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todas las estrellas del universo

todas las estrellas del universo

Siguen gritando en el piso superior, llevan casi una hora atrapados en un fango de gritos y reproches. Hace meses que dejaron de intentar buscar algo de sentido en la razón, ahora sólo gritan. Es una pelea sin cuartel, una pelea que ya ha presenciado demasiadas veces.

Estoy atrincherado en la cocina oculto tras el portátil, pero la escapada resulta inútil, la vieja casona recibe y amplifica los sonidos que reverberan en las paredes como un zumbido escuchado bajo el agua.

Cuando levanto la cabeza del teclado veo a la niña, aún con la ropa de dormir y con un mar de lágrimas que pugnan por salir de sus ojos. No puedo dormir, me dice. Yo tampoco, contesto, y los dos decidimos ignorar los ruidos que nos llegan en oleadas del piso superior.

Es una niña guapa y triste, uno de esos niños que acaban siendo el baúl donde los adultos guardan todas sus miserias y frustraciones escondidas bajo toneladas de inconsciente esperando para salir de la peor manera posible, casi siempre de adultos, cuando ya es demasiado tarde para apagar cualquier incendio. Es algo inevitable, somos el resultado de las derrotas de nuestros padres.

He acabado de localizar el sitio, apago el portátil y nuestras miradas se cruzan. Ella me mira expectante, espera ese algo mágico de los adultos que con un chasquido de dedos cure todos los males. Sería una injusticia, peor, una traición escaparme de esta casa sin ella ahora que la pelea del piso superior, de la que somos espectadores pasivos, ha subido en intensidad y parece venir acompañada del sonido de unos muebles arrojados contra el suelo.

Vayamos a dar una vuelta, digo como si eso fuese lo más normal del mundo a esas horas. Ella asiente y por un breve instante olvida su papel y mira hacia el techo de la cocina con algo a medio camino entre el miedo y la preocupación. Se siente atrapada en los juegos de los adultos de fingir que no pasa nada y que todo es perfectamente lógico. Los gritos, los reproches, el no sentirte querida por las dos únicas personas del mundo que te importan.

Todo normal.

El sitio se encuentra a veinte minutos en coche, he estado un par de veces durante el día y ahora me cuesta reconocer las curvas y las señales. Llegamos justo a tiempo, casi a oscuras y con las estrellas empezando a representar figuras de monstruos y dioses alrededor de la estrella polar.

Le entrego las linternas y voy colocando la cámara encima del trípode. Ella permanece muy seria como si aquella fuese la misión más importante de su vida. Hay algo demasiado adulto en los juegos de los niños, algo que aún hoy no ha dejado de asustarme.

¿quieres saber una cosa?, le pregunto.

Ella logra ablandar un poco el ceño fruncido y me mira expectante. Ha bajado la guardia y vuelve a parecer una niña pequeña llena de curiosidad por un mundo demasiado grande.

Mi cámara, es una cámara mágica.

Nos quedamos un rato en silencio hasta que el obturador de la cámara termina su trabajo. La tomo en brazos y le enseño el resultado de la fotografía en la pequeña pantalla.

Parece sonreír un poco, observa el rectángulo lleno de luz y luego me vuelve a mirar. ¿de dónde han salido tantas estrellas?

Te lo dije. Es una cámara mágica. Guarda en su interior todas las estrellas del universo.

Al volver en el coche veo por el retrovisor que se ha quedado dormida en el asiento trasero. Su rostro parece relajado, ajeno a cualquier problema. Así deberían ser todos los rostros de los niños en un mundo ideal, un mundo sin adultos.

Me gustaría pensar que sueña con esas estrellas atrapadas en el sensor de la cámara y con un universo inmenso en el que poder guardar todos sus sueños sin miedo a que la vida, siempre al acecho, se los pueda arrebatar.

todas las estrellas del universo

13 Comments

  • María

    Tan bonito tu texto e imágenes como ese cielo cuajado de estrellas que le has regalado a tu pequeña protagonista para que olvidara su pesadilla cotidiana. Precioso! Tienes razón en todo, hemos normalizado la anormalidad. Los niños crecen rodeados de gritos y violencia. Es el lenguaje normal que usamos los adultos ¿ cómo esperar que ellos no reproduzcan esos patrones? ¿ cómo perdonarnos la de infancias robadas a niños que solo por serlo tendrían que estar a salvo y al margen d todo lo malo que hacemos los adultos? Ella tiene suerte, al menos te tiene a ti. Un beso muy grande!

    *Tb tienes razón en q tenemos poca información y no siempre podemos elegir o pudiendo no sabemos hacerlo. Tú sin embargo siempre eliges lo correcto en letras ; )

  • kadannek

    Este tipo de relatos me duelen. Sé que posiblemente sonaré cliché, pero los niños deberían ser intocables, en el sentido de resguardar sus corazones y en general, proteger su integridad personal completa, física, mental, emocional y espiritual. Estos sucesos rasgan el alma, te destrozan de a poco, te vuelven adultos dañados que son infelices y que perjudican, de paso, a otros. Estos ciclos viciosos deben romperse.
    Deberían existir más momentos de magia, de conexión con las estrellas, de un silencio apacible y sanador, así sea con alguien que te salve un rato para sacar fotografías lejos de la cotidianidad.

  • Beauséant

    Gracias, María, esa parte de la infancia es cuando nos convertimos en esponjas, lo asimilamos todo y todo queda ahí, esperando para salir. Claro, no todos los comportamientos se pueden explicar por una infancia desgraciada, o al menos no lo creo, no soy un experto… Y, como dices, no siempre sabemos como acertar… Muchas gracias por pasarte y por tus palabras.

    Me ha gustado esa imagen, Mucha, la ciudad de tu mente, gracias 🙂

    Las estrellas, Toro Salvaje, siempre deberían hacerlo, ¿verdad?

    En eso, Maria Perlada, exageré un poco 😉 mi cámara sufre un poco en esas tesituras, aunque no tanto como el fotógrafo, eso seguro.

    Cuando lo escribí, kadannek, también me sonaba a cliché, tienes razón, pero no lo hace menos cierto el que lo sea. La clave es lo que dices, adultos dañados, adultos que no han podido terminar de desarrollarse por completo y rara vez tienen arreglo. El personaje que acompaña a la niña intenta cumplir esa parte, reparar el daño, a veces sólo hacen falta unas palabras, un pequeño episodio de bondad que queda grabado para siempre en la cabeza de ese niño. Me gustaría, como dice Virgi, que todos hubiesen podido tener alguien así en esos momentos.

    Gracias, María del Rosario, me alegra haber sabido encontrar las palabras, nunca quedan como me gustaría pero, ya sabes, tenemos que intentarlo, ¿verdad?

  • Jo

    La vida podria ser una caja magica llena de posibilidades y todas relucientes quizá mas que brillantes para poder escoger una y salvarnos.

  • Umma1

    Quizás le impresioné al personaje la seriedad que los niños ponen en sus juegos, porque ellos ensayan la vida jugando.
    Es triste que los chicos sean testigos de las miserias de los adultos, que al finde cuentas, no son otra cosa que niños crecidos, reproduciendo los dolores antiguos. Una cadena generacional que no termina.
    También es cierto que hay chicos que nos llegan particularmente. Algo nos dirán de nosotros mismos.
    Ese cielo es de Africa?
    Excelente historia.

  • Beauséant

    Quizás lo sea, Jo, y el problema sea que siempre elegimos fatal nuestras opciones, ¿no?

    Me gusta esa frase, Umma1, la de ensañar la vida jugando, porque en el fondo eso es lo que hacen, ¿no?, aprenden patrones, interpretan símbolos y componen una vida con ellos.. No es de extrañar que al final nos parezcamos tanto a nuestro entorno…
    No, no es África, es España, aunque para muchos es casi lo mismo 🙂 Nunca he estado allí, en África, es uno de esos sitios que no sé si quería o no querría estar.. por un lado sí, claro, pero por otro…

  • Carmen Troncoso Baeza

    Querido Beauseant, me ha encantado tu relato, me acorde de la magia que a veces los mayores espontáneamente crean y el resto lo hace la imaginación de los niños, la violencia no debería estar presente en su mundo pero si no es posible evitarla, por lo menos aminorarla o distraerlos hacia cosas mágicas como la que tu has mostrado con tu cámara.

  • Beauséant

    Nunca debería estar presente la violencia, cierto, pero a ciertas edades es aún peor porque deja un rastro imposible de quitar. Esa violencia soterrada, la que creemos que nunca llega a los niños “porque no se enteran de nada” queda ahí, en un poso del subconsciente y siempre, siempre acaba saliendo… Muchas gracias, por cierto.

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