leer,  mirar

En fin, literatura

literatura El jardín de la casa ha sido invadido por una miríada de mariposas de papel. Algunas pequeñas otras enormes, pero todas dignas representantes, en sus mil colores y formas, de grabados teratologícos.

Vinieron al caer el sol aleteando como un único individuo atraídas, quizás, por la luz y las ventanas abiertas. Desde entonces anidan entre las plantas y emplean el tiempo en mascar con indiferencia cantidades ingentes de hojas impresas y grabados de la biblioteca. Mientras lo hacen me dirigen torvas miradas cargadas de inteligencia.

Yo las capturo por centenares en campanas de cristal y destilo sus cuerpos machacados en enormes alambiques de los que sale un fino licor que es pura literatura.

Con el primer intento obtuve un collage donde predominaban trozos sueltos y casi intactos de un manual de mi vieja Zenith que las pobres apenas habían podido digerir, estaba en ruso. Lejos de dejarme llevar por el desanimo decidí variar la dieta, y vi como se abalanzaban con deleite coprófago sobre los Cortazar y los Bolaños, como hacían lentas y sesudas digestiones al sol con los Grass y los Borges e incluso Gibson, al que miraban con recelo en un principio, les acabo transmitiendo una ansiedad casi suicida y terminaron en encarnizadas peleas por cada párrafo.

Hasta ahora he logrado dos novelas, primera y segunda parte, sobre un asesino misterioso que descuartiza a sus víctimas en cinco partes que abandona en cinco lugares de la ciudad. El hijo de una ellas, un tipo que lleva cinco años sin salir de casa, comprende que debe actuar al comprobar la incompetencia palmaria de la policía. Ni tan siquiera pude extrañarme cuando en medio del meollo aparecieron los templarios y una antigua secta de Jerusalén.

Un pasquín inmundo, en definitiva, que marcha ya por su séptima edición y sobre el que mis amigas aladas no se habrían molestado ni en escupir.

Con el tiempo he comprendido que la única posibilidad de alcanzar la obra cumbre, el compendio inmortal que sea luz y norte de la literatura, no es otra que atrapar a la que yo defino como la reina, aunque desconozco su sexo. Cuando todas se encuentran atrapadas en pleno frenesí devorador, ella aparece agitando sus alas y todas se apartan para dejarla elegir los mejores bocados. Las descripciones más arrebatadoras, los más bellos pasajes sucumben en sus delicadas mandíbulas. Ella es la que se lleva ese trozo de inmortalidad presente en cada libro por infame que sea.

Pude atraparla una vez, pero idiota de mi la dejé escapar. La tuve sepultada bajo una de las campanas de cristal y maravillado por su belleza me dediqué a observar su vuelo y sus gestos antes de darle fin. A la mañana siguiente encontré la campana destrozada y miles de sus compañeras muertas a los pies. Habían pasado toda la noche dando sordos cabezazos sobre el cristal, tump tump, destrozando sus pequeños y etéreos cráneos, tump tump, hasta conseguir abrir una brecha para su reina.

La fuerza de una hormiga siempre reside en el hormiguero.

Algún día se darán cuenta de que juntas son inmortales y pondrán a sus pies este agujero medio vacío que llamamos Universo.

Entonces todos los poetas y literatos serán esclavizados y todas sus obras serán inmoladas a un tipo de inmortalidad con el que nunca soñaron.


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9 Comments

  • v

    Habrá que aprender de las mariposas, de las hormigas, incluso de los escorpiones…¿qué te parece?

    Yo también tuve una Zenith y bastante uso que le dí.
    Besos besos

  • L.

    Palabras voladoras.

    Eso pienso cada vez que acaba la sesión.

    Me levanto del diván e imagino mis palabras como tus mariposas.

    Cuánta razón en lo del hormiguero.

    Me gustó mucho.

    (Como siempre!).

  • Beauseant

    Tendríamos mucho que aprender de todos ellos, es cierto V, pero nuestra sangre, nuestra genética transita otros caminos más llenos de violencia.

    Muchas gracias, L. Ojalá todas nuestras palabras pudiesen ser voladoras, y nunca tuviesen que ceñirse a una hoja en blanco o una pantalla parpadeando.

    Atrapasueños, es una bonita palabra, Adolfo Morales, lástima que los míos no caigan en las viejas trampas 😉

  • Vanessa

    Me ha gustado esta historia, aunque sea ficticia, me han entrado ganas de guardar todos mis papeles por si acaso…
    Me las he imaginado todas juntas y me ha hecho sentir pequeña e insignificante.
    Tump, tump (en la pantalla.
    Besoss!!

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