leer,  mirar

al tercer día

Los gritos de las gaviotas son el alma de los marineros que no fueron sepultados en lugar consagrado. Me dice con firmeza al poco de conocernos como si fuese una verdad inmutable que no admite discusión, una ley del universo puesta al lado de la rotación terrestre o la órbita de los planetas. Por eso es importante encontrar los cuerpos, para poder enterrarlos donde corresponde, añade bajando la cabeza como si buscase respuestas en la taza de café que cobija entre sus manos llenas de cicatrices.

Habían llenado la colina de cruces blancas que refulgían como piezas de delicada orfebrería entre los verdes y marrones apagados de la vegetación. En cada hueco del camino surgían hornacinas que casi siempre albergaban pequeñas estatuas de la virgen, pero que a veces se mezclaban en una extraña confusión con figuras paganas de sirenas con generosos pechos o trasgos diabólicos tallados en hueso.

Lo pagano y lo sagrado, lo divino y lo humano formaban una extraña amalgama en aquella tierra que era frontera y final del mundo conocido. Una tierra dura que no otorgaba segundas oportunidades.

Las cruces, las hornacinas, toda esa imaginería servían de faro para marcar el camino de regreso a esas almas perdidas que gritaban dentro de las gaviotas y que daban vueltas buscando un lugar sagrado donde encontrar descanso eterno.

Las gaviotas parecían ajenas a esos esfuerzos por salvarlas. Volaban indiferentes sobre nuestras cabezas y nos envolvían en sus gritos y peleas. Todos a mi alrededor se santiguaban al escucharlas y lanzaban al aire viejas oraciones. Eran aves de mal agüero, pero nadie se atrevía a tocarlas.

Cada domingo un reguero de mujeres subían cargadas con ramos de flores y rezaban a los nuevos y a los viejos dioses. Hijas, madres, novias, todas envejecidas de manera prematura rezando, no por un milagro que aquella tierra parca nunca concedía, pero al menos imploraban por un cuerpo que poder enterrar, algo con lo que llenar las tumbas recién cavadas en las afueras del pueblo.

La mar devuelve los cuerpos a los tres días. Sentenciaron en la taberna del pueblo y todos asintieron taciturnos. Nada más decirlo bajaron la cabeza avergonzados como si hubiesen compartido algo demasiado valioso ante un extraño que podría burlarse de sus creencias.

Las noticias se esparcieron por la costa a la velocidad de las premoniciones. Un carguero con bandera inglesa, roto por la mitad en medio de la tormenta. Apenas un juguete en las manos caprichosas de algún dios enfurecido.

Era cierto, tres días después del naufragio los cuerpos aparecían tirados en desorden a lo largo de la costa. Cuerpos rotos, deformes y aplastados como si un felino de proporciones cósmicas hubiese jugado con ellos y los hubiese abandonado con indiferencia.

Pero el mar no siempre devolvía todos los cuerpos. Algunos no aparecían nunca. La mar decide quedárselos, me explicaron, ha visto algo especial en ellos. Y después de decirlo se quedan todos atrapados en ese silencio espeso en el que la imaginación otorga las explicaciones. Las conversaciones tardan mucho en retomar su ruidoso ritmo tras ese tipo de confesiones.

El día después del naufragio subí con las mujeres por aquel penoso camino lleno de curvas que unía los acantilados. Empezaron sus rezos, una lenta letanía que nos recorría como una corriente eléctrica y nos hacía movernos siguiendo al unisono las oraciones. El aire salino vibraba, nuestros cuerpos transpiraban el olor del miedo, los rostros tensos como mármol recién tallado.

Nos detuvimos a poner flores en una de las cruces, alguien a mis espaldas rompe en un llanto que es casi un grito y todas las mujeres forman un círculo alrededor de la joven viuda. Al fondo, un rayo de sol se abre paso entre la niebla iluminando el faro al final del acantilado y haciendo emerger las cruces blancas de la tierra.

Las mujeres empezaron a llorar en silencio, se abrazaban y caían al suelo derrotadas con los brazos en alto.

La señal tanto tiempo esperada, la luz de vuelta a casa. Las plegarías escuchadas, a los tres días el mar entregaría los cuerpos. No habría supervivientes.

24 Comments

  • Angeles

    Un relato cargado de atmósfera y sensaciones. Se huele el aire, se siente la humedad, se oye el mar y las gaviotas, y los pasos de las mujeres… Muy logrado, pero tendrás que reconocer que las fotos te han dado el relato hecho, eh? Es broma, es que son maravillosas y muy sugerentes.

    Saludos.

  • Myriam

    Un relato muy marinero. Me gusta el tono melancólico, introspectivo, y trágico que le has dado. Las fotos, como siempre, muy buenas. Un abrazo.

  • María

    Como un dios blanco iluminado desde el cielo…esta vez voy a arriesgarme, juraría que este faro tuyo es el de Cabo HOME, en Cangas y si no es, es exactito, aunque te juro que con tus impresionantes fotografías le sacas un perfil aun más bonito del que tiene ; ) estos días tenemos el cielo así de oscuro casi todos los días, se prepara una tormenta durante el día y descarga al atardecer o por la noche. Es verdad que la costa gallega está plagada de cruces, demasiados naufragios, demasiados muertos. El mar en esta tierra siempre es tu mejor amigo y a veces, el más cruel de los enemigos y es verdad tb que las mujeres de los marineros tienen una eternidad de años encima aunque no sean mayores, como si la vida se les fuera cada vez que sus hombres embarcan y ellas esperan. Esperar es lo peor, incluso aunque regresen. Afortunadamente casi siempre lo hacen, pero mientras, ellas tienen que hacer de padre y madre de sus hijos, pescantinas, mariscadoras, son unas mujeres durísimas, así que si una de ellas te dijo con esa rotundidad que los gritos de las gaviotas son el alma de los marineros perdidos, creételo, aunque debe haber cientos de náufragos desaparecidos, porque las gaviotas siempre chillan ; ) Precioso, letras e imágenes, pero …me has llenado de morriña, a ver si se me pasa : )

    Un beso BEAU, gracias por toda la belleza que compartes!

  • Beauséant

    Un poco sí, ANGELES, primero salieron las fotos y luego apareció la historia casi de forma natural. El faro con ese rayo de sol y las cruces ya casi contaban la historia por sí solos. Muchas gracias por tus palabras.

    Muchas gracias, MYRIAM, es un lugar especial Galicia, de esos sitios que tienen un aire de tristeza pero que no puedes dejar de visitar.

    Existen muchos tipos de humedad, TONYERIK, efectivamente. La exterior puede mitigarse de alguna forma, mediante abrigos, una estufa-.. la que llevamos dentro no hay forma de sacarla fuera.

    Esperaba tu comentario, MARÍA, 🙂 Sí, es el Cabo Home, con algo de trampa, hice dos tomas, una sola para el faro, para que quedase bien definido ahí al fondo porque se lo merecía.
    Quizás muchos días como ese que describes acaben cansando en su eternidad de nubes y lluvia, pero cuando voy a Galicia estoy deseando tener esos días… y, claro, cuando aparecen esos días es inevitable pensar en lo dura que es esa tierra, tanto en el interior, con ese mar que pide su tributo, como en la tierra, que es fértil, pero con terrenos abruptos y complicados, como si la naturaleza se mostrase reacia a entregar sus frutos.
    Y las mujeres, es verdad, quizás con las nuevas generaciones el progreso haya suavizado un poco las cosas, pero cuando hablas con las mayores, con esos mapas de sufrimiento que llevan tatuados en los rostros, te das cuenta de lo mal que han tenido que pasarlo. La cantidad de ellos que se fueron de allí para no volver la vista atrás, los que se quedaron por el camino…
    Quería hablar de todo ello y me ha salido un texto un poco atropellado, imperfecto, pero no tenía claro como abordarlo.
    Así que gracias, como siempre, por leer y por ampliar el texto
    Un abrazo

  • José Luis

    Es como estar ahí, dentro de esa narrativa que describe con riqueza de detalles y transmitiendo ese suspense que como electricidad pende del ambiente creado.
    Qué se puede decir de las fotos: brillantes, impactantes, maestras, acompañantes de las palabras.
    Sobre todo la tercera, es una obra maestra, nítida, bien trabajada, con sus claroscuros en el lugar necesario.
    Mi aplauso, Beauséant.
    Saludos.

  • अनत्ता 光 心

    Las fotos, muy buenas. La tercera es espectacular, maravillosa, muy bella.
    No es difícil imaginar la furia del mar y los elementos en ese enclave, en las grandes tormentas. Ha de ser brutal, sobrecogedor.
    El relato retrata todo un mundo, en los múltiples sentidos del término. Incluyendo lo psicológico y lo emocional. Cuánta oscuridad, dureza y sufrimiento.
    Al final… asoma un poco de luz. 😀

  • Mucha de la Torre

    Me gusta como escribes y me maravillas
    Sigues con ganas de hacerlo no te has cansado como yo, que mi escribir esta casi en un recuerdol –
    Me da lo mismo hacerlo o no hacerlo -a todo desde el escribir al comer- a salir a pintarme haciéndome de nuevo Te abrazo desde lo lejos
    Besitos van…

  • Frodo

    En qué clima nos introdujiste con ese relato y esas tremendas las fotos.
    Veo que es el faro que está por allá, en la tierra de mis ancestros (un poco más al sur nada más) y que algún día tal vez visitaré.

    Abrazos, Beau!

  • Jo

    siempre los relatos con atmósfera marina me trae muchos recuerdos de mi infancia. sobre todo los que están llenos de metáforas y leyendas…
    casi puedo sentir la brizna del viento con mezcla húmeda y salada golpeando la cara
    me acordé de que en el puerto de Acapulco acá hasta organizan una expedición para visitar una virgen enclavada dentro del mar que es una tradición del lugar,
    el mar tiene magia
    tiene misterio
    y es sabio seguro que si

  • Doctor Krapp

    Estoy viendo un espacio conocido a través de tu fascinante texto. El espacio es el Roncudo donde se consiguen los mejores percebes del mundo, allá en Corme en plena Costa da Morte. Allí las rocas están llenas de cruces por los muertos en la batalla contra el mar bravío.
    En todo la costa hay huellas de naufragios que se colocan en pequeñas iglesias y ermitas. Dice la historia que una vez se estrello un barco con leche en polvo y que los habitantes de la zona pensando que era pintura encalaron las fachadas con ese regalo oceánico. Luego llegó el verano, las moscas y el desengaño.

    Saludos cordiales

  • Mucha de la Torre

    No hay nada que te haga mas feliz que 💋😘💋😘💋😘💋😘💋😘💋😘Dar

  • Toro Salvaje

    El relato es magnífico.
    Para ganar un concurso serio de relatos.
    Mi felicitación.

    En mi barrio debe haber muchos marineros desaparecidos… cada vez más.

    Saludos.

  • Anonymous

    Debe ser doloroso esa pérdida, ya que el último saludo, y no verlo mas, terrible tragedia, los rezos y el llanto dan pie al dolor guardado por el tiempo, la sospecha que un dia todo terminaria asi. Excelente relato, gracias.
    Abrazo

  • Beauséant

    Un placer inmenso haberla podido compartir, JOSÉ LUIS, me ha costado darle forma a la historia porque quería contar demasiadas cosas, así que me alegra mucho leer que he logrado introducirte en la narrativa. La tercera foto fue mitad paciencia, mitad golpe de suerte 😉

    Es un lugar bastante duro, अनत्ता 光 心, ahora llegas con el coche caminas un poco y es hasta bucólico, pero es fácil, una vez que te asomas al acantilado, imaginar cómo serían las vidas de los que vivía allí no hace tampoco mucho. Los inviernos en esa tierra sin casi vegetación, obligados a salir al mar, esos faros que eran el único anclaje a tierra. Al final, sí, aparece un poco de luz, pero es una luz tenue, no hay supervivientes, la mar cobra su peaje y la humanidad seguirá intentando doblegarla.

    Me sigue gustando escribir, MUCHA DE LA TORRE, nunca tengo claro durante cuánto tiempo ocurrirá, sólo espero saber reconocer cuando ya no sea así y marcharme sin mucho ruido.

    Es una historia brutal, DOCTOR KRAPP, no me importa si es verdad o mentira porque dice mucho sobre esa tierra y las personas que la habitan. Tengo pendiente un viaje allí de nuevo, la Costa da morte es uno de esos lugares mágicos… Muchas gracias!!

    Buff, eso que dices es apuntar muy alto, TORO SALVAJE, pero te lo agradezco. Hace tiempo lo intenté, lo del los concursos de relatos, pero nunca me adaptaba al formato, la longitud y las historias nunca eran buenas… Por eso decidí abrir este pequeño rincón, aquí hay menos restricciones y miedos 🙂

    Así es, ANONYMOUS, cuando hablas con esas personas te das cuenta que casi siempre han asumido la pérdida, pero lo que necesitan es poder enterrar el cuerpo, poder cerrar de alguna forma esa etapa y empezar la del duelo.. un lugar donde encontrarle…

  • Cabrónidas

    El océano nunca ha sido muy amigable con nosotros. O bien nos saca a patadas, o nos traga en sus entrañas. Y sin embargo qué tendrá, al margen de los nutrientes que nos ofrece, que nos seduce y atrapa nuestra mirada tanto como tus fotografías.

  • Citu

    Uy es un relato conmovedor e inquietante. Logras plasmar muchos sentimientos en tan pocas líneas. Te mando un beso.

  • Fackel

    Tu texto embarga y traslada. Hace pensart en los conceptos: las almas perdidas, los naufragios, los hundidos, el retorno hecho muerte por mucha oración que se eleve, las aves de mal agüero, las viudas y sus lloros, y ese océano dios que no entiende ni de humanos ni de especie alguna, y que erosiona piedras y vidas. En ese sentido un relato así emula gratamente las más antiguas narraciones de la aventura humana. Como vemos todos los días, los naufragios devoran a los hijos de Asia o África en las costas continentales y no hay ni dios ni tribuno que corte la sangría. Así se escribe también la Historia. Salud y felicidades por el relato.

  • María

    A costa da morte, es mucho más al norte en A Coruña, mucho más abrupta aun que Cangas que pertenece a las Rias Baixas en Pontevedra, ahí sí que ha habido naufragios, muchísimos más que en Cangas, el Atlántico ha sido siempre inmisericorde con toda la costa gallega, mordiéndola, recortando la tierra y la vida de muchísimos marineros, por eso sus mujeres son tan fuertes, nacen sabiendo que tienen que vivir en perpetua lucha con un mar que les da la vida y se la quita, con la misma facilidad. Siempre me ha llamado la atención algo muy curioso, las mujeres de A Costa da Morte, son las más duras y a la vez las más delicadas. Hacen un encaje que se llama “de bolillos” con unos palillos de madera que manejan con extremo virtuosísimo y velocidad hasta tejer verdaderas maravillas, el más preciado es el de un pequeño pueblecito que se llama Camariñas en plena Costa da Morte, los tejen mientras sus hombres cuelgan de las rocas aguantando las embestidas del mar para recolectar los preciados percebes o navegando, son como pequeñas Penélopes a la espera de sus Ulises ; )

    Un beso BEAU!

    PD
    En realidad y lo olvidé al leer los comentarios –soy un desastre- por lo que me acerqué, a parte que leerte y ver tus fotografía siempre es un gusto, es porque acabo de enterarme que tu nombre BEAUSEANT es el nombre del estandarte de los templarios jaja siempre me he sentido muy unida a esta orden porque en Ponferrada de donde soy, hay un castillo suyo, de los mejor conservados de España, en fin, que los ponferradinos y el temple siempre hemos sido muy buenos amigos jaja y no tenía ni idea, siempre pensé que tu nombre era el de algún poeta o artista francés ; )

  • Beauséant

    Tampoco los humanos nos hemos portado muy bien con él, CABRÓNIDAS, lo hemos usado casi de vertedero, de tumba y de lugar para experimentar bombas nucleares… si lo piensas bien hace tiempo que debería habernos engullido..

    Muchas gracias, CITU, lo guardaré 😉

    Cuando me asomo al mar, FACKEL, entiendo esa fascinación que sentían los pueblos antiguos. Todo lo que lo rodea tiene una mística especial, imagina cruzar sus aguas en embarcaciones que apenas flotaban, encontrar tierras descocnodias al otro lado, especie de animales nuevas… La vida de la humanidad va unida a ese agua salada, al puñado de griegos locos que un día se atrevieron a cruzar un mar simplemente para contar lo que había al otro lado. Hoy ha perdido algo de esa mística, hay gps, se ha hurgado en sus entrañas.. pero sigue siendo ese dios furioso que, de vez en cuando, se cobra su peaje y nos devuelve viudas, padres sin hijos y que es una presencia constante… Gracias por tus palabras.

    Me ha gustado mucho ese contraste que has señalado, MARÍA, lo del encaje de bolillos. Es una técnica complicada, que requiere mucha paciencia y cuyo único fin es que “quede bonito” y todo eso, como bien señalas, en un entorno duro, inmisericorde. Pero creo que eso es algo que hacemos los humanos, ¿no? Adornar el horror, levantar una barricada de algo que simplemente sea bonito en medio de tanta lucha por la supervivencia… Es, supongo, una forma de no volverse locos…

    Sí, el nombre es justamente eso, el estandarte templario, la bandera blanca y negra, aunque también tiene algún significado, depende de la fuente donde preguntes… Hace tanto tiempo del nombre que no recuerdo muy bien el motivo de ponerlo, al igual que el del sitio… ya sabes, hay momentos en que todo encaja y lo ves a la perfección y luego el tiempo pone su parte de bruma y su parte de olvido… Le tengo cariño a los dos nombres, así que ahí se quedaron 😉
    Un abrazo enorme.

  • kasioles

    Mientras leía tu entrada, y sin pretenderlo, debí de meterme tanto en el relato, que me vi participando en esa procesión de mujeres que lloraban e imploraban a Dios y al mar, que les devolviese los cuerpos de aquellos que habían formado parte de sus vidas y hoy eran solo un lamento.
    Cerré los ojos, me trasladé un poco más allá de mi tierra y siguiendo el graznido de las gaviotas, llegué hasta la costa da morte, solo con mirar los acantilados y el mar enfurecido chocando contra las rocas, no pude por menos que sentir un escalofrío recorriendo mi cuerpo.
    ¡Pero que bien escribes, amigo mío!
    Cariños.
    Kasioles

  • Diego

    Quizás la razón de los cuerpos no devueltos sea que prefieren quedarse para siempre en el mar que tanto amaron en vida. Habría que preguntarle a las gaviotas.
    De tus maravillosas fotos ya lo han dicho todo tus comentaristas.

  • Beauséant

    Muchas gracias, kasioles, el lograr que alguien entre en la historia es lo más bonito que puede decirse de cualquier texto… así que me alegra mucho haberte acompañado en ese recorrido… Un abrazo.

    Esa es la otra cara del texto, Diego, tienes razón. En el fondo nadie les ha preguntado a las gaviotas si quieren ser salvadas. Supongo que damos por sentadas demasiadas cosas y muchas veces no entendemos nada… bien visto.

    Perdona, Jo, acabo de rescatar tu comentario del SPAM, el sistema que tengo a veces se pone un poco sensible por algún motivo que desconozco. Lo que comentas es cierto, el mundo de los marineros se encuentra repleto de leyendas. Las pocas veces que he hablado con ellos acabas por entenderlo, a pesar de toda la tecnología actual sigue habiendo una parte importante de azar. El lograr volver a casa no queda en sus manos, así que buscan explicaciones en cualquier lado… y además, en alta mar, tienen mucho tiempo para pensar 😉 Un abrazo.

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