leer,  mirar

dos dimensiones

El patrullero McNulty recorre la ciudad atrapado en las dos dimensiones de su coche patrulla hecho de hojalata. Arriba y abajo en un bucle infinito por el bulevar donde las parejas ríen, lloran y se drogan entre promesas de eternidad.

Hay una vida ahí afuera, puede sentirla golpeando sorda contra los cristales. Una especie de electricidad que pierde todo su volumen a través de la chapa pintada del limpiaparabrisas y que se desvanece cuando intenta concentrarse en ella. A veces se siente una criatura que ha perdido el albedrío; una especie de juguete del destino en manos de un niño gordo y retrasado que, con manos gigantes, mueve el coche patrulla arriba y abajo entre decorados de neón.

Cuando piensa esas cosas, y cada vez las piensa más a menudo, siente la necesidad de soltar el volante, pisar hasta el fondo el acelerador y cerrar los ojos. Anular por completo su voluntad, aceptar cualquier cosa que el destino quiera ponerle por delante.

No resistirse, no luchar, no más dolor.

Pero hoy no lo hace. McNulty aprieta con rabia el volante, apaga de un manotazo las luces azules del coche patrulla y gira hacia el barrio de los negros con sus garitos llenos de humo y ruidosas celebraciones donde las prostitutas mueven la mercancía sobre unos tacones demenciales y los niños arrojan basura sobre el coche de hojalata.

Siempre parece cubierto de niebla el barrio negro.

Enseguida llegan hasta el Malloy’s Nest y su compañero, Dashiell Emmet, comienza con puntualidad el ritual de cada Sábado: se dará unos golpes en el pecho como un gorila, hará un par de chistes groseros y al final le ordenará que se detenga en la parte de atrás, entre los cubos de basura y los regueros de orina de la selecta clientela que no puede esperar a llegar a casa para aliviar la carga que llevan dentro.

Su compañero es un policía corrupto, voxpopuli en el departamento, y quiere pasar a cobrar la mordida a todos los chulos del barrio negro que tiene en nómina.

McNulty retrasa el asiento del coche hasta una posición más cómoda y se coloca el arma reglamentaria del sobaco. La de disparar en la sobaquera, la de incriminar escondida en el tobillo, esa fue la primera lección que aprendió al salir de la academia.

Enseguida se formará una cola de negros esperando para pagar su comisión mientras su Majestad Emmet les recibe en audiencia. McNulty golpea con rabia la guantera que deja caer generosa unas pastillas requisadas esa misma tarde. Ni tan siquiera las saborea, las deja caer en su lengua y las traga con una botella de whisky que la guantera vuelve a ofrecer sin hacer preguntas. Una cena líquida, el alimento de los campeones.

Acaricia el arma reglamentaria y sueña con golpear a su compañero con la culata, introducir el cañón del arma rompiendo todos sus dientes y vaciar el cargador hasta la última bala. ¿Hasta la última bala?, no, la última bala la reserva para sí mismo.

Cada mañana McNulty se levanta con el estómago revuelto y mira hastiado su cara hecha de puntos en el espejo del baño. Empieza ver los rasgos cada vez más borrosos y sabe que dentro de poco desaparecerá. Pronto no será nada y el destino encontrará otros juguetes huecos a los que torturar.

A veces se muerde los labios hasta hacerlos sangrar sólo para comprobar si sigue vivo.

McNulty, exmilitar, exboxeador, exmarido, dentro de poco expolicía y con demasiado odio en su interior para poder volver a una vida de paisano.

Pobre idiota, ¿de cuántas cosas puedes ser un ex hasta que comprendas que no hay sitio para ti en este decorado al que llamas mundo?


Espero que James Ellroy sepa perdonarme que haya cruzado esa fina línea entre el plagio y el homenaje.

22 Comments

  • Beauséant

    Sabía que si alguien querría darse una vuelta en ese coche serías tú, MEGAN 🙂

    Muchas gracias, . , lo importante es que no leerá esto 🙂 En alguna entrevista que le he leído tenía bastante mal carácter , mejor no le digamos nada.

  • Toro Salvaje

    He leído casi todo James Ellroy, y releído.
    La Dalia Negra lo impregna todo.
    En una relectura de hace poco llegó un momento que tuve que parar (no recuerdo el libro)… los “detalles” me superaron.
    Pero volveré.

  • Beauséant

    Oxidados, aboñados y con mucha vida vivida, Anonymous, ahora algunos son objetos de colecionismo. Metido en cajas e impolutos… las cosas cambian.

    Gracias, Nuria Lourdes Ruesta Zapata, seguro que podría haberme aportado muchos datos para darle mayor realismo 🙂

    Gracias, Luz, muchas gracias.

    Superar, Toro Salvaje, es la palabra exacta con la literatura de James Ellroy. Lo llena todo, lo impregna, puede llegar a ser demasiado. Yo lo leo en pequeñas dosis, un libro al año más o menos es mi dosis recomendada 🙂

    Pienso algo parecido, Cabrónidas, que hay ciertos trabajos en los que te acabas convirtiendo en algo que no quieres ser. Por eso nunca pensé en ellos cuando me tocó empezar a buscarme la vida…

  • Ángeles

    Sentir que no hay lugar en el mundo para uno, como si la realidad nos dejara de lado mientras otros la viven como si nada; ver la vida como desde detrás de un cristal… Este relato parece una metáfora de una depresión gorda. Y no sorprende que un personaje encerrado en un también metafórico coche de hojalata, llegue a sentirse así.

    No sé James Ellroy, pero yo lo veo como un claro homenaje. Y lo de Dashiell Emmet lo he pillado, eh? 😀

  • Toro Salvaje

    Gracias a este post he vuelto a releerlo.
    Como te dije lo he leído casi todo.
    Ayer empecé a “redisfrutar” con “Requiem por Brown”… empiezo de cero otra vez.

  • laacantha

    Adoro la novela negra y la policiaca y, si es buena , todavía más .Y lo que me gusta de esa lectuta , leo el libro de golpe y al cerrarlo , olvido enseguida de que se trataba. Leí mucho de Ellroy.

    Pero el texto tuyo ,como lo he entendido, no es un fragmento de la novela policiaca sino …¿de cuántas cosas puedes ser un ex hasta que comprendas que no hay sitio para ti en este decorado al que llamas mundo?… Un abrazo.

  • Beauséant

    Sí, era un poco la idea, un personaje que se cree policía pero es en realidad un personaje pintado en el juguete de un niño… Una metáfora de lo que comentas, una depresión, pero también de todas los filtros que nos ponemos delante de los ojos para poder seguir viviendo. Creo que hay un personaje con ese nombre en una de las novelas de Ellroy, casi seguro, y sí, yo también lo ví como un homenaje a Dashiell Hammett, la piedra fundacional de cualquier novela negra, ¿verdad?

    Pues ese en concreto no lo tengo localizado, Toro Salvaje, y me parece la lectura perfecta para este verano agotador. Muchas gracias.

    Si tuviese que resumir uno de sus libros después de leerlo, laacantha, creo que no podría. Es tal la sucesión de imágenes, de frases, el desfile de personajes. Sus novelas son como subir una montaña 🙂 El texto, bueno, como bien intuyes no era exactamente una novela de policía. Era una historia sobre un personaje dibujado en un juguete que se cree policía, sobre como asumimos roles o creemos cosas simplemente para intentar sobrevivir, y todo ello metido dentro de una historia de novela negra… Vamos, que quizás he intentando abarcar demasiado 🙂

  • Mucha de la Torre

    Que linda entrada mientras te leo el aire central mueve mi pelo el calor intenso de afuera derrite mi alma enteras Hermoso tu texto

  • Jo

    te va a perdonar porque los homenajes no los realiza o sabe hacer cualquiera
    es maanera de escribir que tienes contando detalles, esoe estilo descriptivo es lo que siempre he admirado
    la verdad si pudiera definirte serias como en el lenguaje del arte un impresionista
    🙂
    Pero sería muy simplista afirmar que tu particular estilo solo se pueda referir a esa vanguardia (los colores chillones, y bruscos solo se remiten al carro…) se debe a un estado muchas veces de la gente y. en realidad tu ” pintas los post” de esa forma porque ese es estilo, un estilo lúcido y conscientemente adquirido dejando de lado la psique
    🙂

  • Maria

    Pues si que ha sido de todo este hombre aunque triste es que se tenga que morder los labios para sangrarlos y saber que se siente vivo.

    Un abrazo.

  • Beauséant

    Ahora soy yo, JO, quién quiere ponerle un marco a tu comentario y colgarlo en la cabecera de la cama para leerlo cada noche 🙂 Muchas gracias, soy una persona que siempre duda, que nunca tiene claro lo que escribe (bueno, lo que escribe, lo que dice, lo que… en fin, ya me entiendes) así que muchas gracias, de verdad.

    Los momentos hay que vivirlos, tienes razón, MUCHA DE LA TORRE, de lo contrario los perdemos para siemrpe.

    A mi alrededor veo mucha gente mordiéndose los labios, MARIA, no tengo claro si lo hacen para sentirse vivos o por pura rabia… en el caso del protagonista no tengo claro si será eso también.

    Es verdad, JOSÉ A. GARCÍA, a veces olvido cuál es mi papel y voy de protagonista de mi historia… y no, no lo soy, le dieron el papel a alguien más interesante 😉

  • Judit

    Esa foto del auto me encantó y ya lo dije. No soy una fan de juguetes o cosas antiguas. Pero hay algunas que me maravillan y ese coche sería una de ellas. Pero la historia es mejor. Es triste observar ciertas vidas. Dónde nacemos y dónde crecemos y el condicionamiento que eso conlleva. Cuáles son los sueños de esos niños y en lo que pueden convertirse. El odio o la ira es algo con lo que no es fácil convivir.
    De a poco me iré poniendo al día con tus historias. Es algo que extrañaba. Un besazo Beauseant!

  • beauseant

    A mi me paso algo parecido con ese juguete, lo dejé en mi mesa un tiempo porque algo me llamaba la atención y, poco a poco, fui escribiendo la historia. Luego hice la foto, a veces ocurre al revés.

    Creo que nuestras vidas tienen mucho de azar, pero nos da miedo reconocerlo. Decir en voz alta que todo el esfuerzo, nuestro y de nuestros padres, que toda la lucha por hacer las cosas bien al final son un tirar de dados en los que influye mucho el lugar donde te ha tocado nacer.

    Un placer tenerte de vuelta

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