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héroes

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Todos los viernes los tipos duros del barrio aparecían en el descampado del centro comercial y hacían trompos polvorientos tirando del freno de mano. Cuando se quedaban sin gasolina aparcaban sus monturas y abrían puertas y maleteros para llenar con el ruido de sus altavoces aquel conglomerado de casas de ladrillo, ropas colgadas y eterno olor a verduras cocidas en el que vivíamos.

Los veía al salir del entrenamiento. Con el balón aún debajo del brazo me quedaba observando con los ojos muy abiertos en espera de una invitación que nunca llegaba.

También había chicas, siempre pululando alrededor de los coches y de los tipos, de miradas asustadas y desgarbadas empezaban a conocer sus cuerpos y el poder que podían engendrar. Sé que me hago trampas al solitario, que ni las doncellas ni las monturas eran tan atractivas como se empeña en susurrarme mi memoria, pero no dejaba de soñar con el momento en que formaría parte de todo aquello.

Creo que fue entonces cuando empecé a escribir. La escritura como una barricada contra la desmemoria que nos llega y lo barre todo. Escribía, me masturbaba como poseído, robaba algunas cervezas de los bares y jugaba al fútbol. El balón era el pasaporte para salir de aquel barrio y, si tal escapada no era posible, al menos para regatear ese eterno bostezo que era la infancia en aquellas calles.

Ellos tenían sus coches y su velocidad, nosotros el balón. Todo formaba parte de una misma realidad que nos oprimía.

El futuro que nos esperaba no se parecía en nada al que nos habían vendido y se empezaba a apoderar de nosotros una frustración que latía bajo cada uno de nuestros actos. Veíamos a nuestros padres, veíamos a nuestros hermanos, caminábamos por el barrio y empezábamos a comprender que nunca seríamos las estrellas de televisión que imitábamos a diario. No seríamos héroes ni villanos. Seríamos nuestros padres, seríamos nuestros hermanos. No seríamos nada y nada quedaría tras nuestro paso.

Necesitábamos un plan de huida pero las puertas se iban cerrando a toda velocidad. Vivíamos atrapados en una ciega oscuridad, y en esa oscuridad había cosas que se movían y esas cosas a veces te atrapaban. Muchos de aquellos tipos del descampado no pasaron de los treinta años, cayeron tan rápido que parecían las víctimas de una maldición.

El mejor de nuestro equipo era el lateral izquierdo. Un chaval muy delgado y serio como un cuadro del Greco que siempre jugaba con los dientes apretados. No os creerías las cosas que le he visto hacer con un balón. Hasta que no le veías bajarlo de los cielos y empezar una jugada no comprendías lo torpe y lento que eras a su lado.

Ahora trabaja en una sucursal de un banco a pocas calles del barrio. Lleva trajes muy elegantes, tiene una casa muy bonita y sus jefes no paran de recordarle lo lejos que llegará. Cuando los de arriba te dicen lo lejos que llegarás siempre lo hacen con las líneas marcadas: podrás llegar lejos, pero nunca llegarás hasta donde están ellos. Nunca vivirás en sus enormes casas a las afueras, ni conducirás sus coches ni, por supuesto, conocerás a esas mujeres de diseño que llevan colgadas del brazo a todas partes.

Cuando alguien del barrio llega lejos lo hace hasta donde le permite su abono transporte.

Los jueves le dejan salir pronto y casi siempre nos vemos un rato, cambiamos el mundo y volvemos a nuestras vidas sintiéndonos un poco menos culpables. Esta mañana, en la sucursal, salieron a recibirme los héroes de nuestra selección de fútbol en fotografías a tamaño natural. El banco empezaba una campaña nueva y habían encargado un ejército de monigotes que tenían un balón de reglamento en las manos.

Son de esas cosas que haces sin pensar: tome el balón entre mis manos y cuando mi amigo tenía los brazos abiertos pare recibirme, le lancé el balón rozando el techo. Puso cara de pánico al principio, pero algún viejo resorte saltó en su cabeza porque saco el pecho y acuno el balón para bajarlo con suavidad sobre su rodilla izquierda, tres, cuatro toques y luego a la derecha. Dejó caer el balón en el talón, lo dejo ahí quieto unos segundos, lo cambio de pie, otros cuatro toques y me lo devolvió justo a las manos.

En la sucursal se hizo un silencio atronador. Todos miraban con sorpresa y alguno hizo el amago de aplaudir pensando que estaban atrapados en medio de algún anuncio con cámara oculta.

Mi amigo, al comprender lo que había pasado, se tiño de rojo, bajo la cabeza y volvió corriendo a su sitio intentando borrar de nuestra retinas ese instante de pura magia.

No hay nada que hacer. El barrio se le ha metido dentro.

12 Comments

  • kadannek

    Me transportado este nostálgico escrito. Tiene esa amargura de años pasados y de recuerdos confusos, pero esa leve esperanza o esencia mágica de la juventud que se clava hondamente en tu pecho. No deberíamos avergonzarnos de los que fuimos, de lo que nos gustó. Ese instante de reconexión con el balón fue genial, ese amigo debió sentir orgullo en vez de verguenza. Pero a veces ciertos contextos consumen lo que eras y dejas apagar cierta parte libre de ti. El otro punto es que uno puede llegar hasta donde tus propias limitaciones te permitan y no las que otros nos ponen. Si un jefe te dice que llegarás lejos es halagador, claro, pero no es decidor. E camino es individual, sólo cada quien lo forja.
    Pienso que muchos queremos o quisimos alguna vez ser parte de algo, pero llega un punto en que te das cuenta que lo principal es encajar dentro de ti mismo, llevarte bien contigo. Ese es al primer y más grande mudo al que debes pertenecer. En segundo lugar tú eres quien puede formar un sitio y dejar que otros se amolden a ti. Uno no siempre debe ir en busca del otro, a veces es cosa de mantenerse receptivos a otras criaturas que se sientan como nosotros. No sé si me explico.

    Buen texto, interesante y reflexivo.

  • virgi

    ¡Uy, qué bueno!
    La pena no es que se le haya metido el barrio, sino que hay pocas cosas que sea capaz de dejar salir de si mismo.
    Besos besos

  • Toro Salvaje

    Devastador final.
    La vida se comió a tu amigo.
    Cambió la magia del balón por un futuro mediocre.
    Así nos vamos vendiendo todos.
    Renunciamos a los sueños y a la ilusión y los vendemos por un puto plato de lentejas (ahora, ni eso…)

    Vamos mal eh…

    El relato es fantástico.

    Saludos.

  • Maman Bohème

    No sé Beauséant, ¿cual es la mejor realidad? Todos deseamos ser mejores, pertenecer algún sitio…
    Y volvemos a lo de siempre, a lo que nos empuja la sociedad establecida.
    Todos debemos haber triunfado en algo, nos vanagloriamos de que estamos mejor que tal o cual de nuestra “época” , donde hemos llegado, qué tenemos, donde vivimos, qué hemos conseguido…
    ¿Tiene tanta importancia? Todo el mundo hace lo que puede. Todos hemos tenido sueños, algunos conseguirán todo aquello que desearon. Algunos se esforzaron más a otros no les importó. Otros tuvieron suerte, otros ninguna. A otros les da completamente igual.
    Pero es verdad, que las personas siempre anhelamos. Vivimos a base de mitades en todo. Degustamos la vida con el sabor amargo de esperar o añorar.
    Creo que vivimos la vida deseando vivir historias de libros o de películas. Deseando siempre una realidad que jamás existirá. La de los sueños.
    No sé como explicarlo, pero siempre he creído que la gran mayoría de las personas “desean” la vida de otra persona y ni si quiera sospechan que esa persona quizás desea la vida de uno.
    Quizás tu amigo prefiere estar donde está y ni si quiera piensa que pudo ser algo distinto a lo que es…¿no?
    Un beso

  • Beauseant

    Cuando lo terminé, kadannek, ví esa amargura de la que hablas. Las personas como yo estamos condenadas a mirar por el retrovisor de forma constante, a comparar el presente con un pasado idealizado que quizás nunca ocurrió.

    Y sí, te has explicado o creo entenderte, las peleas que uno puede librar son las que tiene con uno mismo, ¿no? Debemos mirar dentro de nosotros y actuar en consecuencia, no esperar que el mundo exterior cambie o se adapte a lo que no somos. Si logras eso ni las críticas te hunden del todo ni los halagos te harán perder el rumbo, pero estamos tan necesitados de aprobación….

    Gracias Virgi, los barrios pesan mucho, te condicionan lo que eres y acabas actuando en función de lo que se espera de ti… Para alguien que sólo tiene una tirada en la vida, Toro Salvaje, es muy complicado jugársela buscando la puntuación más alta. Tienes una oportunidad de decidir lo que quieres hacer y una vez tomada no tienes vuelta atrás, al menos para los que nacieron en el barrio. Otros no, otros no estudiaron, se formaron, probaron cosas y cuando estuvieron listos tomaron una decisión, pero ellos no vivían en el barrio, claro.

    Todos tenemos futuro, Jo, otra cosa es que nos guste o que nos coma sin piedad 🙂

    Estoy de acuerdo en lo que dices Maman Bohème, si esa persona es feliz en su trabajo, si cree formar parte de algo, nadie debería hacer ningún reproche, ¿verdad? No hacemos más que compararnos y lo peor, como dices, es que nos comparamos con vidas que no son reales. Cada vez que abro el facebook o el instagram de conocidos me siento desolado porque esas personas que exponen con tanta alegría no son ellos, son el reflejo, la imagen de la vida que quieren dar.. Mi amigo eligió, bien o mal, no soy yo quien para decirle nada.

  • isaac

    Realmente me encantó este escrito, lleno de evocación y de magia, como tu mismo lo has advertido… y si hay magia en todas partes, no sé si sea solo la del barrio, pero hay mucha magia…(menos mal)

    Luz y Magia

    Isaac

  • Beauseant

    en el barrio, isaac, solían convivir las dos magias, la buena, la que te hacía recuperar la fe en la humanidad y la chunga, la que de hacer las maletas y salir corriendo 😉 eran otros tiempos, supongo.

  • Athenea

    Como las líneas que a su paso deja la pelota cuando besa el polvo, como el sonido que impregna la esencia de lo que espera un “mejor momento” , como lo que caduca y no se echa de menos , como lo que se acicala esperando ser + ser , además, perfecto.
    Siempre las estelas se vuelven silencios, como magia que espera que nunca se apaguen los destellos.

    Tu texto es, esencia y en esencia la realidad de quien en silencio contempla la estela de lo esperado que acaba siendo perseida sobre un lienzo

  • MUCHA

    No entiendo lo que comentás
    Tampoco lo que escribís muchas veces
    o soy estúpida o el que escribe se la da de genio
    jajajajjaaaa me haces sonreir

  • Athenea

    Nada que ver con mi intención, te lo aseguro. Cada uno tiene sus formas y soy consciente de que no siempre son entendidas y mucho menos compartidas.

    Pido disculoas, si en algo he podido molestar,… Al autor del blog.

    Gracias

  • Beauséant

    🙂 Athenea, creo que Mucha a contestado a tu comentario en vez de abrir un comentario nuevo… Es decir, Mucha se debía referir a un comentario mío en otro lado y, por error, ha contestado en el tuyo… Los comentarios de los autores llevan el nombre de Beauséant o Bst, depende del día.

    En realidad Mucha, el comentario que te había dejado era una broma un poco tonta, olvídala y no me hagas mucho caso 😉

    Gracias, Athenea, por el comentario.. Creo que muchas veces queremos esos momentos perfectos, los esperemos con tanto ahínco que nos olvidamos de todo lo que pasa hasta que llegan esos momentos. Momentos que, muchas veces, no acaban de llegar… me gusta escribir esas historias porque me sirven de proceso de aprendizaje…

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