nada sin ti
Lo noto nada más poner la llave en la cerradura: la presencia liminal de un rastro que daba por perdido, pero que sale a mi encuentro como si el tiempo se hubiese negado a a cumplir su pacto de olvido sobre todo lo que dejamos atrás.
Es fácil seguir tu presencia de silfo a través de los pequeños detalles que has dejado desperdigados, listos para ser reconocidos por la persona con la que compartÃas todas esas pequeñas ceremonias de lo cotidiano. En la cocina, el olor de ese té con sabor a canela que ya nunca tomo, pero sigo comprando en tu memoria. Y una arruga, pequeña y casi indistinguible, en el cojÃn en la silla la lado de la ventana.
Te gustaba pasar las tardes allÃ, refugiada tras un libro, o la mayorÃa de las veces mirando hacia los coches, la gente y el palpitar de una ciudad que nunca dormÃa. En los dÃas de lluvia te veÃa trazar sobre el vidrio empañado ridÃculos sombreros sobre los edificios de oficinas, y cuando volvÃa del trabajo los dos contemplábamos una ciudad de metacrilato creada a escala para nosotros dos. Una metrópoli llena de los ecos de los pasos orgullosos de aquellos que llegaron aquà llenos de esperanza, y fueron engullidos por un leviatán que necesita estar en perpetuo movimiento para seguir con vida.
Recorro los casa sin buscarte porque sé que ya no estarás aquÃ. Tengo una pequeña vida de autómata, mis horarios y mis lugares son tan predecibles que hace horas que ya te habrás marchado, pero busco la pequeña pista que siempre me dejas: a veces una sonrisa triste dibujada con pintalabios en el espejo del cuarto de baño, otras la colección de figuritas de la estanterÃa haciendo un pequeño belén.
Esta vez acabo en el dormitorio, donde te descubro en un par de cabellos bajo la almohada y un libro con un hoja doblada al inicio de una historia. Es el cuento de una niña que quemaba cerillas para buscar el camino de vuelta al hogar. Cada cerilla, nos acaba explicando el libro, representaba una esperanza que ella debe hacer arder para intentar encontrar el camino correcto, pero al final la niña contempla acercarse en la oscuridad sus peores pesadillas y ya no tiene ninguna cerilla por quemar.
Devuelvo la esquina doblada del libro a su posición y lo deposito de vuelta a la estanterÃa. Casi sin darme cuenta, sin pausa entra una acción y la siguiente, me encuentro con un teléfono en la mano, recorriendo el teclado hasta forma un número que creÃa desterrado.
Al otro lado reconocà la voz de tu padre.
Cuando le pregunte por ti sólo obtuve su respiración agitada al otro lado, rompiendo suave en un susurro a través del altavoz hasta convertirse, sin previo aviso, en un llanto roto sólo amortiguado por la lÃnea. Era algo más que un llanto; era una sensación casi fÃsica, como si las lágrimas serpenteasen a través del cable para acabar goteando sobre mis pies descalzos.
Me dijo entre sollozos que habÃas muerto hacÃa ya seis años. DeberÃas saberlo, me escupió antes de colgar. Murió por tu culpa.
Y allÃ, a solas en la habitación, rodeado de un montón de retales sueltos de una vida, no podÃa dejar de pensar que aquellas palabras bien podÃan ser ciertas.
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9 Comments
Lady Day.
Cuando la nostalgia se mezcla con la culpa y los recuerdos, sólo queda tirar las ruinas y volver a empezar de cero. Es la piedra de SÃsifo.
virgi
Esos desgarros eternos.
No desaparecen, si acaso se ocultan haciéndonos creer que incluso el vano humo de una cerilla los puede oscurecer.
Pues no, vuelven una y otra vez y nada hay que nos consuele.
¡Qué bien escribes, sea lo que sea!
Un fuerte abrazo
Wanda
Su memoria prefiere seguir pensando que se marchó, que lo dejó abandonado, antes de admitir la realidad …
Beauséant
La piedra de SÃsifo, Lady Day serÃa un nombre genial para este blog 🙂 No tengo claro, Virgi si es esas cosas nos vuelven siempre porque tienen esa tendencia a volver siempre al punto de partida, o es eso, nuestro empeño en tropezar y acarrear siempre las mismas piedras.
Exacto, Wanda, la memoria nos quiere demasiado, por eso muchas veces nos miente, nos pinta el pasado de otro color y nos vende otra versión más amable.
favole
Me ha estremecido de principio a fin este relato. Recordar el cuento de “la pequeña cerillera” me ha conmovido. No sé cuantas veces lo habré reeleÃdo, estuvo muy presente en mi niñez, como las zapatillas Rojas, La Sirenita y todos los de Andersen, vaya :)Ese dolor vacÃo y desgarrador al mismo tiempo, esa presencia que deja la ausencia…me ha erizado el alma.
Un abrazo enorme artista!!!
Beauséant
No recordaba muy bien el cuento, Favole, por eso hice una versión… digamos más adulta, porque me apetecÃa transmitir mi idea del cuento y no el cuento en sÃ. Pero me alegra que hayas vista tan clara la referencia.. Son extraños los cuentos infantiles, ¿verdad? pasan por nuestras vidas, y parece que no nos dicen nada, y sin embargo se quedan ahÃ, en forma de recuerdo, de duda o de idea…
José Luis.
Recuerdos, nostalgia y el hueco que deja el cuerpo en su ausencia, un hueco en cada rincón o cosa, un hueco difÃcil de llenar y que se cubre, tal vez, de olvido para encerar la culpa.
Muy bueno ese paisaje que has creado. Te felicito.
saludos.
Beauséant
Muchas gracias, JOSÉ LUIS., lo he dicho alguna vez, pero me gusta encontrar comentarios en textos antiguos porque vuelvo a leerlos, vuelvo a situarme en la persona que era.. es un ejercicio extraño, doloroso a veces, pero del que siempre saco algo diferente cada vez.
Mujer de Negro
La imagen es escalofriante, como siendo observada, la mente es muy poderosa e intuyo que cuando siente culpa, lo es mucho más. El dolor en ella, el hueco imposible de llenar, pero también en el padre porque constantemente lo hacen recordar lo que no olvida.
Abrazo, Beauséant