leer,  mirar

El año del mono

 
 
La primera mañana de mi estancia en Japón empecé a encontrarle sentido a aquello del Imperio del Sol naciente. A las 6 a.m., un certero rayo de sol apuntaba, cual experimentado francotirador, a la parte de la almohada que ocupaba mi cabeza. Eché de menos una cortina raída, un estor viejo, un trapo sucio, incluso lleno de mierda me habría servido, que poder correr sobre los ventanales del balcón y que me permitiese alargar un poco mis cuatro exiguas horas de sueño. Morir sí pero, morir de sueño me parecía cualquier cosa menos aceptable. En aquel microapartamento que alquilé no había nada, salvo un balcón muy luminoso. Me rendí. Qué podía hacer. Después de un par de horas intentando reconducir aquella situación absurda, me rendí. Me duché, remoloneé por entre los armarios del apartamento, cotilleé por los rincones de aquellos 20 metros cuadrados, me fumé un par de cigarros y salí a la calle.

Tomar un café en Japón tampoco es fácil. Es decir, tomar un café sí es fácil, tan fácil como en cualquier otro lugar del mundo. Basta con saber sostener una taza, llevarla a la boca y sorber. Me refiero a tomar un café en condiciones. Un café de verdad. Un café con sabor a café, de los que te entran en vena y te van abriendo los ojos al nuevo día. Llegué al primer café pasadas las 10 a.m. Lo escogí precisamente por no tratarse de una gran cafetería de alguna de esas cadenas que están por todo el mundo. Un café pequeño y coqueto, regentado por dos ancianos y una muchacha. Un lugar bonito, donde dos señores de la fábrica del pantalón y la camisa parecían estar comiendo más que desayunando. Efectivamente, así era y así sería durante el resto de días de mi estancia en Japón. Cuando los nipones desayunaban, yo estaba a punto de acostarme. Cuando ellos comían, a mi me apetecía desayunar. Y a la hora de su cena, o incluso más tarde, mi estómago pedía almuerzo. Sincronización desde el minuto uno. Pero a lo que iba. Al café. O a lo que nunca lo fue. Esa especie de aguachirri de color marrón barro. El segundo día comprendí que daba igual que lo pidiese doble o extra fuerte. En cualquier caso sería o doble dosis de lo mismo o, en el caso de “extra fuete”, un eufemismo de “te vas a tomar el aguachirri sí o sí porque en Japón nos sale del toto que así sea”. Y, lo cierto es que, morir sin haber degustado antes el último, uno de aquellos cafés de cafetera italiana, deslizándose lento y amargo por mi garganta, entretejiéndose a lo largo de mi tráquea con el humo de un pitillo… no sé, eso no era lo que yo tenía previsto antes de morir. Podía seguir buscando. Tenía aún tiempo pero… la cosa no pintaba nada bien. Aquellos ancianos y la muchacha me atendieron con la delicadeza y la entrega propia de un nipón de pura cepa. Eso sí, sirviéndonos del infravalorado lenguaje de signos porque yo, ni papa de japonés y ellos, por supuesto, lo mismo con el español o el inglés. Empecé a barajar entonces la posibilidad de morir de inanición. A poco que dejase de esforzarme por gesticular e interpretar, resultaría bastante verosímil morir de hambre en un par de semanas…

Nunca he sabido fracasar ¿Alguien sabe hacerlo? Yo aprendí aquí. Bueno… tampoco nos pongamos demasiado intensos. Aprendí a fracasar un poco  mejor. No a hacerlo con más entereza pero sí con más disimulo.  Me refiero a encajar el fracaso en su lugar oportuno, valorándolo exactamente como lo que es, una posibilidad más de entre otras igual de validas o de detestables. Pero, eso sí, con unas consecuencias. Si fracasas en el trabajo, te suicidas. Si tu jefe te reprende, te suicidas. Si tus padres se han dejado la vida para pagar una universidad carísima en la que tú tenías que encontrar a un tipo que te mantuviese como merecías, o creías merecer y… no lo consigues, sé consecuente, suicídate. O no lo hagas, tú verás. Pero tu pueblo, alma de cántaro,  lleva siglos perfeccionando la técnica del suicidio cuando la cosa se pone fea.  Sus motivos nunca serían los mios. O sí. Entendí, en cualquier caso  que, el fracaso, como la felicidad, es una cuestión de puntos de vista. Y no creas, me llevó lo suyo.

8 Comments

  • kadannek

    Creo que morir sin un buen café antes, sería un atentado imperdonable contra uno mismo y, de paso, contra el nombre de todos los amantes del buen café. Yo que sepa, por esos lares del mundo, el café no es tan valorado como el té, en eso sí que son especialistas, hasta puedes ver flotando armoniosamente las flores de jazmín en tu modesta pero bellísima taza de té. Eso me gustaría probar en Japón, mucha variedades de té y disfrutar de sus distintas propiedades.
    Hablando de fracasos, hace mucho tiempo, quizás uno o dos años escribí una entrada llamada “Derrotas sagradas”, después de reflexionar sobre el asunto, me di cuenta que esas instancias en que uno se cree un miserable al que lo persigue una mala estrella y se presentan infortunios impresionantes, en realidad, son como bofetadas de buena fe, que nos despiertan y despabilan, nos sacan de nuestras visiones rutinarias y hasta egocéntricas.
    Veo que el protagonista está experimentando un proceso intenso, pero siento que aunque mentalmente sus ánimos le incitan hacia la muerte, en el fondo, quizás no está tan preparado como pareciera. No lo sé con exactitud.. Si hay otra parte de la historia, pues vendré a enterarme.

  • María

    Ya te dije que JAPÓN me parecía un lugar tristísimo para morir, solo. Ahora bien, tras leerte estoy más tranquila, presiento que no va a ser necesario que insista en lo innecesario y el terrible desperdicio que sería para la humanidad tu inmolación entre los nipones y eso que a ellos eso del suicidio les rechifla pero me temo que a ti como a mi, sin un buen café con el que comenzar el día ( incluso el último 😉 … más que ideas suicidas lo que te surgen son instintos asesinos 😉

    Un placer leerte… como siempre.
    Muuchos besos y para mi por favor uno solo, largo y sin azúcar 😉

  • Vanessa

    Yo siempre he pensado que todo tiene un sentido, nada sucede por nada. Ahora después de leerte pienso que no tenías cortina en la habitación precisamente para que despertaras porque el café no iba a hacerlo…
    Yo tampoco sé vivir sin mi café del desayuno,, ni sin mis fracasos, todos me enseñaron algo.
    Besoss

  • virgi

    Me has hecho pensar en ese bosque que tienen donde van muchos jóvenes a colgarse de los árboles.
    Triste.
    En cuanto a lo del café, no puedo seguirte, puesto que no tomo porque nunca me ha gustado (tranki, no soy un bicho raro).
    Besos y sonrisas

  • Beauseant

    Hace unos días, kadannek, buscaba algún té japonés por donde vivo, pero debieron de confundirse y ofrecerme droga, porque el precio era muy parecido. Lo que allí debe ser un te normal, aquí se convierte en algo exótico..

    Ahora mismo busco la entrada de la que hablas, el título promete… El protagonista, creo, anda un poco perdido y las personas, al saberse perdidas, siempre hacen cosas extrañas, yo ya he dejado de asustarme de mis actos.

    Nunca he entendido esa obsesión que tienen, María, son un pueblo extraño, en especial desde nuestro punto de vista. Nada que un buen café no solucioné, como dices. Aunque con Virgi tendremos un problema 🙂 , leí algo sobre eso hace tiempo. Es extraño, como ciertos lugares hacen de efecto llamada, de faro para todas las personas perdidas, es algo duro, pero hermoso a su manera.

    No tengo claro, Vanessa, si las cosas suceden por algo, o si retorcemos la lógica hasta que todo encaja en algún cajón de la estantería 🙂

  • Jo

    que lejano los días en que deprimida alguna vez yo pensaba en nada mas morirme.
    pero que dificil siquiera planear y que te salga bien
    😛
    porque eso de intentona… ni en sueños
    ni por deprimida ni decepcionada
    soy re cobardona
    igualmente soy para viajes largos…

    no tengo la menor idea cuantas horas sean desde méxico a japón. pero aun así me parece un sitio aunque no l conozca maravilloso
    …. de hecho me recordaste con cierta descripción de los días un libro llamado “Seda” de baricco
    y solo por ese libro maravilloso yo querría ir aunque sea lo ultimo que haga en este mundo.

  • Athenea

    Las expectativas lo son todo. Ellas nos moldean y nosotros , dejándonos o no seducir, a través de ellas bailamos..

    Son nuestra pista , sobre la que vivimos y oscilamos, como artesano moldean Estados y percepciones.

    Creo que Vida , lleva como apellido Expectativa

    Un abrazo de luz , en este día


    Dicen que de la sonrisa

  • kadannek

    Estaba buscando el link de la entrada que te recomendé, pero la encontraste antes que yo, espero que no te haya tomado mucho tiempo, porque a mí me costó dar con ella jajaj. Gracias por pasar y por tu comentario, siempre dejas opiniones muy asertivas.
    Me llama la atención esa experiencia.. ¿confundir tu petición con droga? debió ser incómodo y quizás hasta peligroso. He visto té chinos y japoneses por aquí, pero no sé qué tan originales sean. Hay unos que no es que vengas especialmente de allá, pero es ahí donde causaron furor, como el té rojo, blanco o verde. Por hablar de los más típicos y conocidos. Aunque no me creas he visto unos que dicen “té chino” pero ¿qué me garantiza que venga de China? no sé si sólo imitan o qué. Pero me tocará probar y saber si me gusta, independiente de su procedencia.

    Sólo espero que el personaje, dentro de su confusión pueda recuperarse a sí mismo durante la travesía.

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