Última parada: Japón
Me fui a Japón para no hablar con nadie, para no ver a nadie, para dejar de sentir todo lo que estaba sintiendo. Me fui a Japón para morir. Llegar al término de mi vida. Sin más. Y, ocurrió que, nuevas y refinadas maneras de sufrir se revelaron ante mÃ, sÃ. Pero… también descubrà que, desde la cuerda floja, se divisan hermosos paisajes que jamás divisarán los que siempre pisan tierra firme.
Una mañana aterricé en el aeropuerto de Narita. Me podÃa haber ocurrido cualquier otra cosa. Son tantas las cosas que pueden salir mal un dÃa cualquiera… hipoxia, infarto, rotura de cadera, aneurisma aórtico. A mà me ocurrió que tomé un vuelo a Tokyo. Durante aquellos primeros dÃas, no fui capaz de memorizar casi ningún nombre de los lugares que visitaba. Tomaba trenes y metros sin orden ni concierto. Me subÃa a un vagón en la estación más cercana y bajaba donde me apetecÃa, donde no bajaba nadie o donde bajaba todo el mundo, según mi estado de ánimo en ese momento. Me perdÃa para volver a la que fue mi casa aquellos dÃas. Tuve que escribir en un ticket del dutyfree el nombre del distrito, Shibuya, por temor a ni siquiera recordar dónde tenÃa que volver. Tardaba horas en llegar caminando desde cualquier lugar que se me antojaba cerca, dos o tres paradas de metro, me decÃa, que luego se traducÃan en calles y avenidas que no recordaba haber transitado desde que llegué. Era exactamente lo que buscaba. Deshacer todo lo hecho. Divagar. No tener expectativas. No esperar nada. Dejar el saldo de mi cuenta vital a cero. Perder, definitivamente, todo. Eso era lo que querÃa.
La primera noche en Japón me movÃa como uno de esos insectos que revolotean casi de manera hipnótica hacia la luz. En Tokyo es fácil. Los neones de colores guiaban mis pasos de un lugar a otro. No parecÃa que se fuesen a apagar nunca. Ni que yo me fuese a cansar de caminar. Cené por la calle un poco de arroz hervido y una de las cervezas que compré en mi primera y tÃmida incursión en el exótico mundo “supermercado japonésâ€. Lo comà mientras seguÃa caminando entre hombres vestidos con pantalón y camisa, y mujeres con falda por debajo de la rodilla y medio tacón. Ese parecÃa el uniforme oficial. Eran los señores y señoras de la fábrica del pantalón y la camisa. Más tarde aprendà que nunca me mirarÃan a los ojos. Que nunca me mirarÃan. O que nunca me mirarÃan cuando yo les mirase. Pero eso tampoco me importaba. HabÃa venido aquà a morir. No querÃa espectadores.
Aquella primera noche, cuando por fin llegué a casa, una zona de viviendas bajas, unifamiliares, en comparación a las moles de edificios que rodeaban aquel barrio, me descalcé y me senté sobré la cama. Me di cuenta de que tenÃa balcón. No habÃa podido fumar hasta entonces más que un pitillo a escondidas, detrás de una columna, a la entrada de una estación de metro. No tenÃa miedo de que me multasen pero, lo que yo querÃa era morir, no ser retenida tres semanas en un calabozo nipón sin derecho a un abogado por fumar en la calle. Una cosa es morir y otra hacer el gilipollas. Descubrir el balcón del apartamento fue como una caricia suave, un halago para quien no los quiere pero, tampoco le vienen mal. Caà en la cuenta de que todas las casas de mi vida, habÃan tenido balcón. Aquella noche me bebà dos cervezas de las que habÃa comprado en el supermercado y me fumé casi medio paquete de tabaco sentada en aquel balcón con vistas al skyline de Tokyo (más tarde supe que, una de aquellas bestias pardas era el mismÃsimo ayuntamiento… y yo emborrachándome ante él, con dos cojones). Las palabras de H. continuaban resonando en mi cabeza. Aquello de Nietzsche sobre el alto potencial liberador del desamor. Sorbà los dos últimos tragos de mi Sapporo, me cagué en H. y en su puta madre y por un rato, después de muchos dÃas, seguà sin ser feliz pero, me quedé más Nietzsche que larga. No iba a echarme atrás. TenÃa un plan pero, aquella noche en aquel balcón en Shibuya, en Tokyo, en el quinto coño del mundo, me reconcilié, durante un par de horas, con la vida.
Discover more from El artista del alambre
Subscribe to get the latest posts sent to your email.
14 Comments
Athe
A veces los pequeños detalles, esos que re-surgen bajo el cotidiano manto del desconsuelo nos hacen tomar aire …aunque sea por un momento.
Un abrazo de luz
Stand by
Curiosa vocación suicida la suya, que se apunta la dirección en un papelillo, no sea que le toque pasar la noche al relente. AsÃ, ya te digo yo que no se forja el carácter. ..
Toro Salvaje
Quiero que siga la historia.
Venga………….
Ya…………. jajajja
Vale, esperaré.
MarÃa
Genial tu escrito! aunque nadie deberÃa ir a morir a Tokio. Nada más triste. Tokio es soledad elevada a la enésima potencia en medio del bullicio más espantoso. Demasiado lejos, demasiado viaje, demasiado neón y sobre todo… demasiada gente para morir …solo. Tienes razón, ni una mirada repara en ti, si acaso a hurtadillas, su respeto/represión/estrangulamiento emocional no se lo permite, y … deambular por Tokio ¡qué valor! ¿de verdad quiere morir o despistar a la CIA?
😉
Hola de nuevo! tras este cálido y largo verano. Siempre es un placer inmeenso leerte! sÃ, por favor .. continua
Espero aquÃ, sentada en una sillita mientras sigue tu relato y llega el otoño 🙂
Beauséant
Es cierto, Athe, a veces cuando llegas a lo que parece un final aparecen cosas que te sitúan al principio. O lo que en un principio para un principio 😉
Cuestión de organización, Stand by, hay personas que llevan la mano siempre en el volante y la ruta puesta en el GPS aunque hagan el camino de todos los dÃas. Esas personas son como son, y no hay forma de que dejen de ser como son..
Venga, va, Toro Salvaje, pero porque lo has pedido con cariño 😉
Será una cuestión de culturas muy diferentes, MarÃa, pero es verdad que resultan un tanto incomprensibles, parecen ollas a presión a las que les falta muy poquito para explotar.. pero no es mal sitio para morir, un lugar anónimo y desapasionado, ¿no? …
isaac
Bendita reconciliación, exquisitamente narrada!!!
Paz y ArmonÃa
Isaac
MUCHA
Maravilloso lo que no cuentas no hay nada mejor que llegar a destino
Beauséant
Reconciliarse con uno mismo, isaac, es un proceso que puede llevar toda una vida… Al final del mismo, Mucha puedes llegar a un destino o llegar a cualquier lado y creerse que es el destino 😉
kadannek
Hay lugares que acrecientan y a la vez exorcizan los demonios internos. Hay sitios que de una manera que parece extraña, te ayudan a convivir un poco más en paz contigo mismo. En algún punto el perderse es la mejor forma de reencontrarnos. El conocer la oscuridad personal puede liberar la luz interior de una manera integral y respetable. En el fondo llegar a ese equilibrio lo es todo. Mis luces y mis sombras conforman mi mundo, desarrollan mi potencial.
No sé si la historia que narras es verÃdica, pero uno muere muchas veces mucho, incluso en cada latido hay una especie de resurrección. Aunque hay muertes internas de las que cuesta despertar, sé que es posible, aunque se piense lo contrario.
Una alegrÃa que el personaje de esta historia, que fue a morir a Japón, se haya reconciliado consigo misma y el mundo, aunque sea por un breve tiempo, hasta encontrar las respuestas o elementos que necesita.
Beauseant
Es cierto, kadannek, tengo muchos de esos lugares y no sabrÃa explicar el motivo porque ni son lugares hermosos ni pasaron grandes cosas en ellos. Simplemente estas en ellos y te encuentras en paz.. Y sÃ, necesitamos un poco de oscuridad, un poco de estar perdidos para valorar el resto de cosas. Digamos que esos momentos marcan la medida del resto de cosas.
Hay muertes y muertes, como dices, no de todas las muertes se sale, eso, muerto. Hay muertes que te convierten en otra cosa…
El personaje sigue por Japón, pero aún no nos ha entregado la crónica. Tampoco contesta a los mensajes, pero algo me dice que estará bien… siempre parece estarlo en medio de las tormentas.
kadannek
Hazme saber qué tal sigue el personaje. Estoy atenta a las transformaciones que pueda traerle ese morir a veces.
Beauséant
Puntual a su cita, ya ha llegado la última entrega 🙂
Anonymous
with people like one to grant visibly all of that numerous populaces would am inflicted with sold for electronic ebook to create selected jumps in favor of their unique terminate, mainly right away
Anonymous
Fantástica la entrada, me ha encantado. Ay, Japón, qué ganas. No sé si llegaré a ir. Ojalá.
Muy de acuerdo en lo de reconciliarse con uno mismo, con el tema de las luces y las sombras. Y con el comentario de Kadannek, sobre que hay muchas muertes antes de la muerte fÃsica. Efectivamente, en espiritualidad a la trascendencia del yo se le llama también la muerte del yo o el ego. Cuando lo disuelves, desaparece o se desactiva en alto grado o totalmente (que ya serÃa la budeidad). Cuando por fin entiendes que eres una conciencia más profunda por debajo del personaje, de esa imagen mental. Insisto en lo mismo. Bueno, se considera una muerte y me parece adecuado. Cualquier proceso vital que te lleve a transformarte cual crisálida viene a ser eso. Entiendo las deambulaciones del personaje por Tokio, porque son una especie de terapia zen, de aceptación de la realidad.
Voy a no logearme, solo por probar qué pasa. Soy whatgoesaround (what suelen apodarme).