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el guardián de Pompeya

El guardián de Pompeya, el gran coloso conjurado en lo más profundo del averno por lo viejos dioses para defender y proteger la ciudad parece mortalmente aburrido cuando me acerco a charlar con él.

A pesar del sopor que desprende cada uno de sus gestos me dice que no tiene tiempo para charlas. Que no puede, no debe quitar el ojo al monte Vesubio porque tiene ese algo que no le gusta. Parece a punto de tramar algo maligno contra Pompeya… en cualquier momento, añade con gesto experto.

Me vuelvo extrañado hacía el guía que hemos contratado para la visita en busca de una explicación, pero me responde haciendo gestos como un ventilador enloquecido para que no siga la conversación y continúe mi camino. Es casi un ruego y el pobre tipo parece al borde del colapso y las lágrimas.

Al parecer, me explica después, nadie le ha confesado al guardián que el Vesubio se encuentra justo a sus espaldas, no ante sus ojos, y que la ciudad que debía proteger sucumbió en una nube de piedras, gas y ceniza hace ya unos cuantos siglos. En el año 79, según el folleto que me han dado en la entrada.

Me libero de la mano del guía que intenta arrastrarme lejos y me planto otra vez delante de la imponente mole del guardián dispuesto a resolver el misterio. Oye, le pregunto con toda la inocencia, entonces, ¿el Vesubio es esa montaña de ahí?, y señalo un punto ante sus narices, justo en la dirección contraria en la que puede verse el volcán auténtico.

Efectivamente, me contesta sin apenas prestarme atención y sin dejar de mirar a la montaña. Exactamente esa, y apunta a un montecito un poco ridículo y nada de volcánico a la altura de su dedo índice.

No parece muy amenazadora, añado con voz pensativa y a mis espaldas oigo un quejido ahogado que, no necesito comprobarlo, proviene de mi angustiado guía.

El guardián no parece captar la ironía. Las montañas pequeñas son las más peligrosas, me contesta. Y ahora déjame tranquilo, tengo que proteger Pompeya. Me encanta como reverbera esa palabra en su garganta, todo el peso de los siglos y la responsabilidad encerradas en ese puñado de letras.

Ya sabes como son éstas cosas, me dice el guía cuando me pongo a su lado. ¿Conoces algo de la mitología?, continúa al comprobar que no respondo. Seres todopoderosos, todo el día fornicando, matándose y engendrando criaturas monstruosas como el guardián de Pompeya. No sabían que hacer con él, y lo pusieron a proteger esta ciudad.

Era el trabajo de su vida. Se vuelve ahora para mirar las ruinas de la ciudad excavada en la lava. Respetado y venerado por todos y sólo tenía una tarea: defender la ciudad de las iras de los Dioses… hasta que, zas, chasquea los dedos ante mis narices, te despistas un minuto y cuando te das cuenta la ciudad ya no existe, se la ha tragado el polvo y el olvido.

Debió volverse loco, ¿verdad?, añado siguiendo el hilo de sus pensamientos. El guía asiente sin mirarme, no sabíamos que hacer con él. Cuando le desenterramos se puso a mirar en otra dirección, fingiendo que Pompeya aún existía y que el Vesubio era esa montaña ridícula… y ahí sigue, nadie se ha atrevido a decirle la verdad. Vuelve a leerme el pensamiento y añade, sí, quizás lo sepa y sólo quiere ocultar su vergüenza o quizás sea una forma de locura genuina. En el fondo no creo que exista mucha diferencia entre una cosa y la otra. Cada uno de nosotros decide lo que quiere creer, ¿no?

Cuando acabamos la visita le digo al guía que me espere y le tranquilizo con la mirada. Vuelvo a ponerme a la altura del guardián que parece no haber movido un músculo desde nuestra conversación anterior. Se toma muy en serio su trabajo, eso esta claro. Sobre todo para ser un trabajo imaginario.

Saco algo de fruta que llevo en la mochila, un par de naranjas y un plátano que pongo a sus pies. Una ofrenda, le digo, como agradecimiento por proteger Pompeya.

El guardián, por primera vez desvía por un instante sus ojos de la montaña y asiente en un gesto de agradecimiento en mi dirección.

Cada uno de nosotros decide lo que quiere creer, y si logras hacerlo con la la fuerza suficiente entonces, entonces es indistinguible de la realidad.

20 Comments

  • Alma

    Una vez más aplaudo lo brillante de tu texto, de tu entrada. Casi como sin querer nos llevas a través de un relato a una profunda reflexión… lo que se quiere creer, aquello que se desea ver. ¿Cuántas veces vemos lo que queremos y no lo que realmente es? …¿cuántas veces nos ha pasado de abrir los ojos y decir “cómo pude caer en semejante situación?” …pues pasa, y en muchas más ocasiones de las que queramos admitir.
    Tal vez hagamos como el guardián de Pompeya, miremos hacia otro lado fingiendo que aún todo esté en pie, que nada se haya derrumbado… o tal vez, algún día, nos decidamos a mirar las ruinas, aprender lo que haya que aprender, y comenzar de cero otra vez.

    No está de más decirte que me encantaron tus letras… un beso.

  • Paloma

    Me ha gustado mucho la historia y tiene varias interpretaciones, al margen de la de que cada uno escoge su propia realidad.
    Otra puede ser que la vida siempre te la juega por muy atento que estés, por mucho que quieras controlar. Un segundo de despiste y te estalla el Vesubio en las narices.

    Me da ternura y risa el vigilante mirando al revés, buena idea la de hacerle alguna ofrenda, qué menos!!

    Muy bien escrito el texto y si la foto es tuya, que me parece que sí, también te felicito por ella.

  • Toro Salvaje

    El guardián debe gozar de una gran visión lejana y prodigiosa, y quizás su mirada la vuelta a la Tierra y está viendo Vesubio por el lado opuesto al que todos ven.

    Me cae bien el guardián.

    Saludos.

  • Beauséant

    Muchas gracias, Alma, por hacer que el texto sea un poquito más grande 🙂 Siempre intento envolver la idea dentro de un relato y me alegra mucho cuando alguien lo abre y lo descubre, no porque sea complicado, sino porque requiere hacerse con cariño.
    Es algo que, como tú, sospecho sucede a menudo. Es lo más sencillo, fingir que nada ha pasado, que no hemos escuchado o dicho, que todo sigue igual. Creo que es algo que no puede eternizarse, que algo se pudre por dentro cuando lo haces y acaba saliendo a la luz, pero la cobardía, ay la cobardía.

    La verdad, Myriam, es que después de lo que ha dicho casi no hace falta ni texto 😉

    La foto, Paloma, es de la propia Pompeya. Por algún motivo que no investigué han colocado algunas estatuas modernas en algunos sitios de las ruinas. Esa estaba de espaldas a la ciudad, así, con su lanza y su porte… y, bueno, ahí empecé a pensar en la historia… En todas esas cosas sobre las que no tenemos control y un día explotan, en las cosas que no queremos ver por más que sea obvio…

    Me gusta, Mucha mecerte con palabras, quizás no sean grandes palabras, pero si te dejas llevar acaban llevando a algún sitio, eso seguro.
    (y me alegra que el sistema te deje comentar 😉 )

    Sabía que te caería bien, Toro Salvaje, al fin y al cabo tienes un poco de minotauro en tu interior, ¿verdad? Quizás tengas razón, quizás el vea otras cosas a las que nosotros aún no llegamos. Me alegro de haberle dejado una ofrenda, se lo merece… Cuando le veas, ¿le darás recuerdos?

  • Mento

    La realidad es la que es. La verdad no siempre… Suele diferir dependiendo de quien mire, hacia donde o como se mire. A veces lo mejor es hacer como ese guardián, quien cumple ferviente una orden difícilmente se equivoca. Se equivocará quien la dio, y todo lo demás son matices y devaneos de la apropia existencia. Quizás ni llegue a tratarse de poder o no cambiar los hechos, ni de aceptarlos o no…
    Por cierto la imagen me gusta. Al mirarla desde el móvil parece un guardián de las olas que está a punto de adentrarse en ellas y remontarlas todas.

    Saludos.

  • La chica triste de la parada de autobús

    Quién sabe si en realidad esa loma era el volcan y todos los demás estamos equivocados. A veces no vemos que pueden existir otras realidades. Saludos.

  • Carmen

    Ay cuando llevamos puesta una venda ante los ojos…y cae…
    Magnífico relato y la fotografía,que supongo que la hiciste tú,es absolutamente maravillosa.
    Me ha encantado.

    Besos.

  • Beauséant

    Tienes mucha razón, Mento, pero es una frase demoledora, “quien cumple ferviente una orden difícilmente se equivoca”. Por culpa de esa frase, del yo solo cumplía órdenes hemos asistido a todo tipo de crímenes y muertes… Pero sí, llegado el momento sospecho que la mayoría nos refugiariamos en esa frase tan socorrida…
    Me gusto la foto cuando la vi, tanto que me extraño que no hubiese una fila de gente para hacerla 😉 Puedes hacer con ella lo que necesites, eso sí, comparte el resultado… Y si la quieres en otro formato o resolución no dudes en decirlo.

    Me pasa a menudo, Carmen, lo de equivocarme al meter los comentarios como respuesta y lo de la venda en los ojos… supongo que intento vivir la vida con cierta ingenuidad y cuando la realidad llama a la puerta… pues eso.

    Esa es otra perspectiva interesante, Chica Triste, la diferencia entre los locos y los cuerdos es, muchas veces, una cuestión de tiempo, de que cambie nuestra visión del mundo.

  • Mento

    Lo es, demoledora… más que el mismo Vesubio. Por eso la he limitado en un “a veces” (según conciencia). En este caso concreto se la aplicaba a otra del texto: “Seres todopoderosos, todo el día fornicando, matándose y engendrando criaturas monstruosas como el guardián de Pompeya. No sabían que hacer con él, y lo pusieron a proteger esta ciudad”.

    Acabo de leer tu mensaje, gracias. Me encanta esa imagen, y el enlace que me has pasado al abrirlo se siente como que te transporta a un instante en que se activan otros sentidos, casi puedo percibir el aroma del momento. No me extraña nada lo que mencionas de él. Muchas gracias.

    Ah, y lo de los gatos… tan real que, no te haces una idea del control que debo hacer aún para contenerme.

  • María Dorada

    Un texto reflexivo que nos dejas Beauseant, muy cierto que cada uno decide lo que quiere creer, somos libres de nuestros pensamientos y decisiones, aunque a veces, nos equivoquemos en lo que vemos o decidamos.

    Un beso.

  • Beauséant

    Gracias a ti, Mento, espero que te encuentres un poco mejor, no es una gran frase para dar ánimos, pero poco puede deicirse en estas situaciones…
    Ya me contarás lo que haces con la foto 😉

    Nuestros sentidos, María Dorada, no son tan infalibles como nos gustaría. A veces nos engañan porque queremos engañarnos, a veces lo hacen para protegernos y otras, otras supongo que no son a prueba de fallos. El problema es que, me he equivocado tantas veces, que ya me cuesta encontrar algo que pueda creer.

    Muchas gracias, Manuela Fernández, conozco algunas personas que mienten todo el rato, pero en el fondo no mienten, se creen a pies juntillas las mentiras que cuentan y es muy complicado tratar con ellos… en el fondo me dan un poco de envidia, ya sabes, la gente que no duda, que todo lo tiene claro. Los que trazan la línea y saben a que lado deben quedarse…

  • Mento

    Cuando ví esta foto tuya del post, enseguida pensé en un post que tenía escrito para programar a falta de imágen. La fotografía encerraba un pensamiento, podía verme en ella, con mi idea tan clara y segura de mi como esa roca esculpida que castigan los años. Creo que hay un parte de uno mismo que debe ser fiel a aquello en lo que cree, aunque los demás no lo comprendan. Incluso aunque la realidad nisiquiera acompañe. Y por eso me gustó desde el principio la sensación que me provocaba su visión. El post estaba programado para hoy lunes. Te dejo aquí su enlace. https://ahoraquedamosenelblog.blogspot.com/2019/07/el-guardian-de-mi-hermano.html

    Por cierto, milagrosamente Trece apareció en muy malas condiciones, pero va evolucionando a buen ritmo. Gracias por todo 😉.

  • Beauséant

    Acabo de leerte, muchas gracias por poner la referencia al sitio ..

    Es un tema complicado el que planteas, “Pero la fraternidad requiere de un desprendimiento a buscar el bien propio en favor de perseguir el bien del otro”, en esa frase se encierra toda la sencillez y toda la complejidad de algo que, sospecho, aún no hemos logrado, o no del todo, o no de manera constante…

    No soy de usar mucho la palabra milagro, pero lo de trece tiene toda la pinta de serlo… pobrecillo. me alegro un montón…

  • alessandrinimariamaria

    Es lo que sin cesar buscamos encontrar a cada paso, creer esa verdad que se presenta irónica, cuando nos damos cuenta que la cuerda es muy larga y demasiada corta para poder encontrar lo que nadie supo, excelente.
    Abrazo

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