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Marilyn

Marilyn se ha suicidado; sujeta el teléfono ente sus manos y sus ojos miran mudos hacía el techo, quizás en busca de una señal superviviente entre las manchas de pintura. Todo en su figura parece rígido y estático como el movimiento congelado que proyectan los cuadros de los museos. Un perfecto Rembrandt en el que la oscuridad del fondo es acuchillada por los destellos deformados de la lámpara sobre la mesilla, dejándonos vislumbrar a medias el cuerpo tirado en la cama. Una macabra escena de la caverna donde sólo si vencemos el miedo primigenio y nos acercamos al tálamo podemos ver la muerte tomando posesión del cuerpo. Borrando lentamente el color mientras el cuerpo se abandona a lo inevitable y los músculos se rinden, por fin, dejándonos a la vista unos diminutos incisivos con una mueca burlona para recordarnos que nada hay de noble en el negocio de morir. Hay algo de macabro y absurdo, un poso de tristeza flotando en la escena, pero no puedo evitar que este lienzo me siga pareciendo hermoso a su manera rota y vencida.

Al otro lado el Negro permanece firme con la elegancia de un bloque de hormigón. Menea su enorme cabezota y se pasa la mano por una mejilla que siempre parece a medio afeitar. Se encuentra fuera de lugar y todo en su cuerpo lucha por estar lejos de aquí. El Negro es de esas personas que han nacido para pasar por la vida como una bala de cañón.

Nos miramos incómodos cada uno en su orilla de la cama, y tras un rato a jugar a sostenernos la mirada veo como se encoje de hombros recogiendo en ese simple gesto la inevitabilidad de todo aquello. Como si el ser llamados para velar el cadáver de una prostituta fuese algo normal en el orden inmutable del Universo.

Al final deja su posición de feo ángel guardián junto al cabecero y le veo moverse con cuidado por el diminuto apartamento. Abriendo y cerrando cajones, husmeando entre los papeles de la mesa. Ten cuidado, Negro, le digo, andas dejando tus huellas por todas partes. Pero no me hace caso y se limita a abrir los brazos proclamando su inocencia. Tiene la fe ciega en la justicia de quien siempre ha sido condenado con toda razón en todas y cada una de las veces que le ha tocado ponerse ante un juez.

Cuando le veo recoger el bolso intento detenerle porque no es elegante robar el bolso a una mujer muerta, y menos aún si has compartido el lecho con ella. Pero antes de decir nada me entrega una tarjeta de identificación a nombre de Marisol Remedios. Le miro y el me espera con una ceja levantada. No jodas, Negro. ¿De verdad pensabas que se llamaba Marilyn? El sonríe y vuelve a encogerse de hombros. Quizás no se lo hubiese preguntado nunca.

Marisol Remedios, oriunda de un pueblo de Plasencia pequeño y miserable. La enfermedad del viajero creciendo en tus entrañas, esa absurda seguridad de que más allá de los límites del pueblo existe un paraíso, el kibutz soñado. Un novio alto y guapo en la capital que te promete el cielo, y te pone en la calle cuando se cansa de ti. Esa pequeña mentira de la felicidad brillando en lo alto como un faro inalcanzable, hasta que bajas los brazos y dejas de soñar, simplemente sobrevives entre días que se despiertan idénticos. Una historia tan poco original que harían falta los nombres de mil protagonistas para escribirla. Tantas como personas que cada año son tragados por esta ciudad para no volver a ser vistas jamás.

Empiezo a comprender porque estamos aquí, en su funeral, en el último y definitivo paso. Ese que ella no se atrevía a dar en solitario por más que la vida nos haya enseñado de manera tozuda que lo estamos, inevitablemente solos. Ella necesitaba la presencia de sus dos últimos amantes para velar su cuerpo, para despedirnos o incluso, pienso de manera absurda, para avisarnos sobre el devenir de nuestras vidas. El cuerpo de la cama como señal de aviso. El espíritu de las Navidades futuras que te pilla con los pantalones bajados dispuesto a celebrar en solitario la llegada del nuevo año. Una botella en medio del océano avisando a navegantes y aventureros del futuro que les espera.

Me giro y veo al Negro mirando extrañado mi figura inmóvil. Quizás deberíamos largarnos de aquí, digo volviendo de mi letargo. Ir a una cabina, llamar y dejar que la policía lo invada todo. Me mira sin decir nada y dudo si me habrá escuchado, pero le veo mover su fea cabeza llena de cicatrices y golpes. No, dice finalmente, nunca en mi puta vida he hecho nada noble ni valiente, y no pienso empezar ahora, pero si ella. Aquí señala hacia la cama. Quería que estuviésemos aquí, aquí nos quedamos hasta que venga quien tenga que venir. Para reafirmar su discurso se deja caer en el sofá que suelta un S.O.S en forma de nubes de polvo mientras cruje al límite de su resistencia. Noto que ha hablado en plural, pero no es una amenaza, es el acta fundacional de una sociedad que acabamos de fundar esta misma noche.  Decido imitarle y me encojo de hombros sintiendo al hacerlo como la noche y el cansancio golpean mi cuerpo vacío. Me hago un hueco a su lado en el sofá y entre los pliegues de la chaqueta busco el teléfono móvil, marco los tres dígitos de emergencias y se lo paso:

Habla tú, Negro, que ya te conocen y tienes más confianza.

6 Comments

  • Ybris

    La muerte la dejó Marisol desde su Marylin.
    Es lo inevitable de la muerte.
    Tanto como que sólo queden dos fieles a lo que era y no a como se llamaba.
    Ya da lo mismo que hubiera sido prostituta o princesa.
    Queda nada más la lealtad de los leales.

    Es bello, artista.
    Un placer leerlo despacio y en silencio.

    Un gran abrazo.

  • Billy

    “…hasta que bajas los brazos y dejas de soñar, simplemente sobrevives entre días que se despiertan idénticos”. Me quedo con esto.
    Y es por eso que no vive mas el que muere mas viejo, sino el que mas momentos atesora. Empeñándonos, algunos, en que cada día sea único e irrepetible y no una sucesión monocorde de vacíos y rutinas.

    Gran texto, como siempre.

    Salud!!

    Por cierto, aunque el texto no tenga demasiado que ver me acordé de esto: http://www.youtube.com/watch?v=3a6H7FUfuA8

    Nunca se llaman Marylin.

  • Beauséant

    vaya, gracias por los comentarios.. llevaba tiempo sin pasar por aquí y no pude contestar con calma.. sé que al hacer textos largos es complicado leerlos, pero es que este tenía que salir así.. 🙂

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