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Laura (2)

Café solo. Dos pastillas de sacarina y un cigarro. Rubio americano. Light. Lo bueno de haber comprado ocho trajes de chaqueta es que te ahorras empezar la mañana teniendo que tomar una decisión. Fueron ocho para evitar aparecer todos los lunes o todos los martes o todos los miércoles con el mismo vestuario. Ocho. Desde el principio. Ni uno más ni uno menos. Más, habría sido un exceso innecesario. Menos… un error. Ocho sobrios, discretos, elegantes trajes de chaqueta. Soy así. Me gusta planificar. Calcular. Soy así y no tengo intención de cambiar algo que hasta ahora me ha funcionado. Eso es, al menos, lo que pienso mientras me inspecciono ante el espejo. Es mi quinta semana en el bufete. Número uno de mi promoción y prácticas en el mejor bufete de abogados de Chicago. He trabajado tanto para llegar hasta aquí. Tanto… No puedo permitirme errores. Sólo tengo un camino. Ser la mejor y seguir demostrándolo, las veces que haga falta, a todo el mundo. Y me lo repito. Me lo repito cada mañana cuando abro los ojos, cuando me miro al espejo, cuando cojo la taza del desayuno, cuando ordeno los expedientes que me traje a casa el día anterior. Me lo repito como si de un mantra se tratase. Es lo único que no puedo olvidar.

Conseguí alquilar un estudio con terraza en un edifico antiguo pero muy céntrico, a quince minutos caminando del trabajo. Son 50 vetustos metros cuadrados sin contar la terraza. El propietario tuvo la brillante idea de segregar un ático muy espacioso en tres estudios de esas dimensiones y alquilarlos por separado. Y digo brillante idea porque, a cambio de hacer un buen negocio, se convirtió en persona non grata para una comunidad de vecinos rancios que no han acabado de ver con buenos ojos eso de que uno de los suyos alquile, a un precio relativamente razonable, una de sus viviendas al primer descastado que pueda pagarlo. Y he aquí la descastada, y por extensión, vecina non grata de la comunidad de vecinos de la calle Valencia número 32.

He tenido suerte. Teniendo en cuenta que soy la única mujer y que sólo llevo aquí unas semanas, he tenido suerte. Mi despacho es pequeño pero está bien orientado. Necesito luz natural para mis jornadas interminables de trabajo y este pequeño cuadrado con vistas a la calle es todo un espectáculo de luz. Mis compañeros tienen despachos más grandes pero, teniendo en cuenta que uno es el de mi jefe, Enrique Garrigues, el otro el de su hermano, y el último el del hijo del jefe, Jaime, … no está tan mal, todo se andará. Lo importante es que estoy en el mejor despacho de abogados de este país, en el número uno en el ranking de los cuatro o cinco más prestigiosos. El inmemorial bufete de Garrigues y asociados. Eso, y que he venido para quedarme.

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