leer,  mirar

No direction home

No direction homeLas encontré por casualidad mientras buscaba algo de ropa entre el desastre de los cajones; cayeron formando un abanico sobre la alfombra de la habitación y me fue imposible no fijarme en ellas. Casi todas eran fotografías de alguna playa y de paisajes. La primera eran un puñado de troncos clavado en el fondo marino con una utilidad incomprensible para alguien que ha crecido en una ciudad sin mar. En la última aparecía un chico rubio, guapo, con el torso desnudo y moreno que miraba de perfil hacia un puñado de rocas lamidas por el salitre.

Me quita las fotos de las manos y me dice que son de una playa en Croacia. Hace un millón de años, antes de conocerme, antes de todo. Era joven y estaba enamorada, me besa, pero ahora es feliz.

Es como ese viejo acertijo, ¿qué cinco cosas salvarías si tu casa estuviese en llamas?

Lo que el acertijo no nos cuenta es que es una mentira, no hay forma de escapar. No importa lo lejos que vayas o lo mucho que corras, las llamas te perseguirán allá donde vayas, incansables como perros de presa.

Termino de encontrar la ropa y bajamos a la playa, una extensión desierta de arena muy fina que a veces nos devuelve rastros de una civilización casi desaparecida: una radio carcomida por el oxido y otros objetos que apenas podemos reconocer, pero que ella analiza con ojo experto mientras juega a inventarse usos maravillosos para aquellas madagañas; casi todos sirven para curar enfermedades o, su fantasía más recurrente, para viajar hacia atrás en el tiempo.

Ella juega con el mar luchando contra las olas, y yo aprovecho para comprarle unos bocadillos y unos refrescos a un niño medio desnudo. Tiene bajo el brazo un periódico atrasado que consigo comprarle mediante gestos. Es un periódico escrito en español y apenas consigo entender algunos verbos y palabras sueltas, pero las fotografías me hablan en un idioma universal: la primera es de un flamante carro de combate japonés que avanza sobre una posición pobremente defendida por una vieja ametralladora. Al pie de página hay otra foto de un grupo de voluntarios, pálidos, ojerosos, con el terror pintado en la cara, que desescombran los restos de un edificio del que milagrosamente ha quedado en pie una esquina con el nombre de la calle grabado en una placa.

No me hace falta seguir leyendo para reconocer el sitio: calle Augustrasse, en el barrio de Mitte. Otra de las muchas cosas de nuestro pasado cuyo vestigio sólo podremos recuperar en viejas fotografías listas para ser salvadas de casas en llamas.

Ella vuelve de la playa y su piel emite una especie de morse en intermitentes destellos plateados. Sus pequeños pechos quedan dibujados a la perfección a través del bañador, y siento algo parecido al deseo palpitando en cada fibra de mi cuerpo. Me siento viejo y vencido.

Escondo el periódico bajo la tolla y sonrío al ver como ella aplaude al descubrir los bocadillos.

El día se desliza lento y perezoso, suspendido en medio de un tiempo detenido hasta que se rinde y da paso a un tenue anochecer. En la pequeña habitación del hotel la televisión emite un telediario salpicado de imágenes, pero el generador diésel que nos da luz apenas es capaz de mantener el pulso y la imagen nos llega a tirones, ralentizada, dando un toque irreal, como de otro mundo, a la emisión.

Ella se esconde bajo mi brazo y me dice que no es una buena persona. Que cuando era muy pequeña y veía lo guapas que eran sus amigas deseaba que les pasasen cosas horribles. Yo le beso en el pelo y le digo que el tiempo pasado sólo traza caminos, pero no elige ninguno, eso es cosa del futuro. Ella llora y me dice que no importa, que cuando era mayor y ellas ganaban más dinero o tenían mejores trabajos esperaba verlas despedidas, teniendo que sobrevivir con la mitad de dinero e incluso suplicando su ayuda.

Señala a la tele, hacia un grupo de soldados desarmados que desfilan con el puño en alto mientras son custodiados por hombres cansados subidos a vehículos todo terreno. Ahora ellas están allí, quizás muertas, y no puedo dejar de pensar que es culpa mía. Que yo debería estar allí compartiendo su destino.No direction home

La culpabilidad del sobreviviente.

Ella me da un beso con sabor a salitre, me abraza y cierra los ojos.

¿Crees que algún día podremos volver allí?

Me lo pregunta en un susurro, casi casi una súplica. De la misma forma que debieron elevarse hace siglos los rezos a unos dioses caprichosos e incomprensibles.

Rezos, súplicas o amenazas, no importa. Ellos nos crearon, pero al poco de hacerlo se olvidaron de nosotros como quien se olvida de un juguete nuevo que resulto no ser tan fascinante como parecía en el envoltorio.

10 Comments

  • GGM

    Coincido con virgi, y ahora que he vuelto y te releo… me llama la atención ese mundo distópico que has empezado a dibujar. Ojalá hayan segundas, terceras partes… ;).

  • Merce (Filoabpuerto)

    ¿ Hablas de un no-lugar desde un no-sujeto ? trazas la extrañeza,a su vez reconocimiento de algo que puede ser desconocido, desaparecido y/o inexistente, el cansancio de los pasos, la no-melancolía pero también la tolerancia, el no-juicio…. Bueno., mi comentario es extraño, casi como las sensaciones que me ha despertado la lectura de tu “No direction home” . Un abrazo, Beauséant .

    Merce

  • Beauseant

    Un texto un poco largo, tienes razón, virgi 🙂

    Distopía, me encanta esa palabra, GGM. Aunque algunas de las más famosas cada vez parecen más y más reales.
    En realidad sí había alguna parte más, pero las he ido publicando aquí sin mucho orden, y quizás ya sea tarde para buscar un hilo conductor.. (muchas gracias)

    Gracias Merce, me he dado cuenta que cuando estamos inmersos en las cosas, todo es como un cansancio. Aceptamos todo lo que viene y somos incapaces de rebelarnos contra ello. Me gustaba que los personajes pareciesen, por encima de todo, cansados. No lúcidos ni enfadados, simplemente cansados, aburridos. Que todo fuese como una mala pintura que se ha ido descoloriendo con el tiempo…

  • virgi

    Volví.
    No hace falta sobrevivir para sentir complejo de culpa. Es una de las cargas de nuestras educación judeocristiana.
    Besos

  • Vanessa

    Otra historia de las tuyas q como siempre me hacen imaginármela tan real como si lo hubieras vivido de verdad.
    Así es la vida, los caminos se bifurcan y cada uno acaba en un lugar que no sabe si debería estar.
    Me encanta el párrafo final, comparándonos con juguetes.A lo mejor no somos tan fascinantes.
    Besoss

  • Idebenone

    piedra o animal , pero s¿lo cierto es que se sabe mas de la superficie de la luna que de la superficie y el fondo del mar. no creen que puede ser algo con vida. talves un dinosaurio ya que tambien las gallinas , las tortugas , los cocodrilos etc. son tan antiguos como algunos fosiles de dinosaurios encontrados , pudiera ser este otro animal antigua que no se conocia ?

  • Juliette.

    Es la primera vez que me paseo por aquí y me he leído unos cuantos relatos en la primera cita ya. Pero éste me ha fascinado. Hablas y haces sentir más de un sentimiento que puede estar ocurriendo ahora mismo dos calles más abajo de mi casa, y esto me gusta.

    Me gusta como escribes. Es un placer.

    Un saludo.
    Juliette.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *