las niñas del bosque
Nuestra madre no era como el resto de madres, es algo que comprendimos demasiado pronto; rehuía el contacto con otras madres y nunca venía a buscarnos al colegio. Muchas veces ni tan siquiera estaba en casa cuando volvíamos de las clases.
Es difícil de explicar, pero cuando al final del camino veíamos aparecer aquella casa de un blanco brillante y ventanas azules, nos resultaba fácil adivinar si nuestra madre se encontraba en el interior esperándonos.
Aquella casa nos recibía como dos extrañas que no eran bienvenidas y lo habitual era encontrarnos la puerta principal cerrada por algún golpe de viento. Nos tocaba entonces dar la vuelta para escalar por el murete que protegía el huerto y entrar por la puerta trasera que no tenía pestillo. Primero trepaba yo, sobre las manos de mi hermana; luego, una vez arriba, tiraba de ella que apenas pesaba nada con sus huesos de gorrión.
El vacío del interior de la casa cuando faltaba mi madre era una presencia física. Algo denso y palpable que se apropiaba de nuestros cuerpos como un susurro entre la niebla.
Mi hermana y yo nos movíamos por aquellas estancias como dos intrusos en medio de la noche, intentando no hacer ruido y sumidas en un silencio reverencial. La casa crujía, devolvía nuestros pasos con un eco sordo que sonaba como un reproche, un aviso. Intentaba decirnos algo en un idioma que nunca hicimos nuestro.
Casi toda la comida que recuerdo de aquellos años provenía de alguna vecina que, al vernos llegar, aparecía en la puerta con alguna tortilla o toscos trozos de empanada llenos de tropezones de carne. Nos los entregaban sin decir apenas una palabra y con unos ojos que lo decían todo. Aún éramos un pueblo pequeño, una comunidad en la que de alguna manera nos sentíamos obligados a protegernos entre nosotros ante un mundo que nos resultaba demasiado nuevo.
Por la tarde, cuando la casa nos oprimía demasiado, salíamos a buscar a mi madre hasta el bosque a través de una desdibujada senda que escapaba serpenteando del pueblo.
Al vernos aparecer su rostro se iluminaba en una explosión de puro júbilo y venía, brazos abiertos, a nuestro encuentro. Otras veces no, otras veces lloraba a medio camino entre el miedo y la tristeza porque los susurros del viento entre la vegetación del bosque le habían dicho que no volvería a vernos.
Aquel bosque era nuestro futuro y nuestro pasado. Toda la vida del pueblo crecía entre sus raíces. Cada promesa rota, cada niño perdido, cada sueño abandonado… todas las cosas que alguna vez fueron y aquellas que nunca existieron, encontraban refugio entre aquellas sombras que tejían y destejían las vidas en una letanía tan vieja como la propia humanidad.
En ese bosque habitaban dioses y demonios, y nadie sabía bien cómo distinguirlos.
Mi madre había perdido demasiada gente y había asumido que al final la vida era eso: resistir mientras te van quitando cosas hasta que ya no te quede nada por ser arrebatado. Ya entonces, a mi madre le costaba distinguir la realidad del día a día de aquellas historias susurradas por las encinas, los castaños y los robles. Todo formaba un conjunto indistinguible sin principios ni finales.
Cuando volvíamos a casa, mi madre me cogía de la mano y mi hermana se hacía la remolona hasta poder coger la que me quedaba libre. Me apretaba entonces con todas sus fuerzas para atraer mi atención y me miraba con dos signos de interrogación brillando en los ojos.
Yo me encogía de hombros sin nada que decir. Mi hermana era aún demasiado pequeña y creía que la vida era algo sencillo y delimitado. Un conjunto de instrucciones que si eras buena y seguías el orden escrito en sus páginas te otorgaría la ansiada felicidad.
La vida rara vez tiene una explicación, eso es algo que ella aún no comprendía, que en la vida rara vez obtienes lo que te mereces. Lo normal es encontrar aquello de lo que no supiste escapar a tiempo. Todas esas sombras en los bosques que, tarde o temprano, acaban por atraparte.
16 Comments
Anonymous
Tu relato es tan vivido que se puede saber lo triste de esa niñez, casi las explicaciones no sería suficiente, por que no la tiene, me gusto, al leer pude observar que tenía mucho de prosa poética.
Abrazo
MARÍA
¡No sé qué paso! la anónima soy yo amigo
Toro Salvaje
Una infancia inquietante…
Los niños son tan vulnerables que los adultos deberían pensárselo mucho antes de tener hijos.
kadannek
Seguramente mi petición sobrepasará cualquier protocolo, pero sólo la dejaré por aquí para que sea considerada: ¿te molestaría hacer un contraste un pelín más intenso entre las letras y el fondo? Para un miope se dificulta bastante la lectura y debo hacer un par de maniobras para leer a gusto y sin cansancio.
Me gustó mucho esta narración, porque se parece a esos viejos cuentos de antaño, en donde sucedían tragedias que enseñaban, en vez de mentiras tan disfrazadas como en los de hoy. Me agrada esa levedad tétrica y misteriosa con la que se desenvuelven todos los personajes. Me hace pensar en que a veces se confunde realidad con ficción para poder entender algunos traumas y justificar ciertas ausencias tanto como carencias.
Interesante. Saludos
Jo
a veces la vida es como injusta o rara o quizá siendo mas optimista aleecionadora
a veces tengo la esperanza que ciertos niños llegaron a el mundo para cambiarlo, para aprender de ellos
aunque no comprendo de ciertos destinos…
María Perlada
La vida tiene cosas buenas y malas, así como la vida te da y también te quita, esta vida tiene un poco de todo, y a veces, es dificil comprender las cosas.
Me gustó tu relato.
Besos y feliz noche.
Beauséant
El sistema no siempre es perfecto, MARÍA… La tristeza o la alegría en esas etapas depende casi por completo de los padres… Luego, con las armas que nos han dado, intentamos componer nuestro mapa del mundo… Esa es la gran responsabilidad que tienen, Toro Salvaje, y sospecho que si todo el mundo se lo pensase con seriedad, nadie tendría hijos 😉
Anoto la petición, kadannek, aunque más que protocolo es una cuestión de conocimientos 🙂 ¿conoces alguna página que te guste y tenga buen contraste? Yo también pertenezco al club de los miopes..
Como dices, muchas veces usamos lo irreal, la magia o las religiones para intentar explicar cosas de nuestras vidas que no entendemos o que nos superan. Ten en cuenta que eran otros tiempos, tiempos en los que los niños afrontaban el mundo real de una manera mucho más cruda y temprana. Quizás por eso todos los hijos de aquellas generaciones han intentando meter a los suyos en una especie de burbuja.. Ninguna de las dos soluciones parece la correcta, claro-
Es una frase que uso mucho, Jo, la vida es rara de cojones. El más mínimo cambio, cualquier decisión que tomas en un sentido u otro, cambia por completo tu vida.. hay mucho de trabajo y de búsqueda, pero es tanto el azar que asusta… Y sí, es difícil comprender las cosas, María Perlada, es mejor intentar asumirlas y esperar que las cosas malas se vayan tapando con las buenas y que el conjunto merezca la pena…
Beauséant
Vale, he cambiado el tipo de letra, ahora es un poco más fea, pero tiene más contraste y es un poco más grande.. Yo la veo mejor, ¿y usted?
Maria Perlada
No tienes nada nuevo pero te dejo mis saludos, Beauseant.
Feliz noche.
Besazos.
Beauséant
Una de las cosas que siempre intentamos es subir las cosas el lunes.. no siempre lo logramos, pero siempre me ha parecido una buena forma de empezar la semana 😉
María
Pues a mi lo que me ha llamado la atención son esas chispitas rojas que colorean las tenebrosas imágenes que pueblan todo este fantástico escrito…Sieeempre tengo la misma sensación cuando te leo, te rodeas de bruma, figuras espectrales e imágenes inquietantemente oscuras, como si algo estuviera apretándote dentro hasta dificultar la respiración pero poco a poco… de entre toda esa opresiva angustia que siento siempre llevan tus textos, como un salvavidas aparece la ternura… “tu ternura” … ese cuerpecillo frágil de gorrión, ese remolonear cálido de la pequeña … esa vecina que alimenta a los niños de su vecina loca … delicioso. Me repito lo sé, pero no sé que más decirte..
…Ah! sí, que me chiflan tus imágenes ¿cuándo la exposición? Avísame por favor ; )
Otro besito y sigo…
Beauséant
Me has vuelto a pillar… me gusta empujar las historias y a sus protagonistas, pero nunca me atrevo a golpearles demasiado, me gustan esos pequeños resquicios de esperanza, de que las cosas, con un poco de suerte pueden enderezarse. La vida rara vez nos da esos respiros y hay personas que parece que se limitan a acumular golpes sin sentido. En las historias puedes hacer un poco de trampa, distorsionar las cosas, salvarlos en el último instante.
Muchas gracias por tus palabras, le dan un poco de sentido a todo esto de seguir escribiendo sin saber muy bien el motivo… la exposición tardará, espero que cuando haya muerto alguien se encargue de esas cosas 🙂 Como una especie de Vivian Maier pero con menos estilo
María
Oh! Mmmm … qué prontito me has contestado .. jaja ¡me has contestado a todo! jo! eres un cielo… no esperaba semejante honor… gracias, no ha sido en absoluto una paliza, meencanta leerte, me gustan muchísimo tus fotos te compraré ( jaja aun te lo debo y lo haré .. quiero decir a tus fotos ; ) además tú no necesitas para nada a un Maloof que compre toda tu obra por cuatro perras para después de años sin tener ni idea de la maravilla que tenía otros le hiciera apreciar la obra de esta increíble mujer … a ti se te huele de lejos … hueles a calidad ( artística y humana ; )
Que tu dia sea ta bonito como acabas de hacer el mío ; )
Nos seguimos leyendo BEAU!!!!
MuaaksS!
; )
Beauséant
Me pillaste delante de un ordenador 🙂 me has alegrado el día, mira por donde y mira que había empezado mal la cosa, con el teléfono y el mail y todas esas cosas..
No sé, nunca lo he pensado, supongo que me pagasen (nos pagasen) por hacer estas cosas no sería lo mismo, ¿verdad? Al final aquello por lo que te pagan acaba siendo rutina… de momento mejor seguimos así, ¿te parece? 😉
Un abrazo y gracias, de nuevo… Lo de la calidad humana no lo acabo de tener muy claro, hace años tenía más claras las fronteras de lo bueno y lo malo, ahora todo parece más complicado, se llena de zonas grises, quizás sea hacerse mayor…
Paloma
Me ha parecido un relato muy poético dentro de la tristeza por la infancia de esas niñas “sin madre”.
Tan malo es que no te hagan caso en la infancia como que te hagan demasiado.
Beauséant
Siempre lamentamos las cosas que nos faltaron, los pasos que no dimos, las palabras que no acudieron cuando más falta nos hacía… pero es verdad, a veces lo que de verdad nos estropea fue lo que tuvimos en exceso.. graciias por pasarte.