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la brigada del viagra

La brigada del viagra se despliega en formación de ataque por la pista de baile al son de las últimas canciones interpretadas por una pareja de rostros cansados. Lucen unos trajes que parecen disfraces y tocan versiones de canciones que ya eran antiguas antes de que ellos naciesen, pero ponen todo su empeño en sostener la ficción para la que han sido contratados.

En la pista, los viejos aprietan las dentaduras postizas y se niegan a asumir que estarían mejor en cualquier otra parte. Creen sentirse bien de salud, tienen mucho dinero y todo un ejército de entrenadores personales y psicólogos les repiten incasables que lo importante es sentirse joven. El truco, dicen, es empujar cuerpo y mente sin descanso, no desfallecer nunca porque en el primer momento que bajes los brazos todos esos años que has conseguido esconder bajo el armario vendrán a por ti sin piedad.

Son palabras vanas, no nos engañemos, la única forma de lograr que todos esos cuerpos vencidos recuperen la juventud es a través del sexo. Sentirse deseados, poder culminar el viejo ritual con algo de dignidad. Eso es lo único que necesitan para sentir que aún siguen en ese extraño juego que nunca han llegado a comprender del todo.

Ellas, con una sabiduría más antigua que sus cuerpos lo saben. Son mucho más jóvenes y fingen sentirse impresionadas por esa sabiduría de personas mayores que no son otra cosa que clichés mil veces repetidos. Miden los tiempos a la perfección, asienten cuando deben hacerlo, ponen caritas de sorpresa y juguetean coquetas con los canosos pelos que brotan de los pechos bronceados con el color deslucido y artificial del cuero gastado.

Los tipos a duras penas pueden mantener el ritmo de las chicas. Parecen estar siempre a un milímetro del colapso definitivo, pero sonríen con sus dientes artificiales mientras ostentan cadenas de oro y relojes que deben valer tanto como mi sueldo de todo el año.

Todo parece sucio y gastado con ese punto de desesperación que tienen las derrotas anticipadas.

Algunos aún lucen cicatrices frescas de operaciones en órganos vitales que ellos elevan a la categoría de heridas de alguna guerra imaginaria. Toman sus pastillas, ocultan los rictus de dolor y dicen pasárselo de muerte.

Ella se acerca a mi zona de la barra. La sonrisa galáctica que lucía en su cara cae como una máscara al darse la vuelta y sólo deja ver un cansancio inabarcable. Me pide dos copas. En la mía, me dice con picardía, muy poco alcohol. Se queda pensando un instante y añade, todo el alcohol se lo pones a él y señala a su acompañante de esa noche; un tipo vestido con una especie de gorra y con aspecto de haberse bajado de algún yate.

Se encoge de hombros y aletea las pestañas en mi dirección intentando parecer divertida. De algo hay que vivir, me dice, y yo no encuentro nada que añadir ante una verdad tan definitiva.

¿No te parece que estamos atrapados en un parque temático?. Ya no sonríe, sólo juguetea con los hielos de su copa. Todos los veranos es lo mismo, llegan con sus barcos y sus aviones privados y nuestras vidas anodinas y miserables parecen cobrar sentido con su presencia. Somos sus juguetes, sus esclavos. Vivimos por y para estos meses de verano y cuando acaba el buen tiempo nos desconectan y nos guardan en cajas hasta el próximo año.

Ahora vuelve a mirarme y no veo rastro alguno de una sonrisa, tampoco veo tristeza. No hay nada tras esos ojos.

¿Qué clase de vida es esta?

A veces subo al coche y recorro la carretera principal, la única que tenemos en realidad, y llego hasta los acantilados que quedan el norte. Siempre logro frenar a tiempo para tomar la curva y emprender el camino de vuelta, pero algún día no lo haré. Algún día simplemente aceleraré a fondo y saldré disparada hacia el mar… Se detiene pensativa y vuelve a mirarme, algo profundo y abisal parece flotar en sus pupilas, algo que puede atraparte.

Quizás sea la única forma de escapar de aquí, quizás ese cielo infinito sea un decorado, un holograma y al otro lado nos espere la vida real.

¿Te imaginas?

la brigada del viagra


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10 Comments

  • Maria

    No sería el peor paisaje para grabar en la pupila antes de emprender el vuelo a una vida , mejor?
    quién sabe , por eso creo que aunque muchos lo piensan o lo hemos pensado alguna vez, cuando la máscara de la vida nos pesa, seguimos bailando aunque al son de una melodía que ni conocemos, aunque solo sea por seguir bailando la vida y no querer ver lo que la soledad de una casa nos habla, nos dice o nos grita
    Como dicen por ahí siempre hay quién está peor, y si alguno luce sus buenas joyas bajo una piel canela de estío español, será porque aún se siente vivo por dentro aunque tenga que recurrir a una muleta farmacéutica, quien sabe como estaremos, lo que haremos, no?
    Mejor ser auténtico , aunque como se suele decir, quien puede decir de esta agua no beberé !

    me encantó el texto, y la foto es impresionante , si dan ganas de volar de una santa vez , pero…

    Un beso

  • María Perlada

    Tal vez al otro lado encontremos esa vida real, la que a veces nos gustaría encontrar, esa que tantas veces anhelamos, esa vida que aquí a veces se palpa superficial.

    Me encantó tu texto, y la inmensidad del mar de la fotografía.

    Besos.

  • Beauséant

    Eso es cierto, Maria, cada uno lleva su vida como puede.. algunos les vale la vida de una forma, otros necesitan otras cosas. Lo importante, supongo, es no dejar de intentarlo, no dejar de pelear la vida con lo que tengamos más a mano. No me gusta pensar en lo que me convertiré porque lo mismo ya me he convertido y no me he dado cuenta, sospecho que, de alguna forma, todos nos acabamos convirtiendo en aquello que odiamos.
    La foto es como lo contaba, al final de la carretera, antes de tomar el camino de vuelta. En ese momento el sol se metió en medio de las nubes. Supongo que la naturaleza a veces nos pide una foto 😉 Gracias!!

    Esa es la clave, María Perlada, por una lado tenemos la vida real, por otro la vida que anhelamos y luego la vida que tenemos que es una contradición constante entre las dos primeras. Muchas gracias 😉

    Como siempre, Toro Salvaje, das en el clavo. Morir es un peaje que todos pagamos, da igual el dinero que tengamos acumulado. La gracia es que el dinero permite morir de formas un poco más dignas, ¿no?

  • MARÍA

    Quizás no pueden ver más allá de su propio deseo decaído, quizás sea por lo único que viven, quizás todo es vanidad, y no hay nada más, tu texto es una genialidad.
    Abrazo

  • MUCHA

    Que delicia de texto untado melosamente con una imagen única de deseos
    Te dejo jazmines acabo de cortarlos…simplemente para Vos

  • Beauseant

    Gracias, María, la vanidad es algo que les permite afrontar el día a día. Poco a poco, con el paso del tiempo, ves que muchas cosas en las que creías se van desmoronando, al final te queda eso, el tener un poco de vanidad aunque sea hueca y sin sentido…

    Unos jazmines muy bonitos, Mucha, los dejaré al lado del equipo de música para verlos cada vez que lo encienda 😉

  • Alfred Comerma Prat

    Con las cadenas de oro tintineando al mover el esqueleto, alejan esa sensación de carne de camilla que ya llevan puesta.
    Dejémoslos así, ellas ya saben su parte del juego, nadie se engaña.

    Saludos.

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