la esfinge
Cuando un perro mira a un humano no ve un pobre bípedo que se esta quedando calvo y arrastra una preocupante miopía. No, ve un ser superior, una fuerza incompresible proveedora de caricias juegos y alimentos, si te han repartido buenas cartas, o de castigos y violencia cuando te has equivocado de garito y te han tocado las cartas del perdedor.
Una deidad del antiguo o del nuevo testamento, no importa. Algo que se acepta con la imperturbable estupidez con que ves la lluvia alimentar tus cosechas o al huracán llevarse todo lo que posees.
Todo lo contrario ocurre cuando cruzas tu mirada con un gato. En esa mirada hay una gran dosis de curiosidad y puñados de encantador desdén hacia el pobre tipo que es incapaz de llevar su vida y la malgasta corriendo sin orden ni dirección.
Algunos ilusos creen que, con mucho esfuerzo y dedicación, podrán domesticar a un gato siguiendo el viejo juego de los castigos y las recompensas. No comprenden que a base de miradas y de gestos es el micho el que acaba doblegando al humano hasta convertirlo en un adlátere dedicado a satisfacer sus deseos y caprichos.
Si los chuchos observasen ese proceso de domesticación involuntario lo sentirían en sus diminutos cerebros con algo parecido a la vergüenza. Se arrepentirían con dolor por haber entregado su libertad a un Yahvé tan de baratillo y elegirían sin dudar a los gatos como sus nuevos amos.
Los perros son así, no pueden vivir sin un amo. Necesitan la correa sobre su cuello, las ordenes breves y concisas y una vida planificada desde la cuna a la tumba.
En el fondo no se diferencian mucho de esos humanos a los que tanto dignifican, pero sus cerebros EstímuloRespuesta no les dejan procesar esa información. Por eso nunca, desde que renegaron de la libertad de los hermanos lobos y entregaron sus vidas a los humanos, han dejado de vernos como deidades.
Deidades de baratillo, claro.

tras los pasos del miliciano (/2)

famas de viaje
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5 Comments
Beauseant
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Brisa
Puff profundo e intenso, seguramente tengas razón , lo peor de todo es que los perros sin correa la mayoría de las veces acaban en la perrera 🙁
Un abrazo
Tristancio
Solo agregaré que los perros -mis bichos al menos- son mis socios, mis compañeros. Yo los rescaté de la calle; ellos me rescataron de la soledad.
Saludos, muchos saludos.
Maman Boheme
Deidades de baratillo…creo que te robaré esta frase para hablar sobre animales…
es perfecta
un abrazo Beauséant! que tengas un buen día!
yo siempre leyendo…me imagino tus escritos con tus fotos en un libro. Sería genial, la verdad!
Maman Boheme
sabes…ahora acabo de darme cuenta…que sí! tienes libros…grrrrr…
bueno, ya sé que pediré para navidad
GRACIASSSSSS