracias anonimo, pero me temo que eso no se puede saber nunca, hay cosas que no decides, simplemente te encuentras de la peor de las maneras, incluso cuando lo tienes todos, pequeña tortuga, siempre hay algo que te incompleta…
De nuevo gracias, para que voy a vomitar, ya sabes, hay días para quemar libros de poesía, y otras para ponerse un poco más sentimental, todo tiene hueco mientras no sea una costumbre 🙂
Si, esa es la idea Migue, enfrentarse a la vida desde los sueños, complicado, lo sé…
Es un placer teneros por aquí, isaaclore..
Lo importante antagonista, no es como llegas a los sitios, supongo que lo importante es lo que encuetras en ellos, nos alegra saber que has decidido hacer un pequeño alto en el camino 😉
Elo querida, creo que el sentido de la vida es otra página de estas que andan por aquí, pero si nos dejas un poco de tiempo, seguro que le encontramos alguno con tu ayuda…
bowie
hola
este texto es lo más bonito que he leído en mucho tiempo. y no soy muy dado a los elogios, créeme. Gracias por compartirlo. Siempre he querido ir a Berlin, además, pero supongo que quiero ir al Berlin que imagino, no al auténtico.
va el abrazo
bs
Beauséant
Suele ocurrir Bowie, por eso es mucho mejor soñar las cosas que hacerlas, la realidad nunca se encuentra a la altura 😉