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territorio hostil

Las ciudades, convertidas en territorios hostiles, no invitan al juego ni a ningún tipo de esparcimiento que no vaya asociado al gasto monetario. Las aceras, cada vez más estrechas, arrinconan a los peatones convertidos en simples espectadores de escaparates o futuros clientes de comercios que prometen satisfacer todo tipo de necesidades.

No queda espacio para mucho más, se trata del territorio de los adultos y de su dinero.

Sin embargo, cuando los niños entran en ese espacio logran llenarlo con sus juegos. Por un momento consiguen que los adultos cedan y abran la corriente de sus recorridos para dejarles un espacio libre en el que poder seguir siendo niños. Las calles sucias y grises se convierten entonces en estadios hambrientos de ídolos, en praderas inmensas o infinitas pistas de carreras.

Los adultos nos apartamos de manera inconsciente porque hubo un tiempo, casi olvidado, en el que también crecimos en ese mundo incomprensible que llenamos con juegos y fantasías. O al menos lo hicimos mientras pudimos sostenerlas ondeando como una bandera en un territorio a punto de ser invadido.

Aunque apenas nos fijemos y los tratemos como un obstáculo más en nuestros apresurados caminos, esos niños nos recuerdan el momento de nuestras vidas en el que todas las cosas, incluyéndonos a nosotros mismos, no tenían un precio tasado.

Ese es el verdadero paso a la vida adulta. No son las drogas o los primeros y torpes encuentros sexuales, es cuando empiezas a disponer de tu propio dinero cuando das el salto a ese mundo desconocido. Como te enfrentes a ese dinero, la importancia que le otorgues y cómo lo emplees definirán al adulto en el que te acabarás convirtiendo con una precisión de la que pasaremos toda una vida intentando escapar.

Dale una paga a un niño y observa. Algunos la sopesarán con aire de notario y te acabarán pidiendo que les abras una cuenta corriente, de repente parecen tener cien años. Otros no, otros se lanzarán sobre la tienda de chucherías como un desembarco de boinas verdes sobre alguna playa de latinoamérica y pasarán el resto del mes marrullando y dando pena para conseguir un poco más.

Lo fácil sería culpar al dinero de todos nuestros males, y algo de culpa tiene, pero en el fondo sólo funciona como un espejo que nos devuelve sin ninguna misericordia lo que realmente somos. Si salimos feos, si somos apenas un borrón del adulto que realmente nos gustaría haber sido, ¿qué culpa tiene el puñetero espejo?


15 Comments

  • Paloma

    Acabo de leer, casualidad, esta frase “ay dinero, dinero, sin manos y sin ojos debería haberse quedado el que te inventó”, es de la Zapatera Prodigiosa, de Lorca.
    Pues eso.

    Me fijo mucho en los niños que veo por la calle, todos me hacen gracia, hasta los niños-notario, jajaja.

  • Ángeles

    “Las ciudades hostiles” es un concepto que me angustia y me apena. Pero es verdad que pueden ser así, abrumadoras y antipáticas, pensadas para los coches y no para las personas.

    Me ha gustado la observación de que los adultos nos apartamos inconscientemente para dejar espacio a los niños, y me encanta la foto de la niña en bicicleta.

    Muy interesantes el texto y las fotos, como de costumbre.

  • Beauséant

    Niños-notario, habría sido un buen título, PALOMA, a su manera son encantadores eso es verdad. Y sí, el puñetero dinero, que saca lo peor que llevamos dentro (aunque a algunos ni tan siquiera les hace falta que sea mucha cantidad)

    Creo que esa tendencia, ÁNGELES, va cambiando un poco, pero de manera muy lenta. Poco a poco las personas vamos recuperando nuestro espacio. Cada vez que veo un grupo de niños en alguna ciudad intentando jugar veo lo complicado que lo tienen, lo agresivo que es todo a su alrededor. Muchas gracias.

  • Anonymous

    Nunca fui una niña-notario.
    Creo que siempre he dado la importancia justa al dinero.
    Permite comodidades,pero no da la felicidad.

    Buena reflexión y buenas fotografías.
    Besos.

  • Toro Salvaje

    Me temo que los niños de ahora ya han sido esclavizados por las pantallas.
    El otro día me comentaba alguien que este año había pocos niños en las calles disfrutando de sus juguetes el día de Reyes… la verdad es que no me fijé pero no me extrañaría que fuera así, y que los Reyes les hubieran traído móviles, tablets, ordenadores, etc…
    La calle ya no es de los niños.
    Yo tuve una infancia de calle, de fútbol eterno, de peleas, de pedradas, de bromas, de persecuciones y de mil perrerías que aún no sé cómo estoy vivo… y me siento muy afortunado por haberla tenido.

    Saludos.

  • Beauséant

    Y, aún así, Mucha, creo que nos entendemos… sabemos los lugares que recorremos y hacia donde queremos guiarnos.

    Gracias, Carmen, en mi entorno siempre hemos valorado el dinero porque sabemos lo que cuesta ganarlo. Y quizás por eso, como dices, intentamos no darle más valor del que tiene, porque no puedes construir toda tu vida alrededor de algo de lo que no tienes suficiente cantidad.

    Tengo sentimientos encontrados con eso, Toro Salvaje, como niño solitario sé que lo hubiese sido aún más con un móvil y con internet al alcance de los pulgares, pero no sé si eso habría sido necesariamente malo… A veces tendemos a ver con demasiado cariño el pasado y… en fin, que no lo tengo claro.

  • .+**+.Kadannek.+**+.

    Concuerdo que se es realmente un adulto cuando puedes sustentar tu vida por ti mismo; esa es la verdadera independencia social, sumado, claro está, a cierta balance psico-emocional también, en que dejemos de culpar al resto de nuestras propias miserias interiores.
    Cuando veo niños por ahí, siendo “niños”, algo se enciende profundamente, como una luz temerosa de ser descubierta que lo recuerda y sabe todo. El niño tiene en toda su completud lo que fuimos y la falta de límites que aún quisiéramos conservar. Son grandes maestros si los escuchamos, si los respetamos y si compartimos con amor con ellos. Podemos encender esa luz de la inocencia aún, jugar un poco más, permitirnos reír más y volar un poco más alto.. Siempre he pensado y sentido que una de las lecciones más grandes que pueden darnos los niños (al igual que los animales) es el vivir el presente; ellos están en el aquí y en el ahora, viviendo la vida, dejándose fluir con la corriente natural como deberíamos hacer de vez en cuando. Hay que seguir ese ejemplo y seremos un poco más felices.

  • Beauséant

    Gran parte de todo eso que comentas, Kadannek, creo que es algo que se aprende en casa, en el ejemplo que recibes de tus padres y en como los ves actuar (muchos padres predican mucho, pero luego los niños, en casa, ven cosas muy diferentes). Me aterra, y quizás sea uno de los muchos motivos para no tener niños, lo maleables que somos a esas edades. Cómo de profundo nos marcarán todas las enseñanzas recibidas en el adulto que seremos.

    Y, es verdad, esa forma que tienen de estar aquí y ahora, de entregarse a lo que les gusta y olvidarse de todo, es algo que acabamos perdiendo y es una pena. Supongo que podríamos, y deberíamos, aprender mucho de eso, pero siempre estamos demasiado ocupados, demasiados llenos de responsabilidades y cosas como para hacerlo,

    Como siempre, has dejado un muy buen análisis y un buen puñado de preguntas. Gracias.

  • María Dorada

    Estoy totalmente de acuerdo con Xavi, ya no es lo que era la calle, antes podías encontrarte con niños por todas partes, hoy en día solo saben mirar las pantallas, incluso cuando están en la calle.

    Se han olvidado de jugar o mejor dicho, no saben jugar, cuando nosotros antes era lo único que hacíamos.

    También algo de culpa lo tienen los padres, el que hoy en día tengan de todo, y no saben valorar las cosas, y es que vivimos en un mundo materialista.

    Un placer estar en tu blog.

    Un beso.

  • alessandrinimariamaria

    El niño dejó de serlo para contemplar la vida desde otra perspectiva, tal cual lo hace el adulto, que lo fue guiando por esa senda de de las nuevas pantallas, la tecnología a partido en dos la inocencia del niño, que ya no sale a jugar a la vereda como antes porque sus padres decidieron que deben quedarse adentro, ya sea por la inseguridad o por comodidad, eso de no ver niños jugando en las calles me pone muy triste. Muy buen texto.
    Abrazo

  • Beauséant

    Lo he comentado varias veces por aquí, MARÍA DORADA, y es que creo que, a veces, tendemos a idealizar nuestras infancias. Sí es cierto que es otro tipo de educación, incluso de valores, y es cierto que muchas de esas cosas me preocupan un poco, pero tampoco recuerdo mi infancia como algo especialmente pleno o feliz. Quizás sea otra forma de divertirse, no lo sé.

    Sí estoy bastante de acuerdo con lo de “tenerlo todo”, parece que ahora los niños deben tener como mínimo cosas que para nosotros eran impensables, pero también es el conjunto de la sociedad el que fuerza ese tipo de cosas. La formación que recibimos ahora se queda corta, hace falta un máster, horas extras, idiomas.. Todo tiene más presión, más urgencia.

    la tecnología a partido en dos la inocencia del niño, esa frase ALESSANDRINIMARIAMARIA, me parece que resume lo que pensamos muchos. No ya que sean buenas o malas, sino que han arrebatado la inocencia. Crecí sin saber una gran cantidad de cosas que ahora quedan al alcance de un click. Las series, las películas, toda esa cantidad de información que llegan sin apenas filtro cambian la visión del mundo a unas edades en las que deberíamos ser más ingenuos… más niños.

    Muchas gracias por vuestra visita.

  • Mar y Sal

    ¡Qué interesante tema! Y profundo. Beauséant, esa foto de los niños es maravillosa, no sólo porque los adultos les rodean como si estuvieran en un santuario, sino porque ¡no tienen aparatos electrónicos en las manos! Parece que juegan a las cartas.

    Para mí el dinero es el instrumento de esclavitud de almas: si no lo tienes, eres un paria, puede que no tengas ni techo, estás fuera, marginado; si tienes lo suficiente, estás dentro, al menos no se fijarán en ti. La golosina de los tiempos de bonanza se convierte, de la noche a la mañana, en el drama de su carencia; donde tenías casa, estás en la calle. Ya no más operaciones estéticas, ya no más palabras amables en tu banco, etc. Ay, administradores de terrores y pesadillas, que algún dios compasivo os lo haga pagar de algún modo, algún día, pronto.

    Y ellos con sus discursos baratos: no hay dinero, no hay, no hay… pero mira qué de cosas para comprar ¡coches! ¡casas! ¡aparatos! ¡Venga, vete al todo a cien y quítate la ansiedad y la depresión! Y el agujero en el alma, cada vez más hondo, cada vez más vacío.

    Esto es lo que descubres de mayor. De niños, estoy contigo Beauséant, solemos reproducir los patrones y valores que observamos en nuestros familiares, que son nuestra primera escuela. Así que, ¡menudo carajal! Y, a pesar de todo, aquí estamos unos cuantos, llevándoles la contraria a nuestros maestros de vida y cuestionando esas presuntas “verdades”.

    Me ha gustado leer la gran variedad de comentarios. Un saludo a tutti.

  • Beauséant

    Me sorpenden siempre tus comentarios, MAR Y SAL, muchas gracias.
    Me cuesta mucho hacer esas fotos con gente que no saben que salen en las fotos, son un poco falta de respeto. Pero esa foto, como dices, me pareció maravillosa, de repente se habían creado un pequeño mundo en medio de la multitud… para jugar a las cartas. Nada de móviles o máquinas, unas simples cartas… parece una foto de hace diez o quince años, pero no.

    El sistema, tal y como lo hemos montado, es una locura, una fábrica de gente que nunca estará satisfecha, que siempre correrá, correremos, a por la última novedad, la siguiente sensación, el like o el me gusta… Todos somos un poco culpables, porque llevamos esos patrones con nosotros y los compartimos, quizás incluso los imponemos.

    Creo que es casi imposible salirse de ello, me gusta reflexionar, escribir sobre el tema, pero nunca encuentro soluciones, por eso me gustan tanto los comentarios, porque aportan cosas, dan puntos de vista y de vez en cuando te llevan la contraria. Eso último es bueno, porque nos obliga a cambiar las gafas de ver de cerca por las de lejos y, claro, se descubren cosas nuevas.

    Muchas gracias por pasarte, un place leerte.

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