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Un plan para cada uno de nosotros

Todo ocurrió la noche antes de Navidad, lo recuerda con la precisión que empeñan los borrachos crónicos al contar sus mejores historias. Los ojos, pequeños y escondidos, emiten un brillo enfermizo de lujuria al remembrar los detalles, y sus dientes, rotos, marchitos y ennegrecidos, se esfuerzan en dibujar un amago de sonrisa.

Todo pasó contra la tapia de un convento donde una monja agustina recoleta, embutida en una pesadilla de ropajes color crema, le hizo la mejor mamada de su vida. Guiada, al parecer, por el único propósito de estar más cerca de su Dios en lo que debía ser la versión moderna de lavarle los pies a los tullidos y dar de comer al hambriento.

El no creía en ningún Dios hasta este ese día, nunca había tenido motivos para hacerlo. Todas esas súplicas emitidas esperando la carta ganadora, cada uno de los rezos pidiendo salir del banquillo de la vida simplemente no habían tenido respuesta. Si nadie contesta al otro lado es absurdo seguir llamando, ¿no?

Ahora ya no puede estar tan seguro.

Tampoco es capaz de escuchar el frufú de las monjas que reparten la comida cada Miércoles en el comedor social sin tener una erección. Incluso me muestra una biblia que ha robado de la biblioteca municipal y que cada noche repasa una y otra vez intentando buscar respuestas. ¿Respuestas?, le pregunto. Respuestas, me contesta sosteniendo la biblia de bordes dorados en alto.

Su vida es la vida de nadie. Vive en la calle desde que tiene memoria, y apenas si le quedan jirones inconexos de cuando le pusieron un fusil entre las manos y le mostraron el rostro de un enemigo al que nunca había visto antes. En realidad apenas recuerda gran cosa de todo aquello, pero guarda un tatuaje por cada pesadilla pasada en aquel infierno.

Pero aún así hay cosas que te hacen dudar y creer en un orden superior, ¿Verdad? No sé, una especie de plan, algo que le de sentido a todo esto.

No espera mi respuesta, me quita con elegancia el cigarrillo que acababa de encenderme, me da las gracias por las monedas y sigue su camino empujando un carrito robado en algún supermercado y lleno de objetos imposibles. Lo último que veo es su silueta en dirección a la avenida donde le espera el ruido de los coches y otro largo día de caminar sin rumbo.

En cada sucia esquina de esta ciudad, hacinados bajo toneladas de cartón, miseria y olvido, conviven los locos y los profetas. Cada uno de ellos prepara a su manera una revolución que nunca llega, y por mucha atención que prestes a sus historias no tendrás forma de distinguir quiénes son los unos o los otros.

Será tan sencillo como esperar a ver las calles arder. Ese día sabremos sin duda alguna que se han cansado de esperar respuestas.

9 Comments

  • Tristancio

    Un día, cuando las ciudades ya no existan, y de los rascacielos ya no queden sino las ruinas de sus ruinas, los recuerdos de los méndigos seguirán vagando, tirando incansablemente la imaginaria nave de los sueños, que se parece a un carro de supermercado…

    (Saludos para ti… y salud por tus palabras).

  • Paz

    He dejado una traducción para ti en los comentarios de mi última entrada. Para que aplaudas con conocimiento de causa.

    😉

  • Favole

    Demoledor. No sé si hay un plan…pero sé que acabas de desmontar unos cuantos.
    “conviven los locos y los profetas. Cada uno de ellos prepara a su manera una revolución que nunca llega, y por mucha atención que prestes a sus historias no tendrás forma de distinguir quiénes son los unos o los otros.” Este fragmento, simplemente, no tiene precio…y de tenerlo, no puedo pagarlo. Me ha fascinado tu relato de hoy. Me marcho pensativa y estimulada a nivel intelectual…gracias por regalarnos este destello de genialidad, este equilibrio en el alambre 🙂
    Un abrazo inmenso!!!

  • Lydia

    Déjà vu, aunque sin caminar la misma calle. El señor vagabundo que vivía en aquel banco frente a las puertas de un banco desapareció hace unos meses. Falta su presencia y lo recuerdo cada tarde de camino al trabajo. A todos nos toca interpretar un estúpido papel en esta novela de la que, como no puede ser de otra forma, se imagina pero se desconoce el final.
    ¿Por qué costará tanto mover ficha?

    Un beso.

  • Beauséant

    Sería bonito, Tristancio que los sueños no pudiesen morir y dejasen un rastro que alguien, en algún lugar, pudiese seguir…

    Lo que no he encontrado, aún, duquesadekatmandu es el mando para poder moverme por ellos. Habrá que seguir buscando.

    L.Y somos supervivientes, ¿verdad? 🙂

    Gracias, Paz, el traductor del google y otras hierbas no hacía justicia alguna.

    Me siento grande, muy grande, cuando leo este comentario Favole es como verse convertido, de repente, en alguien mucho mejor.

    Cuesta Lydia porque nos han dicho que sólo tenemos una vida, que no debemos dar pasos en falso, tomar decisiones sin pensar y aplaudir antes de tiempo. Cuesta porque somos cómodos o estúpidos o cobardes. Y, a veces, las tres cosas.. Es una lucha constante contra nosotros mismos, y encima nos marcamos las cartas…

  • Maman Bohème

    Me leo tus entradas de a poco…porque soy de las que necesita entender cada frase , cada renglón…hay veces que leo dos veces o más una entrada…porque me encanta como describes y cuentas las cosas.
    Es triste y demasiado real todo…
    Todos debemos buscar ser más felices. Y cada uno de nosotros luchar en lo que creamos que es justo, aunque sea poquito.
    un abrazo grandote

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