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la puñetera piedra

Al comienzo de su castigo, cuando la piedra se sostenía unos segundos burlona en lo alto antes de emprender su descenso, Sísifo se permitía mirar durante un instante hacia el valle, hacia los dorados campos de trigo que acompañaban a Éfira hasta el mar. Allí, en el breve instante del que disponía antes de que la piedra siguiese su fatal destino, imaginaba a Mérope y a sus hijos. Nunca envejecían en sus recuerdos, eran el último rostro que había visto antes de ser encadenado a aquella piedra y se habían quedado conservados en el dorado ámbar de la memoria.

Con el tiempo dejó de pensar en ellos, era demasiado doloroso. La sonrisa de su mujer, los juegos de los niños, el gruñido de los perros cuando salían a cazar, los olores del hogar… todo eso había dejado de existir con el paso de las estaciones.

Ahí abajo no quedaba nada para él.

Y hoy, hoy por fin, tras cientos de años de penitencia, su deuda ha terminado. La piedra, la puñetera piedra se ha quedado en perfecto, aunque precario equilibrio, firme en lo alto de la colina.

Sísifo no entiende el motivo de esa desconocida quietud. Quizás los dioses han dejado de divertirse con su castigo, o han encontrado otros mortales a los que torturar. Los dioses, ya se sabe, mejor estar lejos de ellos, tan llenos de poder, tan aburridos y crueles.

Sísifo contempla el monolito y se aleja unos pasos sin dejar de mirar hacia arriba, apenas se lo puede creer y sospecha con fatalidad que volverá a caer colina abajo. Cuenta los segundos en silencio y la roca los recibe inmutable, inmóvil en su posición. Por primera vez desde que tiene memoria, Sísifo hace algo que creía olvidado: cierra los ojos y respira en paz. Una, dos, tres largas bocanadas del frío aire de la mañana.

Una paz inmensa recorre todo su cuerpo. Una alegría feroz que creía olvidada. Su cuerpo, deforme tras tanto años de esfuerzo, queda despojado de energías y, como un títere al que han cortado los hilos, cae al suelo sin dejar de contemplar la roca. La puñetera roca, compañera silenciosa desde que tiene memoria.

Pero el descanso apenas dura un instante. Sísifo mira a su alrededor y es consciente del paso del tiempo. Desde su posición ha contemplado el paso de las estaciones sobre las cosechas: los incendios en los barrios viejos de la ciudad, la construcción de un nuevo puerto sobre las ruinas del antiguo, protestas, represiones, quizás incluso alguna guerra… hasta las montañas alrededor, en su lento geológico ciclo vital, parecen haber cambiado. Sabe que ya no queda nada de su antigua vida en el valle y que la suya ha sido despojada de propósitos.

La piedra, sólo le queda la piedra. Compañera inseparable de su vida.

Sísifo comienza a llorar, algo de tristeza, algo de rabia. Se limpia las lágrimas a manotazos, baja los hombros doloridos y llenos de heridas supurantes y, sin apenas ser consciente, empuja la puñetera piedra que se desplaza colina abajo sin hacer apenas ruido hasta quedarse abajo, al pie de la colina, esperando ser subida de nuevo.

Sísifo desciende la colina y marcha a su encuentro. No queda más remedio que volver a subirla.

Casi parece que sonríe al hacerlo.

31 Comments

  • Joselu

    Ser Sísifo es angustioso por la terrible reiteración del suplicio que lo aflige, encadenado al tormento de la piedra que cae una y otra vez, pero la angustia -ese sentimiento pegajoso y amarillo- es adictiva. Quien en su niñez ha vivido con angustia, no puede desprenderse de ella por más terapias que haga o libros de coaching que lea. Puedo comprender a Sísifo, necesitado de nuevo de la piedra en la falda de la montaña, para tenerla que elevar con tenaz esfuerzo. Quizás empujando el objeto del castigo logra aliviar su angustia durante el ascenso porque así entiende que está pagando la factura del hecho de nacer y de existir. Lo has expresado muy bien: Sísifo no puede comprender que el pedrusco quede inmóvil en la cumbre porque no puede vivir sin zozobra esa sensación de sosiego y estabilidad. Tiene que arrojar la piedra, tiene que empujarla para castigarse y así poder paliar el dolor de vivir.

  • laacantha

    Me encantó tu texto y me acordé del escritor japones Cobo Abe y de su novela ” La mujer de la arena” , la novela me fascinó. La idea de tu texto y de la novela es igual : ¿Estamos sometidos a la rutina, a la costumbre y tenemos miedo de salir de ello? ¿No hay sitio a donde volver? …no lo sé.

    https://laacantha.wordpress.com/2019/09/07/toc/ , son mis recuerdoos de la novela.

  • Beauséant

    Puede ser, JOSÉ A. GARCÍA, puede ser… la resignación siempre es una forma muy desagradable de morir, ¿verdad?

    En realidad, JOSELU, eres tu quién ha resumido a la perfección lo que quería decir 🙂 A veces, en determinadas circunstancias, las personas decidimos que nos merecemos ciertos castigos o no nos consideramos dignas de recibir ciertos dones. La niñez es el territorio donde anidan y crecen esos traumas, es ahí donde podemos acabar considerando que no nos merecemos una vida normal. Que nos merecemos el castigo, los golpes y, cuando cesan, vamos a por más… El dolor de vivir, así es, y la piedra con la que queremos tropezar, que colocamos ahí para tropezar con ella.

    Muchas gracias, LAACANTHA, no conozco al libro, aunque el autor sí creo haberlo visto reseñado, tendré que ponerla en la lista de libros pendientes 😉 La rutina, la costumbre, son la tierra firme que tenemos. La mayoría de las personas se quedan en esa tierra conocida, pero para otras personas lo conocido es un infierno, se empeñan en descubrir lo que hay más allá, el mundo siempre se les queda pequeño.
    Un abrazo

  • Etienne

    Quiero creer que no sabe ni siquiera por qué lo castigaron y en ese desconocimiento, se creyó que era merecedor de ese castigo. Y tampoco cayó en la trampa de la simulada quietud; supo que la piedra lo estaba poniendo a prueba, a su paciencia y a su hombría.
    ¿Los dioses? Ellos no tienen ni idea de esas existencias.

  • Toro Salvaje

    Uffffffffffffff
    Este es tremendo eh…
    Me ha helado la sangre.
    He buscado mi piedra y creo que la he encontrado.
    Estaba en el corazón.
    Quieta.
    Cansada.
    Erosionada.
    Pero es que no tengo nada más.
    La he empujado y han empezado a rodar las tristezas.

    He vuelto a respirar.

  • kasioles

    Siento pena por Sísifo, intentó salvarse de la muerte con astucia y por eso fue castigado por los dioses.
    Después de tanta penitencia, me pregunto si habrá sentido una especie de síndrome de Estocolmo con la dichosa piedra.
    Cariños.
    Kasioles

  • gabiliante

    Llegaba al final del texto y no llegaba el momento de que la volviera a tirar abajo, ,y pensaba: ” como se acabe el texto y no la haya tirado la piedra va a resultar un relato de ciencia ficción, o al menos poco verosímil”. menos mal que al final se decide.
    Vete a la puerta de un gimnasio y leeles esto a los mazas que vayan saliendo:”Su cuerpo, deforme tras tanto años de esfuerzo, queda despojado de energías “😜
    Abrazooo

  • Beauséant

    Una vez más, ETIENNE, buscamos respuestas en todas partes y rara vez las encontramos. Una explicación a nuestras dudas y nuestros miedos, una lógica tras los castigos. Al final acabamos viendo rasgos de divinidad en una simple piedra. Es más, lo mismo ni tan siquiera fue castigado por los dioses, lo mismo se encontró la piedra y la convirtió en la misión de su vida.


    Hay una piedra a la altura de cada persona, TORO SALVAJE, tarde o temprano tropezamos con ella y nos olvidamos de respirar. Hazla, haz que ruede, con suerte se llevará nuestras dudas y nuestras miedos..
    Gracias


    Imposible no generar ese síndrome, KASIOLES, tanto tiempo encadenado a algo, tanto tiempo buscando una explicación. Al final acabas por creer que entiendes aunque no entiedas nada. Sísifo retó a los dioses, creo que el mensaje lo han dejado claro, ¿verdad?


    Yo no digo nada, GABILIANTE, pero los cuerpos de culturistas son, en realidad, cuerpos deformes, ¿no? Se salen de la campana de Gauss por los dos lados 🙂 A punto estuve de dejarle ahí arriba pensando qué hacer con la puñetera piedra, pero no, creo que era mejor que le empujase con el dedito y todo volviese a empezar, ¿no te parece?


    No hay una decisión buena, MILENA, cuando te acorralan puedes rendirte, puedes morder.. pero nunca salen decisiones buenas. Qué buena canción y qué bien encajan con el texto.. Y la música… me encanta. Gracias!!!

  • अनत्ता 光 心

    Muy buen relato y muy bien escrito. Una revisitación del mito, supongo, que no conozco al detalle. Un relato inquietante y al que podemos ponerle muchos calificativos: terrorífico, tremendo, doloroso, descarnado, claustrofóbico, angustioso.
    Una visión de la vida y del ser humano “marca de la casa”, cómo no. “Venimos aquí a sufrir, a qué otra cosa va a ser”. “El mundo y la vida son un puto valle de lágrimas”. Fíjate que no he incluido entre esos adjetivos el de “realista”, porque “cómo sea o es la vida en realidad” depende de cada persona, de cómo lo viva, vea y sienta.
    El problema no es la piedra. El problema es la mente. El problema son la negrura interior, el miedo y el aferrarse tóxicamente al dolor y el sufrimiento. Entonces, como ya sabes de sobra, no compro.
    ¿Ejercicio literario? Vale, en parte. Eso dices siempre.
    Me extendería, pero por otro lado se lo has explicado perfectamente a Joselu: la enfermiza creencia de que mereces ser castigado. Señal de arrastrar traumas no superados.
    Recuerdo aquel relato magistral, que comparte todos los adjetivos enumerados antes, que escribió Joiel en su blog: un hombre encerrado en una celda un día de repente se encuentra con la puerta abierta. Pero ante la real posibilidad de salir y ser libre por fin, siente miedo, pues no sabría cómo vivir en libertad y tomar decisiones. Y entonces se da la vuelta vuelve a un rincón de la celda y se sienta ahí. Se niega a salir, porque el miedo y la incercia le pueden. Tu relato apunta a esencialmente lo mismo.
    Namaste… y que la luz pueda iluminar tanta negrura. En fin, cada uno sigue su propio camino. ¿Recuerdas lo del libre albedrío? Este es un ejemplo de posibilidad, aunque sea limitada, de elegir. Y no es poca cosa dejar la piedra ahí y seguir con tu vida.

  • María

    Es verdad que este estupendo relato tuyo subraya tu particular forma de ver la vida, no la tuya, la de muchos que por alguna extraña razón que se me escapa, elegís sufrir frente a cualquier otra opción. A mi, por más que me esfuerzo, me resulta imposible de entender, pero es que mi naturaleza es diametralmente opuesta y salirme de mi para intentar entender esa dependencia absoluta del dolor, para seguir viviendo, me es imposible. El instinto de supervivencia de cualquier ser vivo busca desesperadamente la forma para no sufrir, agarrarte al sufrimiento como única forma de vida, debe ser terriblemente angustioso y de ahí que la oscuridad interior lo impregne todo. No sé qué decirte, la condena de Sísifo es leve comparada con vivir amarrado al sufrimiento, al menos a él le queda el consuelo de llegar arriba, aunque sólo sea para volver a empezar.. pero ¿a dónde se llega amarrado a sufrimiento constante si ni siquiera hay cima? La verdad es que lo veo como WHAT ¿ Cómo no disfrutar de ver por fin a la “ dichosa piedra” quieta arriba? Vamos, yo soy él y hecho a correr como alma que lleva el diablo.. y si se cae, que yo no lo vea: ) Preciosa la fotografía de cabecera enmarcada entre las ramas!!.. por cierto, me he dado cuenta que no comentaste las mías porque imagino que no tendrías nada agradable que decir, siento que aunque fuera malo, no me dieras tu impresión, la valoro mucho y además, te aseguro que se encajar lo que sea por malo que sea, es más, agradezco enormemente la sinceridad, muy diferente a hacer daño gratuito, sé que eso tú, jamás lo harías…creo que sólo te haces daño a ti mismo y eso me apena, te lo digo de corazón. Un beso! .. ¿ ves? yo no puedo dejar de decir lo que pienso, a quien aprecio!!

  • Diego Jambrina Merino

    JOSELU asegura en un comentario que no hay terapia que permita superar la angustia vivida en el pasado. Por experiencia propia, reacciono y contexto: sí que la hay. No sé si lo dice porque él lo ha intentado y no lo ha conseguido o sencillamente porque ni siquiera se dio una oportunidad. Si es lo primero, hay que saber que no todas las personas terapeutas están bien capacitadas, o, si lo están, tal vez no congenies. En ese caso, hay que buscar alternativas, pero nunca renegar.

  • Beauséant

    En esta ocasión, अनत्ता 光 心, tengo que darte algo, sólo algo, de razón. Yo estuve en esa piedra hace muchos años, una piedra enorme, tenías que haberla visto. Durante muchos años me dediqué a moverla colina arriba y colina abajo. Era mi deber sagrado, mi obligación, mi… no sé muy bien lo que era.

    Pero escapé, huí de esa piedra, ahí la dejé en lo alto de la colina. No sé que habrá sido de ella, pero era una piedra muy lista, seguro que ha encontrado quien la mueva 😉

    Son de esas situaciones que desde fuera parecen absurdas, nadie entiende que haces con la puñetera piedra. Hace falta dar un pasos hacia atrás para verse con perspectiva. Digamos que he estado en los dos lados el tiempo suficiente para saber que sí, que se puede salir, pero que no, que no es tan sencillo. La mente, nuestro cerebro, parece empeñado muchas veces en tomar el camino más complicado, el del castigo.


    Mi yo de ahora estaría totalmente de acuerdo contigo, MARÍA, ahí se queda la puñetera piedra y cualquiera que me diga que tengo que volver a subirla. Es más, creo que ahora mismo ni tan siquiera habría hecho el primer intento de subirla colina arriba 🙂 Puedo tener cierta tendencia al sufrimiento y la negrura, no lo negaré, pero con el tiempo he ido encontrando y poniendo ciertos límites 🙂

    Gracias por lo que comentas de la fotografía, fue un encuentro casual, en esa sierra hay muchos montículos en equilibrio. Nada más verla pensé, ¿dónde se ha ido Sísifo?

    Te pido disculpas por lo que comentas de tu entrada. Sospecho que no la he visto, voy cargando las entradas en un programa que me va a avisando y las voy leyendo cuando tengo un rato. A veces comento la última y me salto las anteriores, ahora mismo lo soluciono 🙂 No sólo por pedirte disculpas, es que también has despertado mi curiosidad… Me gusta que digas lo que sientas y como lo sientas, no hemos creado tanta complicidad para ahora no usarla, ¿no?


    Gracias, CITU, ese es el problema, que sabes lo que cuesta y te sientes en la obligación de tener que repetirlo.. una y otra vez
    Un beso.


    Como he dicho por ahí arriba, DIEGO JAMBRINA MERINO, creo que sí se puede salir, pero hacen falta muchos factores. En mi caso salí porque era sencillo, de un laberinto más grande quizás no hubiese encontrado la salida, no lo sé. Es muy complicado encontrar alguien que te ayude, no sólo que se encuentre capacitado para hacerlo, sino también que sepa entenderte… No sé, no creo que siempre se pueda escapar de ciertas trampas.. me gustaría pensar que sí, pero…

  • María

    No sabes lo feliz que me hace leerte que este posicionamiento de no dejar de subir y cargar la dichosa piedra, es cosa del pasado. De hecho en cierta medida es algo que hemos hecho todos, hasta que nos hemos dado cuenta y la hemos dejado ahí, si siquiera arriba, quieta en el suelo y media vuelta.. No es fácil, pero es imprescindible aprender a hacerlo, además, el mundo es inmenso para reducirlo a un pedrusco : ) Y respecto de lo otro, no te preocupes. Como siempre comentas todas las entradas pensé que no lo habías hecho por lo catastróficas que te habían parecido. No hace falta que lo hagas, sólo que nunca dejes de hacerlo por malo que sea lo que piensas de lo que sea que escribo. Como tú dices, al final lo que de verdad nos queda aquí es confiar que lo que nos decimos sea sincero, bueno, malo o regular, acertado o errado, eso no importa. Importa es que sea de verdad, al menos a mi. Un beso!

  • अनत्ता 光 心

    Pues me alegra que clarifiques todo eso mucho más. Muchas veces los humanos nos cargamos con obligaciones bastante absurdas e incomprensibles. Muchas veces por compromiso, o porque directamente nos manipulan o toman el pelo, o abusan de nuestra buena fe… muchas veces por miedo a articular un “no”, a enfrentarte a alguien, para evitar conflictos. Pero hay que saber poner límites, sin duda. Respetarse uno mismo para que también lo hagan los demás (funciona en ambos sentidos).
    Entiendo perfectamente la frase “he estado en los dos lados el tiempo suficiente para saber que sí, que se puede salir, pero que no, que no es tan sencillo”. Ya, ni las cosas son tan fáciles ni todo es 100% blanco o negro. En definitiva es lo de siempre: venimos a aprender, a superar flaquezas y miedos.
    Aunque el terrible texto (ejercicio literario) sugería que seguías en esa dinámica y yo del pasado.
    Que sepas que estuve a punto, a punto, a punto de no comentar. Como lo estoy tantas veces. Aunque al final pensé “va, comentaremos… “.
    También pienso muchas veces en el malditismo. El malditismo parece que vende maravillosamente bien, que tiene un éxito entre la gente, o cara a la gente, que te cagas. Porque todos actuamos cara a la gente, en mayor o menor medida… queremos dar u ofrecer una imagen, y quien diga que no, miente. Así que cuando uno se encuentra ante una demostración de malditismo, puede surgir la pregunta de si hay postureo o pose en ello, o cuánto de autenticidad hay. Y la respuesta está probablemente a medio camino.

  • Nino

    Hola, Beauséant:
    Gracias por compartir este relato de gran fuerza emocional y belleza formal.
    Con los mitos clásicos ocurre como con los trastornos modernos: es difícil no sentir/temer que tenemos partes de ellos. Desconozco si existe el “síndrome de Sísifo”, pero muchos sentimos que cargamos con imposiciones puñeteras –puede que ahora se defina esa sobrecarga como “llevar mucho en la mochila”–. El lamentar lo pesado de lo rutinario es algo común; pese a ello muchos lo reactivamos –aunque sea de manera ¿inconsciente? como en tu relato–.
    Un abrazo, Beauséant.

  • Beauséant

    Creo que es algo innato al ser humano, María, o al menos a algunos seres humanos. Ver una piedra en el camino y, en vez de igorarla o rodearla (las dos mejores cosas que pueden hacerse con una piedra), se enfrentan a ella para convertirla en otra cosa, para moverla a otro lado. Se lo toman como una lucha personal. No he leído mucho a los clásicos, pero para mi el mito de Sísifo trataba más que de los castigos de los dioses, de los castigos que nos imponemos. Siempre he pensado que los dioses le castigaron y se fueron a sus cosas, pero el pobre Sísifo siguió atado a esa piedra por su propia voluntad.
    Así que, sí, no convirtamos lo que tenemos aquí en una piedra 🙂 comenta con toda la libertad, ya ves, en el comentario anterior me has descubierto una entrada que se me había pasado y me ha alegrado el día, precisamente ahora estaba buscando las fotos que hice del puente. Lo bonito que es y lo complicado que es sacarlo bonito, ¿verdad?


    La edad, tonYerik, y todas las piedras acumuladas. De esas que no parecen ocupar espacio, pero lo ahogan todo.


    Muchas de las cosas que escribo por aquí son sobre cosas pasadas, अनत्ता 光 心, por eso las tengo en la carpeta de “ejercicios literario”. Son momentos del pasado sobre los que ya puedo hablar y escribir sin que me molesten y puedo, incluso, hacerlo con cierto aire de superioridad que da la supervivencia 🙂 El que las cosas sean complicadas, como bien dices, incluso que parezcan imposibles, no es motivo para no intentarlas. En especial en lo que es la mejora personal, cada paso que damos en esa dirección, aunque no nos lleve a la perfección, nos hace un poco mejores, así que sí, creo que hay que intentarlo, siempre y en todo momento.

    Me alegra que comentes y que opines con toda la libertad del mundo, ya lo sabes. Estoy de acuerdo con lo del malditismo, es más sencillo construir un personaje (sí, todos somos personajes) desde esa faceta que desde el positivismo, hay, digamos, más chicha, ¿no te parece? Las personas felices rara vez explican su felicidad, la viven y punto, no la arrastran, sí, como una piedra… En mi caso, en el caso de este pequeño rincón, no te quepa ninguna duda, todo es pose 😉 detrás de mis letras hay una persona felizmente casada con el amor de su vida, que ha engendrado tres criaturas maravillosas y que los fines de semana visita mercados de muebles antiguos que luego restaura en una pequeña casa de campo a las afueras de la ciudad.. ah, y un burro, por favor, que tenga un burro 🙂
    Un abrazo.


    Todos los mitos clásicos son eso, efectivamente, Nino, una parte de lo que somos. No lo había enlazado, pero hay una mucha correlación entre ese síndrome de Sísifo, supongo que si existirá, y lo que ahora llamamos la mochila. Las cosas que no hemos cerrado, las que no hemos sabido cerrar, pesan como piedras. Sísifo las empujaba, ahora las cargamos en mochilas… La diferencia es que Sísifo sabía que era su responsabilidad, en cambio las mochilas parece que siempre estamos intentando dárselas a otras personas que no tienen la culpa de nuestras piedras y que también llevarán las suyas, ¿no te parece?

  • dalianegra

    Nos identificamos con las rutinas, porque aunque sufrientes, terminan siendo nuestra zona de confort.Ponernos en modo automático y no pensar demasiado.
    Me ha encantado la historia.Y esta imagen magnífica: “el dorado ámbar de la memoria”.
    Beso***

  • Alí Reyes

    Hola Gata. Has hecho una entrada muy esperanzadora, pero con un final cruel. De todas maneras se te agradece. Por cierto, veo que tengo muchas entradas por leer, trataré de revisarlas. Un abrazo.

  • Paloma

    Me atrae mucho este mito porque creo que todos somos Sísifos, algunos con piedras más pesadas que otras, pero todos llevamos alguna carga a cuestas.
    Tú le has dado otra vuelta, muy bien escrita, por cierto, que me ha hecho pensar. Puede tener otras interpretaciones, pero la mía es que a veces la piedra dura tanto que, cuando al fin puedes desprenderte de ella y de su peso, se te ha pasado lo mejor de la vida.

  • Megan

    ¿En serio parecia sonreir? Ni de coña. Si no hay otra opción que volver a la piedra, me parto las piernas a patadas con ella antes que volver a la resignación de cargarla a pulso. Pero ya sabes que yo soy bruta…

  • Cabrónidas

    Me he puesto a leer el mito de Sísifo y resulta que su castigo tiene varias intrepretaciones, y claro, llegados a ese punto, cada cual coge la que más le resuena. Yo me quedo con la de Camus.

  • Beauséant

    Lo malo del modo automático, DALIANEGRA, es que muchas veces nos impide pensar sobre lo que estamos haciendo con nuestras vidas. Claro, es cómodo, pero puede acabar generando una tristeza de la que no encontramos las causas precisamente por eso, porque nos hemos acostumbrado a no pensar… Muchas gracias por pasarte. Un abrazo,.


    Gracias, ALÍ REYES, el final puede parecer triste, pero también es lo que hace feliz al protagonista de la historia. A veces vemos tristeza donde no la hay, ¿no te parece?


    Gracias por tus palabras, PALOMA… le has dado una vuelta aún más descorazonadora que la mía 🙂 Por desgracia, muchas veces en la vida cuando aprendemos a desprendernos de las cosas, cuando sabemos decir que no, ya es tarde. Demasiadas veces aprendemos las lecciones cuando ya no podemos hacer nada con lo aprendido… Estoy de acuerdo contigo, me temo.


    De ti me creo eso y más 🙂 , MEGAN, pero no pieneses en una piedra, así, rotunda, pesada, inamovible… piensa en una obligación, algo que te ha caído sin pedirlo y del que todo el mundo espera que lo soluciones,que te hagas cargo… Ahí y a es más complicado salir corriendo, ¿no te parece?


    Salvando las enormes diferencias de calidad con Camus, CABRÓNIDAS, creo que mi visión y la suya tienen algo parecido. Camus, creo, lo enfocó más al mundo moderno, en concreto a los trabajos porque, en el fondo, todos los trabajos acaban siendo absurdos: ” “El obrero actual trabaja durante todos los días de su vida en las mismas tareas y ese destino no es menos absurdo.” Aunque, por otra parte, Camus decía que había que abrazar el absurdo, no dejarse doblegar por él… Sí, creo que sobre Sísifo, Camus ya lo dijo todo 😉

  • Megan

    Beauseant, Beauseant… mira que te gusta poner el dedo en la yaga, jejeje… por qué crees que estoy tan quemada. Soy mujer de deber, y aun así, lo que creo una obligación que llevar adelante, me cae encima como una pesada piedra que no paro de patear por ratos según ande de animos. Anda… que te daba ahora una colleja 🤭🤪

  • Beauséant

    Reconozco que había un poco de maldad en mi comentario, MEGAN, me extraño que dijeses eso cuando, por lo poco que te conozco, me recuerdas un poco al Sísifo del relato. Eres de esas personas que cuando hay algún problema, mientras todos miran para otro lado y buscan excusas, das un paso al frente. Al final te acabas haciendo responsable de problemas que nunca fueron tuyos y que, de repente, se convierten en tu obligación. Es verdad que el protagonista de la historia tiene un punto de masoquismo, pero no me pareces que seas de las personas que dejan una piedra sin mover 😉

    Acepto la colleja en cualquier caso, me la he ganado 🙂

    Un abrazo

  • Diego

    Yo siempre recuerdo a Sísifo cuando veo a un escarabajo pelotero arrastrando, con esfuerzo sobre-carabajil, una pelota de heces arrancada de la deposición de un mamífero. La empuja sin descanso, subiendo y bajando pendientes, venciendo obstáculos, hasta depositarla unos metros más allá. Luego vuelve a por otra, mientras farfulla (supongo) en su lengua coleoptérica: “porca miseria…”. Y así toda su vida.
    Para mí la leyenda de Sísifo es una metáfora de la rutina, que te arrolla cada vez que intentas escapar de ella.

  • Maria

    Pobre Sìsifo, otra vez a subirla. Me ha encantado este relato místico. Muy bien narrado, y además, es una lección de vida.

    A veces nos cruzamos con una piedra y parece una losa que no podemos esquivarla, lo vemos como un gran problema, en cambio, otras veces, somos capaces hasta de volar, todo depende del ánimo y las circunstancias del momento.

    Muy buen relato, ha sido un placer leerte, siempre me haces pensar y reflexionar. Es enriquecedor tu blog.

    Un abrazo.

  • Beauséant

    Sí, todos somos un poco escarabajos peloteros, DIEGO, lo que pasa que nos ponemos dignos y nos hemos inventado a Sísifo por darle un poco más de sustancia. Para Camus sísifo era eso, la rutina que nos autoimponemos sin hacernos muchas preguntas.. Sospecho que al final del mito, Sísifo es arrollado por la misma piedra que mimaba con tanto cariño, así pasa con todas las cosas que nos imponemos, que nos acaban devorando.


    Muchas gracias, MARÍA, es lo más bonito que puede decirse de cualquier historia, que te aporte algo en lo estético y en lo vital… No elegimos las piedras que se cruzan en nuestro camino, pero es cierto que sí podemos decidir, en gran medida, lo que hacemos con ellas… no siempre es posible, pero hay piedras que pueden rodearse, no hay que moverlas, no hay que romperlas, basta con rodearlas… Muchas gracias.. un abrazo.

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