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veranito

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Esta de aquí debería ser la foto de un flamante deportivo rojo escapándose del calor abrasador del asfalto, pero en elartistadelalambre™ llevamos con cierto orgullo el ser responsables de hasta la última de nuestras faltas de ortografía. Por eso nunca pedimos nada prestado, aunque eso lo haga todo más complicado (en especial cuando ni el presupuesto ni la técnica acompañan).

Así que no me sean ustedes lectores pasivos, carajo, e imagínense que este era el viaje soñado.

Que te has atrevido con ese vestido blanco tan bonito comprado en las rebajas, y que parece diseñado para resaltar un moreno cobrizo robado duramente a las horas de trabajo y a todas esas ocupaciones que alimentan la maquinaria de la supervivencia.

Que llevas meses con las maletas listas, los planos con rutas e itinerarios marcados, y un hotel en la ladera de una montaña llena de robles y casitas con chimeneas, o al menos así lo quieres imaginar cada vez que compruebas la ruta, esperando a la vuelta de unas pocas horas de viaje.

Que, por no alargar más la rondalla, este es el inicio de las  VacacionesPerfectas y él, el chico que conduce, no parecerse darse cuenta de nada. Le daría lo mismo estar en cualquier otro lado, comprendes con impotencia según van pasando los kilómetros y te descubres con los dedos cruzados para que nada salga mal.

Los dedos cruzados, como cuando eras pequeña y conjurabas todos los fantasmas del armario con los ojos cerrados y ese sencillo gesto contra la mala suerte. Olvidando que las supersticiones siempre acaban chocando contra la realidad…

Y los coches se detienen en medio de la nada, y quieres, matarías por apartar su vista de la carretera, y te desperezas al sol, sensual como una gata con el vestido un poco por encima de lo que marca la decencia, pero él sólo mira al frente y grita impotente a los coches parados en medio del asfalto mientras manipula los mandos del aire acondicionado.

Y sientes una sensación extraña, un nocaut en la boca del estómago que te atenaza y te recuerda que quizás te hayas vuelto a equivocar, que las cosas perfectas sólo lo son mientras no se convierten en realidad. Y tienes frío con el aire puesto al máximo, pero aún así te sientes pegajosa con tu cuerpo unido al asiento por una película de sudor, y la carretera es una puna negra y palpitante que parece no tener fin, y los coches se agolpan, sumisos todos los caballos ante un orden superior e inmutable. Y el vuestro, el diminuto Ford rojo, parece aún más pequeño y prescindible rodeado de un mar de cristal y metal.

Y el chico ahora la emprende con la radio que os arroja una glosolalia incomprensible envuelta en una nube de estática, y durante un instante parece querer mirarte y entonces buscas una sonrisa cansada que diga que todo irá bien, que sólo es un comienzo y los comienzos nunca marcaron el final de una historia, pero nada de eso te sale, porque ya entonces te has perdido dentro de ti y sientes miedo, y te sientes jodidamente sola en medio de aquel atasco.

Y sólo puedes pensar en eso, en lo bonito que sería que un enorme globo azul elevase el minúsculo coche fuera de todo aquello, como en las ilustraciones de los cuentos infantiles donde los protagonistas siempre convierten los viajes en vivencias y todo parece tener un sentido y una razón.

Sólo eso, ¿no sería bonito?

Pues de eso hablaba la foto. Ahora ya lo saben.

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