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un millón de muertos

Madrid es una ciudad de más de un millón de muertos, según las últimas estadísticas. Pero la muerte poco puede hacer contra una de las muchas inevitabilidades que han hecho de este Madrid su hogar: la burocracia.

Todos esos muertos han fallecido pero aún no lo saben. Nadie les ha comunicado su deceso debido a un sempiterno problema en los sistemas informáticos y así, esos millones de cadáveres que alimentan las estadísticas día a día, continúan sus tristes vidas ya acabadas como si nada hubiese ocurrido.

Cumplen a la perfección sus papeles. Acuden puntuales a trabajos que odian, tienen multitud de amigos que no conocen en las redes sociales y se asombrarían y ofenderían a partes iguales si alguien les señalase su aciaga condición de finados.

Algunos, quién lo diría, hasta tienen hijos. Deprisa, intuyendo quizás el final de su tiempo y sin hacerse muchas preguntas, alumbraron toda una progenie de recién nacidos ya fallecidos a los que poder cargar con el fardo de las responsabilidades nunca empezadas.

Lo cierto es que el amor no les ha sido vedado pero eso algo de lo que nunca hablan, algo de lo que nunca quieren hablar. Se enamoraron de aquella chica triste en la parada del autobús, o del chico tímido con hoyuelos en la oficina, pero siempre se quedaron a ese paso que nunca dieron porque ya entonces todo les parecía demasiado complicado, porque creían tener todo el tiempo del mundo… porque estaban muertos y no lo sabían.

Es fácil distinguirlos, tienen la mirada hueca y nunca se comprometen ni a las blancas ni a las negras. Se mueven en los grises, prefieren quedarse quietos en silencio a equivocarse y avanzar. La mayoría llevan años votando a los mismos partidos tan muertos como ellos, aún mantienen el primer empleo que obtuvieron casi por accidente y se entregan con entusiasmo a cosas que en el fondo les aburren mortalmente.

Su vida no siempre es fácil. A veces, cuando en la oficina te entregan el informe mensual, un dedo se les queda pegado entre las páginas y es considerado de muy mala educación escandalizarse por ello. Lo único correcto es recoger la falange amputada y decirle a su legitimo dueño: disculpa, creo que esto es tuyo.

Estamos rodeados de muertos, en el trasporte público, entre nuestros amigos… quizás hasta se despierte cada mañana al lado de uno. Mire con calma, observe los pequeños gestos y no se engañe: si a su alrededor no detecta ninguno entonces no lo dude, el muerto es usted.

Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas).
A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que me pudro,
y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de la luna.

Dámaso Alonso


19 Comments

  • Alma

    Es simplemente estupendo… hay tantas ciudades como Madrid.
    Con tu permiso, espero, lo comparto.

    Un beso y buen inicio de semana.

  • Maria Dorada

    Yo viví hace años en Madrid y si se siente una un muerto andante por las calles, por el metro observando a los demás… Tanta gente y es donde mas sola te puedes llegar a encontrar.

    Un beso.

  • Ángeles

    Tu texto (descorazonador por realista) me remite a algo que he pensado muchas veces: que la mitología zombie cada vez tiene más sentido, más que ver con la realidad. Desde aquellos en blanco y negro, el mundo ha ido llenándose cada vez más de zombies, que se mueven por estímulos primarios, sin pensar, arrastrados por la inercia…
    Hay que ir con ojos en la espalda para que no te atrape el rebaño y te convierta en uno de ellos.

  • Beauséant

    Las ciudades, Alma, pueden parecer todas iguales, el mismo concepto, las mismas personas, pero cuando vives en ellas una temporada empiezas a captar matices, pequeñas diferencias que te hacen preferir, u odiar, unas sobre otras… Madrid tiene ese algo que aún no sabría decir si me gusta o detesto..
    Y sí, claro, será un placer ver el texto crecer en otras lindes, úsalo o modificalo al gusto, todo tuyo.

    Eso que comentas, Maria Dorada, además de ser cierto, es algo que, quizás no sea del todo malo. Es una ciudad en la que casi nadie te pregunta de dónde eres ni te miran raro hagas lo que hago. Aquí todos parecen estar un poco locos y, por supuesto, nadie es de “aquí”, es como una ciudad de acogida de todos los locos 😉

    De tu última reflexión, Ángeles, viene el último párrafo, me alegra que lo hayas desarrollado. En el fondo no creo que seamos especiales, tarde o temprano, con alguna cosa, todos acabamos entrando en ese rebaño, en esas costumbres que nos resultan odiosas… Las ciudades tienen su propio ritmo y lo acaban imponiendo. Los que no se adaptan, simplemente se escapan… si pueden, claro.

  • Alfred

    En las grandes ciudades nadie hace caso a los muertos que la habitan, cada uno va a lo suyo, y como mucho tienen un poco de atención para su propio funeral.

  • Mucha

    Te cuento y estoy en FB. Por lo menos ahí todos conocemos ponemos la cara lo que nos gusta Nadie es anónimo..y eso me gusta … Ponen muchas fotos y uno ve lo lindos que son. Lo malo es lo anónimo lo que no se muestra por miedo a algo
    Siempre hay miedos detrás del anonimato
    ¿Que piensas?
    Me gustó tu texto mucho 🙂
    gracias por compartirlo
    abrazo

  • Toro Salvaje

    Aquí también hay muchísimos muertos.
    A veces repiten como loros lo que oyen en las tertulias… luego ponen el cerebro en modo parálisis y hacen lo mismo de cada día.
    Algún día los enterrarán… pero con muchos años de retraso.

    Saludos.

  • Beauséant

    Como decía por ahí arriba, Alfred, ese anonimato es una parte buena y una parte mala de las ciudades. A veces se agradece que nadie se fije en ti sin juzgarte… Creo que lo mejor es no contar con que nadie vaya a tu funeral, ¿no?

    Mi experiencia en FB, Mucha, fue muy, muy breve, apenas aguanté unos días. A mi me pareció un poco falso, gente subiendo fotos de momentos felices, con sonrisas forzadas e intentando elevar a la categoría de momento épicos cosas normales… No sé, creo que todos intentamos dar una imagen de lo que somos aunque esa imagen no sea siempre real… Pocas vidas están tan llenas de instantes como las que vemos en FB.

    Los muertos, Toro Salvaje, viven sobre todo en las televisiones y las tertulias. Es normal, como repiten siempre las mismas cosas pasan desapercibidos. No apostaría porque de verdad los entierren algún día 😉

    Gracias a ti, alessandrinimariamaria, un placer leerte en ambos lados.

  • Beauséant

    Ha llegado tu comentario justo cuando contestaba 😉
    No tengo ni idea de filosofía, pero el existencialismo siempre me ha sonado a pensar en las cosas que podemos hacer por cambiar lo que no nos gusta, sin importarnos lo que hagan los demás y sin rendirnos porque parezca que nunca logramos nada a gran escala… Así que no, no me parece mal 😉

  • Carmen

    Qué buen texto.
    Y muy certero.

    Conozco a bastantes de esos muertos.
    En Madrid o en otros lugares…

    Besos.

  • sakkarah

    Da la sensación de ser muy negativo; pero… si lo pensamos bien, quizá tengas mucha razón. El caso es que sentimos, pero cada vez más en lo más profundo, sin dejarlo salir al exterior. No ata la desilusión y la desesperanza. Muchos besos.

  • Beauséant

    Quizás se el miedo a mostrarnos como somos.. Quizás, pensamos, que si bajamos la guardia se aprovecharán de nosotros, o pareceremos un poco blandos. Al final intentamos dar una imagen de nosotros mismos que no siempre es la real.. Vivimos en una sociedad donde las apariencias son todo porque rara vez nos molestamos en tomar más de cinco minutos para juzgar a una persona…

  • Carmen Troncoso Baeza

    El anonimato conviene a las autoridades para no salpicarse con la tristeza que emana de hacer cosas automáticas y que no gustan pero que te resuelven a fin de mes, el tema de la olla, me ha gustado mucho Beauseant!

  • Beauséant

    Muchas gracias… es un pensamiento un poco ñoño, lo sé, pero es una pena que no seamos capaces de vivir sin esas cosas que no queremos hacer, que nos matan un poco por dentro y que sólo tienen sentido porque las necesitamos para llegar a fin de mes… ya es tarde para ello, claro, sólo nos queda buscar por esas pequeñas rendijas donde escapar.

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