el cabo Pepe
Desde su llegada a aquel desolado lugar no habÃa pensado mucho en aquello. Todo habÃa sido cumplir órdenes ladradas por mandos sin rostro, hacer marchas forzadas a través de la oscuridad del bosque, y cavar trincheras con la mente y los sentidos embotados por el hambre y un frÃo que parecÃa morder el tuétano hasta formar parte consustancial de los huesos.
No eran más que hombres devenidos en fantasmas, jirones grises de niebla que se movÃan autómatas bajo plomizos capotes. Apenas hablaban; cada uno orillado en sus pensamientos las horas discurrÃan mirando a través de las troneras donde el enemigo invisible dibujaba incorpóreas sombras.
Todo quedaba encapsulado en dÃas idénticos arrastrados los unos tras los otros como un lodo bitumitoso que cubrÃa las horas con el tono gris del cielo. Toques de corneta, formaciones, misas con la promesa de perdón por todos los enemigos caÃdos, y de nuevo el frÃo y el hambre. Una rutina implacable hasta aquella mañana de sábado en que la sombra de una idea busco cobijo en algún lugar de su cerebro, y los dÃas quedaron cubiertos por algo, mitad certeza mitad resignación, que los hizo distintos y extraños. Como si fueran vistos por un observador imparcial.
Ocurrió mientras cavaba una de esas absurdas trincheras que serpenteaban colina abajo como un gusano demente intentando llegar al corazón de una manzana podrida. Allà estaba, sosteniendo una pala húmeda por el rocÃo de la mañana, cuando la idea explotó convertida en una prognosis desencantada: Todos los planes, las ideas difusas aplazadas en busca de un mañana. Todo ese constructo de ilusiones y posibilidades, ahora lo sabÃa, desaparecerÃan entre aquellas montañas, porque serÃa entre sus árboles donde encontrarÃa la muerte. Y esa angustia que latÃa sorda en su interior hasta tomar posesión de su estómago y sus testÃculos, no era sólo el miedo de sentir la muerte tan cercana. Lo terrible, lo doloroso era saber que no tenÃa nada que ofrecer para ganar, ni tan siquiera robar, unos minutos más de tiempo.
Una sensación desconocida para él, pero en esencia la misma que guió unas manos primitivas a través del contorno de un bisonte en las cuevas de Altamira, o que creó ese tiempo extático, suspendido mientras una mirada febril aleccionaba un pincel a través del dedo de Dios en la capilla Sixtina.
Aquello, ese absurdo montón de piedras que llevaban semanas inmolando ante los dioses de la guerra, serÃa lo único que le sobrevivirÃa. Su gran obra que, con algo de suerte, vivirÃa un poco más allá de su tiempo.
Desembocar en ese epÃlogo le hizo sentirse triste, pero al mismo tiempo tranquilo, como quien lucha por resolver un problema largo tiempo olvidado y sólo encuentra un premio de consolación para el último en llegar.
Extendió un poco de cemento fresco sobre el ultimo tramo de pierdas, y ayudado por una ramita de roble trazo las siguientes palabras:
Ingenieros, Vega y Martinez isieron este parapeto.
1º compañÃa de Sevilla 7-8-937
El cabo Pepe.
Discover more from El artista del alambre
Subscribe to get the latest posts sent to your email.
9 Comments
Merce (Filoabpuerto)
¡Ostras, le has puesto voz !, ahora, el Cabo nos ha rozado los dedos y hasta he sentido el escalofrÃo.
Me ha gustado mucho, Beauséant, gran riqueza literaria!
Saluditos
Merce
Adolfo-Denavegantes
Cuánto respeto me dan estos soldados, anónimos, desconocidos hermanos, huérfanos, ex amantes. Siempre es sobrecogedor percibir esos momentos en los que se refrendan a si mismos, en medio de esa guerra en la que se ven envueltos sin poder escapar, ni de si mismos ni de la historia. Cuanta inmolación gratuita.Pepe debió ser un soldado del “bando Nacionalâ€, muchos soldados estaban en el lugar equivocado en el momento menos oportuno. Que nunca se nos olviden aquellos muertos.Todos.
virgi
Tantas vidas cortadas, segadas, anuladas. Las guerras, inútiles.
Muy hermoso. Y muy triste.
Un fuerte abrazo.
Vanessa
No todos los soldados tienen monumentos. Hay soldados anónimos cuyo monumento tuvieron q hacerlo ellos mismos para que alguien les recordara.
Besoss!!
Beau
Gracias, Merce… la intención era esa, pero de ahà a conseguirlo hay un trecho muy largo.
Me atreverÃa a decir, Adolfo-Denavegantes que todos los soldados, los integrados bajo una bandera, una patria y toda la parafernalia, estaban en lugar equivocado. Efectivamente, el Cabo Pepe pertenecÃa al bando nacional, es decir, gano la guerra, no creo que él llegase a pensar que habrÃa estado en el bando equivocado. A veces, sólo se sobrevive y no buscamos más gloria que esa: el seguir vivos. Todo eso, si logro salir vivo de allÃ, algo que no he logrado averiguar.
Guerras inútiles para los de siempre, y rentables y adecuadas para los que azuzan el fuego desde fuera, a cubierto, sin llegar a quemarse por el odio que han desatado, virgi
Creo, Vanessa que eso es exactamente lo que pensaba este hombre cuando trazo esas lÃneas con su triste y horrible ortografÃa, que eso serÃa lo único que quedarÃa a sus espaldas.
Las fotos pertenecen al Cerdo del Puerco, hay numerosa información y fotografÃas sobre lo que ocurrió allà durante la guerra civil. Obviamente no he buscado ningún rigor ni narrar lo que ya han contado otros mucho mejor, sólo querÃa poner el acento en unas letras que llamaron mi atención y de las que no he descubierto gran cosa. Y, como siempre, muchas gracias a los que han logrado leer un texto tan largo y han podido llegar hasta el final.
dsd
No creas, las historias asà contadas siempre se hacen cortas. Me ha encantado el texto y las fotos. Gracias por todo y por recuperar lo personal de un pasado común.
Besos.
Carmen Troncoso Baeza
Querido amigo, imposible pasar por esta vida y no trascender como sea, aunque sea para uno mismo, se ha de ser héroe aunque sea nada mas porque uno ha trabajado con fe y ahÃnco, me ha dado mucha pena tu entrada, cuantos hacen todo el rato lo que les dicen hasta que llega un momento en que paramos y nos miramos las manos, un abrazo de silencio respetuoso por esos héroes anónimos que pueblan nuestro planeta
Beauséant
Gracias, Carmen, me encanta ver comentarios en textos tan antiguos. La escribà con pena, sÃ, y no creo que quedase bien escrita, pero era mi idea, reflejar lo inútil de algunas luchas, lo breve de algunas vidas.. Somos muy poca cosa y muy poca cosa dejamos tras nosotros….
whatgoesaround
Pobres almas condenadas al sufrimiento y la muerte. Un relato crudo y estremecedor. Vengo de leer “El tipo al que iban a fusilar”, otro impresionante, desgarrador y magnÃfico relato. Muy crudo pero a la vez lleno de esperanza, apuntando a algo más grande que la mezquindad dictada por la lógica militar y la represión fascista. Te felicito porque es buenÃsimo y también de lo mejor que te he leÃdo.
Este no le llega a la altura, pero casi. Y lo he leÃdo y enseguida he pensado en Ucrania y en la barbarie, la locura, los fanatismos, los nacionalismos… y las incontables personas que verán destrozadas sus vidas, que sufrirán y que morirán. Nada ha cambiado. La estupidez de la raza humana que se dice inteligente y civilizada.