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farola número 8

Llevamos toda la mañana del Sábado persiguiendo papeleras, columpios y farolas. Cuando encontramos un espécimen válido anoto su ubicación en unas hojas maltratadas, y mi compañero lo marca con una plantilla de números llenos de manchas a los que aplica una gruesa capa de pintura con un bote de spray.

Anoto el número y añado con mi mejor caligrafía, unidad de iluminación estándar, porque ese es el nombre de las farolas. Las papeleras son depósitos de almacenaje temporal de residuos, los columpios sistemas de juego oscilantes… y así con todas las cosas que nos rodean. Es el sistema ideado por nuestro jefe para hacer el inventario.

Mi jefe necesita saber que su trabajo es muy importante para poder encarar su existencia, por eso lo rodea todo de palabras que no significan nada. Sus informes, las reuniones, los diagramas que son callejones sin salida, todo debe ser confuso y con un vocabulario propio que lo convierta en algo interesante.

Es algo absurdo. Tienes un trabajo insignificante, asúmelo y alégrate. No le importas a nadie, esa es la verdadera libertad, disfruta con ello.

Nuestro jefe no hace más que asignarnos tareas estúpidas de ese tipo. Aún no hemos descubierto si lo hace porque nos odia o porque nos tiene en su más alta estima. Lo cierto es que cada vez que nos las entrega lo hace como si el futuro de todo el parque dependiese de nosotros y de la ridícula tarea encomendada.

Tampoco nos importa mucho, somos inasequibles al desaliento gracias a una poción mágica que nos hace invencibles: un pack de doce cervezas de alta graduación que llevo siempre conmigo en una práctica mochila-nevera a mis espaldas.

Cada vez que nos abruma la inabarcable estupidez de nuestro trabajo, acudo al rescate. Abrimos una nueva lata y reseteamos el cansancio de nuevo hasta el punto de partida. En cada salto que damos arden un buen puñado de neuronas y eso hace que cada salto sea más sencillo que el anterior. Es lo que hemos llamado una paradoja irresoluble.

Nos sentamos a contemplar nuestra última obra, la farola número 8. –Yo creo que ha quedado de puta madre-, me dice mi camarada, y yo no puedo mas que alzar mi cerveza hacia ella para honrarla.

Mi amigo me mira con ojos tristes y no necesito nada más para lanzarle una nueva lata.

¿Cuántas llevamos?– pregunta.

Miro al interior de mi mochila y hago un sencillo cálculo en el que empleo unos segundos más de lo que debería. –Vamos por la octava– , confirmo.

Mi compañero asiente como si le hubiese resuelto una duda existencial, deja la cerveza en el suelo, rebusca entre las plantillas hasta encontrar un precioso ocho con forma de infinito esperando a que le rasquen la barriga y lo plasma con habilidad sobre la lata de cerveza.

Ahora sí, hemos terminado– Concluye, –ahora sí que estará orgulloso nuestro jefe.

23 Comments

  • Anonymous

    A mi particularmente me gusta más el 7 pero también creo que a esa farola le favorece más el 8.

  • Toro Salvaje

    Son los estertores del mundo laboral que conocimos.
    Residuos de un tiempo que se fue….
    Ese trabajo pronto lo hará un dron o un algoritmo predictivo.
    El mundo de la cerveza tiene cada vez mejor futuro.

  • José Luis

    Opino lo mismo que Toro. El trabajo está demasiado sobrevalorado y las personas cada vez hacen menos falta. Menos mal que están esas cervecitas. La verdad es que el trabajo sigue siendo el mismo aunque le cambien el nombre. Por cierto…No habrá acabado apuntándose tu jefe a la modita del esperpento linguístico?. Lo digo por aquello de “todes” o “hijes” por no poner más palabros :))))))

  • Beauséant

    Yo también lo creo, Eriki, aunque, para ser sinceros, creo que el número ocho va con cualquier cosa 😉

    Creo, TORO SALVAJE, que hoy en día hay ciertos trabajos que se mantienen porque, simplemente, han bajado tanto algunos sueldos que sale más barata una persona que una máquina. Pero sí, esa diferencia cada vez se hará más pequeña hasta que no compense. Sí, si tuviese que invertir, lo haría sin duda en cervezas o funerarias, no creo que nada de eso nos sobre en un futuro cercano.

    Buff, no demos ideas, JOSÉ LUIS, que mi jefe enseguida se apunta las modas. Soy incapaz de leer dos párrafos cuando se escriben así, me explota la cabeza… pero sí, seguro que aún no lo ha hecho porque no se le ha ocurrido, mejor mantenernos calladitos 😉

    Creo que exsiten, CABRÓNIDAS, nos dejaron la cerveza a modo de recuerdo y se volvieron a sus olimpos y sus valhallas y a nosotros nos dejaron todo el marrón de existir y la búsqueda inútil de respuestas…. Bendita cerveza, sí.

  • evavill

    El jefe de estos dos habla como los políticos, dando rodeos y complicando lo sencillo.
    Me gustó la historia.
    Y la foto muy sugerente. Un buen lugar para tomarse una cerveza a la luz de la farola.

  • magadeqamar

    Este jefe no será como el diablo que cuando no tiene nada que hacer con el rabo caza moscas :-9
    Bueno, mientras haya una cerveza fresca y un colega…, lo demás puede llevarse mejor.
    Me encanta cómo escribes, de veras. Lo disfruto mucho.
    Besos.

  • Alfred Comerma Prat

    Parece que tener al jefe contento es relativamente sencillo.
    Su estupidez vacuna a los empleados.

  • Luz

    Esa farola es alucinante, la protagonista total y es lógico que sea la 8 y el infinito. ¡Qué foto!

    A ver, el relato me da que representa el pasado muy lejano, todavía pensaban algo.
    Ahora el jafe inmediato a la cuadrilla se evapora mientras el grupo se dopa con la coca y alguna cerveza, le suele pasar el informe a la jefa un escalón por encima que estuvo la noche anterior de copas y snifando mientras informa a su jefe del ayuntamiento atrapado a los estupefacientes, ansiolíticos, somníferos, la caza y el White Horse, que a su vez informa a su jefe, el de las ostras, los borgoña, el mejor escocés junto a sus árabes, el tráfico de…, el mayor equipo de futbol, las eléctricas, las funerarias y hasta niñas para no aburrirse e informa al GH.
    Ya no hay nada absurdo. 🙂

  • Beauséant

    Sí, EVAVILL, esa farola llevaba tiempo pidiéndome una foto y una cerveza 😉 Y es verdad, en el alma de cada pequeño jefe vive un político que esta deseando salir 😉

    Muchas gracias, MAGADEQAMAR, tus palabras me alegran el día y, cuando vienen mal dadas, la semana entera. Creo que el problema de muchos jefes es que sospechan que no son necesarios, que sus trabajadores saben lo que tienen que hacer sin necesidad de supervisión, así que se inventan tareas o necesidades que les sirvan para sacar el pecho y decir aquí estoy, soy necesario, sin mi todo esto se hundiría.

    Lo bueno de esos jefes, ALFRED COMERMA PRAT, es que, una vez que conoces las reglas y su manera de pensar, son muy fáciles de llevar. Con darles carrete y no llevarles la contraria en público puedes acabar haciendo lo que quieras.

    Que no son farolas, JO, que son unidades de iluminación estándar. Cómo te oiga mi jefe 🙂

    Madre mía, LUZ, has convertido una modesta historia corta en toda una película que pagaría por ver… Y creo que tienes razón, en unos años la progresión que tan bien has descrito será esa. Espero estar bien lejos cuando todo eso ocurra, la verdad 😉 Aunque creo que es la solución, volvernos todos locos, abrazar el absurdo sin muchas preguntas.

  • kasioles

    ¡Cuántos desearían tener un mísero trabajo que les permita llevar algo de dinero a sus familias!
    Entiendo que puede que sea un trabajo que no satisfaga, que no llene, ni nos haga crecer, pero en los tiempos que corremos debemos agarrarnos a un clavo ardiendo, no queda otra.
    Y mientras podamos permitirnos tomarnos unas birras….
    Estoy pensando que para acompañar las cervezas, sería bueno llevaros las aceitunas y algún canapé.
    Cariños.
    Kasioles

  • Milena

    El infinito de pie… muy simbólico… jefe que quiere demostrar sabiduría o poder, y trabajadores sedados por la propia incompetencia…

  • Ángeles

    Me ha gustado mucho el relato, porque este asunto del lenguaje rimbombante me interesa mucho y lo has reflejado con mucho acierto. Es verdad que hay una especie de obsesión con la importancia de lo que uno hace. Todos quieren ser imprescindibles, trascendentes y sobre todo parecer muy tecnológicos. Y no hay nada como manipular el lenguaje para manipular el entendimiento del que oye. Si no puedes, o no quieres, cambiar la realidad, cambia el lenguaje, que si lo haces bien, parece lo mismo.

    Lo más triste es que todos esos jefes, y no tan jefes, que hablan así, no se dan cuenta de que se les nota mucho el intento de aparentar más de lo que son y resultan un poquito ridículos.

    Si me permites, y disculpándome de antemano por la autocita, te dejo esto http://juguetesdelviento.blogspot.com/2013/02/lenguaje-memotecnico.html
    por si quieres echarle un vistazo.

    Saludos.

  • alessandrinimaria

    El futuro no se veo alentador, creo que el ser humano pronto tendrá que ver como solucionar su forma de vida. Ya se nota un gran cambio en el mundo, que no favorece la vida a casi nadie, excelente.
    Abrazo

  • Beauséant

    Esa era un poco la idea de ese texto, KASIOLES, el defender cualquier tipo de trabajo. Creo que a veces nos volvemos un poco locos intentando que nuestros trabajos nos motiven, nos aporten algo cuando en realidad quizás sea mejor justo lo contrario. Un trabajo anodino, que puedas hacer sin muchas preocupaciones y que no sea algo vital, que si un día las cosas no salen bien no sea algo catastrófico. Algo sencillo que te permita hacer muchas cosas fuera, como tomar unas cervezas 😉

    Un mal jefe, MILENA, acaba por hundir a cualquier trabajador, lo he visto muchas veces. Al fina la mayoría de las personas somos fáciles de motivar en los trabajos, tampoco necesitamos tanto… Y sí el ocho es un número que siempre me ha gustado.

    Lo has descrito a la perfección en tu entrada, ÁNGELES, y el problema es ese, que no es algo inocente, que cuando las palabras dejan de significar unas cosas y pasan a significar otras, cambian nuestra percepción de la realidad, y eso es peligroso, nos vuelve manipulables.

    No nos veo ya capaces de hacer ningún cambio, ALESSANDRINIMARIA, creo que la gran mayoría acepta antes la extinción que soltar el pie del acelerador. No veo nada que me indique lo contrario.

  • Frodo

    Los 90 grados que separan al 8 del infinito siempre me ha llamado la atención.
    Me gustó el ambiente callejero y relajado del relato, que sin embardo juega con cuestiones existenciales de nuestra vida cotidiana. ¿le puedo cambiar mi trabajo a esos dos? Creo que la pasaría mejor incluso con ese jefe rebuscado

    Abrazos!

  • Beauséant

    Me ha gustado ese resumen de los 90 grados, es una forma muy práctica de describirlo 🙂 Esos dos han descubierto que las grandes preguntas del universo no tienen respuestas, así que no pierden el tiempo en intentarlo y lo mismo con los trabajos, ni nos harán libres, ni mejores, ni recordados, son un simple mal necesario… si lo piensas bien son libres de una forma que muchos de nosotros nunca veremos…

  • Myriam

    Que bien has descrito a ese jefe que llena su vacío y tedio laboral con frases rimbombantes que no dicen nada. Que absurdo todo. Un abrazo y gracias por tu amabilísimo comentario en mi acróstico.

  • Gabiliante

    Sustituir las palabras por su definición es antinatural. Contradice la ley del mínimo esfuerzo. Además es confuso, podríamos hablar de una cerilla, un cenicero y un yoyo, respectivamente. Que maravilla hacer trabajos estúpidos, no tienes responsabilidades y cobras lo mismo que un médico con sueldo según convenio. La cara del colega reflejaba la satisfacción por el deber cumplido
    Saludoss

  • Gabiliante

    Tienes la habilidad de implicar al lector y hacer interesante un suceso de acontecimientos , que relatados de otra forma, serían de ño más simple, no así la foto wue acostumbras a acompañae

  • Beauséant

    Gracias a ti, MYRIAM, creo que respetaría más a mi jefe si en vez de tanta palabra sin sentido nos escribiese en acrósticos, ¿te imaginas?

    Así es, GABILIANTE, el lenguaje cuando se cubre de niebla deja de tener sentido. Cuando escribo algo, escribo del tirón y luego paso muchas horas borrando cosas para hacerlo más directo y más sencillo, y cuánto más sencillo queda, más me gusta… Sobre los trabajos, lo que dices, conozco a mucha gente que ha tenido la mala suerte de tener un ascenso, la típica subida de nivel que duplica las responsabilidades por muy poco dinero… No merece la pena, todo lo que sea estar bajo el radar es una bendición en el mundo laboral.
    Muchas gracias por tus palabras, me gustan las historias sencillas, al final la mayoría de las vidas son así, sencillas pero llenas de cosas que merecen ser contadas, ¿verdad?

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