el libro negro
Por aquel entonces habÃa llegado a mis manos un libro llamado Rayuela y lo habÃa convertido en compañero solidario de todos mis pasos.
Me encontraba en uno de esos momentos en que asumes que has perdido el control sobre casi todo lo que rodea tu vida y decides entonces buscar cobijo en otros sitios: libros, canciones, instantes fugaces que te niegas a dejar en el olvido.. casi cualquier cosa puede ser un refugio cuando las cosas dejan de tener sentido.
Yo decidà vivir en Rayuela, me movÃa al ritmo de sus personajes y entablaba densos circunloquios con los protagonistas en los que, sobra decirlo, siempre salÃa perdedor.
Recuerdo que compré dos ejemplares, uno iba siempre en mi mochila y me seguÃa a todas partes y el otro, de carácter más doméstico, se quedaba en casa y me acompañaba en cada estancia apareciendo siempre en los rincones más insospechados. El baño o el pequeño dormitorio eran sus territorios naturales, aunque algunas veces aparecÃa asomado a la ventana entre las plantas y una vez decidió cobijarse en la nevera. No habÃa forma de saber en que andaba pensado cuando hacia ese tipo de cosas, si es que acaso los libros tienen la capacidad de pensar o si simplemente se mueven por impulsos eléctricos que recorren sus hojas en forma de movimiento.
Era casi imposible no tropezarnos con él, y cada vez que lo hacÃa Ella lo cogÃa por las hojas, se acercaba hasta mi sitio y me decÃa: otra vez he vuelto a encontrarme con tu libro negro. Empiezo a pensar que debe moverse sólo. Claro, intentaba explicarle, se trata de un libro mágico. Es normal que haga esas cosas.
Ella obervaba el libro con curiosidad felina y lo sacudÃa por las cubiertas como esperando ver caer un reguero de palabras que formasen una historia sobre la alfombra. Al no obtener resultado lo arrojaba hacia mi con un mohÃn de disgusto y se apresuraba a enroscarse en su rincón favorito del sofá antes de que fuese ocupado por aquel libro que vigilaba nuestros pasos.
Estoy casi seguro que Ella nunca leyó Rayuela. Ni ese ni ningún libro que no fuesen sus densos manuales de arquitectura que apilaba a un lado de la mesa de trabajo y trasladaba disciplinada al lado contrario según los iba acabando.
PodÃa pasarme las horas muertas viendo como creaba interminables planos de edificios en los que al final del todo, cuando lo remataba con personas y árbolitos que lo hiciesen más real, me regalaba un gato escondido entre la multitud. A veces los subÃa a los árboles y otras veces los veÃa pasear por las avenidas entre las personas o me observaban detrás de enormes ventanales.
Me gustarÃa volver a leer Rayuela con los ojos de entonces, mas honestos e impresionables, y me gustarÃa hacerlo en aquel piso diminuto en el que siempre hacÃa demasiado calor y el tiempo parecÃa detenido a la espera de algo que no acababa de llegar.
Quizás todo aquello era estar atrapado en la mentira de siempre, pero entonces me resultaba más fácil creer en ella.
Cuando noto esos pensamientos revolotear a mi alrededor me levanto raudo de la silla y empiezo a lanzar manotadas al aire hasta lograr que aterricen inconscientes sobre la alfombra. Entonces los recojo del suelo y los guardo en una preciosa caja con un N grabada en la tapa.
La N de nostalgia: memorias tristes de cosas que nunca sucedieron como las recuerdas.
En fin, literatura.
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10 Comments
Toro Salvaje
Creo que ya no tengo la mirada limpia que se necesita para disfrutar con Rayuela.
El tiempo se la comió.
Saludos.
mucha
Rayela..
Lo lei a medias
me gustó a medias
me gusta como escribes tú
Beauseant
Toro Salvaje, mucha os dirÃa que nunca es tarde, que siempre se puede volver sobre ciertos libros, pero sé que serÃa mentira. Hay libros que tienen su momento y una vez que pasa es complicado acercarse a ellos con esa mirada limpia… Creo que Rayuela es de esos libros, un libro que quizás no haya envejecido bien, pero al que me es imposible no tener cariño..
(y muchas gracias por el piropo, mucha 😉 )
Esther
Qué relato más chulo 🙂
De regreso… 🙂 Ya te añadiré en mi lista de blogs, si no lo hago esta noche 🙂
Nunca he leÃdo Rayuela. SÃ, un fragmento del autor y me dio la sensación de que no serÃa mi estilo. Aun asÃ… sà que tengo uno favorito y que me llevarÃa a todas partes. Se llama Mis zonas erróneas, de John Wayne Dye (el autor ha muerto hace poco).
La lectura es una buena forma de olvidar. En cierta forma, me siento identificada con el principal personaje 🙂 Es tan… yo 😛 ¡Je,je!
Un saludito y un gusto 🙂
Beauseant
Muchas gracias, Esther, ¿ves? yo por ejemplo no conocÃa el libro que mencionas, tomaré nota. Al final podemos estar en el mismo sitio viendo lo mismo y cada uno verá una cosa distinta. Una cosa que te marcará para siempre o que olvidarás en cinco minutos.. Y es bueno que sea asÃ, lo contrario es un aburrimiento.
Y sÃ, la lectura es olvidar lo que eres por un momento para ser otra cosa 😉
castigadora
Me gustó mucho, muchÃsimo, el estilo que utilizas y sobre todo me ganaste porque has mezclado dos de mis temas favoritos, la literatura y la melancolÃa.
Ya tienes una seguidora más.
Un saludo.
Beauseant
Muchas gracias, castigadora aunque con ese nombre da un poco de miedo 😉
No habÃa pensado que la melancolÃa fuese un tema, pero es verdad, lo es y muy propio.
mucha
no entiendo tu comentario
me lo puedes explicar?
gracias
Beauseant
Quizás sea una percepción subjetiva, mucha, pero si cogiese ahora muchos de los libros que leà cuando era joven (o muy joven) y los leyese ahora creo que no me dirÃan nada.. Libros que me tuvieron horas pegados a sus hojas libros que, de alguna forma, marcaron mi vida, si apareciesen ahora en mi vida no me llamarÃan la atención… El guardián entre en el centeno, el señor de los anillos y otros muchos son, desde mi punto de vista, libros que deben leerse en un momento de tu vida concreto para que enciendan la chispa.
Creo que Rayuela puede ser uno de esos libros, apareció en el momento exacto para disfrutarlo. Lo mismo ahora no me dirÃa tanto y creo que puede ser tu caso, que simplemente no apareció cuando debÃa, ¿no?
No sé si me he explicado, vaya.
Esther
Interesante reflexión tuya que… además, es verdad. Me gustan tus palabras. Gracias por compartÃrmelas. El mero hecho de compartir y de aprender los unos de los otros u, enseñar, según el papel 🙂 O todo en uno… 🙂