leer,  mirar

hecho en Italia

Imagino a los diseñadores de coches italianos como niños subidos con sus lápices de colores a unos taburetes enormes y dispuestos a dibujar los coches que desearían conducir cuando sean mayores. Y lo harán como los niños que son, con total inocencia y ajenos por completo a cosas tan mundanas como son los estudios de mercado o los presupuestos.

En algún momento, digamos con mil o dos mil unidades ya producidas, alguien les dirá que el alerón trasero que debería elevarse al pasar de los cincuenta kilómetros por hora se queda completamente levantado, o que esa magnifica idea de sacar la antena de la radio al encenderla parece hacer un corto con la luz de marcha atrás, o…

Esos mismos niños que te mirarán con las bocas manchadas del chocolate que se acaban de tomar y te dirán: esas cosas no son importantes, ¿no has visto lo bonito que nos ha quedado?

La principal diferencia entre el niño que no fui y el adulto que nunca quise ser es esa: el niño se habría comprado un Alfa Romeo sin hacerse más preguntas mientras que el adulto aún estaría analizando comparativas y contando estrellas de seguridad, consumos… todas esas cosas que tan poca cosa dicen de un coche.

Los pocos recuerdos de la adolescencia que aún conservo tuvieron como protagonista a un Alfa Romeo. Un bóxer de 16v y 150 cv lleno de botoncitos que nunca supe para qué servían porque la mayoría habían dejado de funcionar. Era, sobra decirlo, la posesión más preciada de mi mejor amigo en aquellos días y el sumidero por el que desaparecían sus precarios ahorros.

Mi amigo era unos años mayor que yo y nunca descubrí el motivo de nuestra amistad. Supongo que ambos nos enamoramos del mismo coche y nunca fuimos buenos encontrando nuestro sitio en un mundo que siempre se nos hizo demasiado lejano en las cosas buenas y demasiado vulgar en las cercanas. Era un mundo en el que todo lo que merecía la pena parecía encontrarse en otro tiempo y otro lugar al que nunca llegaríamos.

Él había llegado a entender a aquel trasto renqueante a la perfección. Sabía, por ejemplo, que al entrar en ciertas curvas, si movías muy fuerte el volante la dirección intentaba sacarte de la trayectoria, o que la segunda marcha nunca entraba bien del todo. Conocía incluso lo mal que le sentaba el calor sofocante de los eternos días de verano, o las noches demasiado frías llenas de una niebla densa y pegajosa que subía desde el río.

Se conocían tan bien que nada más arrancarlo me reclamaba silencio y nos quedábamos escuchando en medio de un silencio ceremonial. A veces colocaba las manos sobre el salpicadero y apoyaba la cabeza encima del volante esperando a que el motor empezase a sonar como él quería: el ronquido agazapado de un motor bóxer.

Esa imposición de manos, quién lo diría, no siempre funcionaba. Era imposible saber el momento: en una cuesta, en medio de un adelantamiento… el salpicadero encendía todas las luces lanzando señales de auxilio y un persistente sonido de alarma intentaba llamar de forma desesperada nuestra atención hacia alguna parte desconocida.

En el taller del barrio, el mecánico que llevaba toda una vida con la cabeza dentro de los seats y los renaults de nuestros padres nos decía que no entendía nada, que todo parecía estar bien en ese montón de chatarra al que señalaba con inquina, herido quizás en lo más profundo de su profesionalidad. Después se frotaba las manos sobre un trapo casi tan sucio como sus dedos, cerraba el capo con un golpe demasiado seco y se encogía de hombros.

Qué queréis, añadía después, es un Alfa.

Reconozco que me encantaba esa frase porque, de repente, aquel amasijo de acero, caucho y ruido se convertía en un ser vivo. Alguien que no es de fiar, que nunca aparece cuando lo necesitas y que no dudaría en acostarse con tu novia en el día de tu cumpleaños pero que, a pesar de todo, forma parte indisolube de los mejores momentos de tu vida. De los únicos momentos, aunque entonces no lo sabías, que merecieron de verdad la pena.

Eso es algo que el niño que nunca fui habría entendido a la perfección.

20 Comments

  • Carmen

    A mí los Alfa Romeo siempre me gustaron por encima de opciones más “sensatas”,pero nunca tuve uno.
    Me ha encantado lo de la imposición de manos,muy bueno.

    Besos.

  • Alma

    Puedo sólo que sonreír al leerte… lo hacía y pensaba que nunca he crecido en ese aspecto; de chica sólo me fijaba si el coche era “bonito” y hoy por hoy me cuesta muchísimo claudicar ante la comodidad o la seguridad… o hasta las necesidades de la familia. Pero tampoco me puedo quejar, porque aunque no sean nuevos y ya tengan su andar, cada uno de nosotros tenemos el coche que nos gusta y nos hace falta… (y dos de ellos son justo, justo los que se ven en tu imagen, un Alfa y un -moderno- Fiat500…)

    En fin… un bacio di tarda serata italiana.

  • Anonymous

    No sé qué me pasa con los coches pero no me interesan nada, ni siquiera sé distinguir los modelos o las marcas. Será porque conduzco muy poco y bastante mal.

    Pero el relato me ha gustado mucho, en especial la descripción del mecánico limpiándose los dedos negros en un trapo más negro todavía y los diseñadores italianos niños con sus lapiceros y su chocolate.

  • Toro Salvaje

    Igual que a Paloma los coches tampoco me interesaron demasiado.
    Fui mucho tiempo con moto hasta que intuí que no cumpliría muchos años más si seguía con ella…
    Después llegaron los coches pero nunca me apasionaron como la moto.

    Pero claro… si es un Alfa… me callo.

  • Beauséant

    Es una pena lo de la “opción más sensata”, Carmen, deberíamos ser capaces de perder la cabeza más a menudo pero, claro, es mucho dinero y muchos problemas… La imposición de manos funcionaba, te lo prometo, pero no siempre, claro 😉

    Me he gustado mucho tu historia, Alma, me encantaría, si me lees, que compartieses alguna foto de esas dos “machinas”
    … ya ves, yo hoy por no hoy ni tan siquiera tengo coche, no lo necesito y, bueno, pues eso.. un problema menos, pero…

    Un abrazo

    Un problema menos, Paloma, como decía ahí arriba 😉 A me gustan, me gustan mucho, en especial los que aparecen en la foto del texto. Los italianos siempre han tenido mala fama, a veces un poco injusta, pero otras totalmente merecida por esa costumbre de apagar el cerebro sin motivo… Cómo se nota que te pagamos por cada comentario, ¿eh?

    Lo de las motos, Toro Salvaje, me parecen una fuente de disgustos graves, como dices. No conozco a nadie con moto que, tarde o temprano, no haya acabado en el suelo, con mayor o menos gravedad.

  • Ángeles

    Me gusta la distición que haces al principio entre el arte y el sentido práctico de la vida, entre la creación y el negocio.
    Y me gusta mucho la historia de amor entre tu amigo y su coche, de la que tú eras testigo, como el amigo que va con una pareja y que está en secreto enamorado también de la chica.
    Y también me gusta la frase mágica del mecánico, con la que el coche, a tus ojos, cobraba vida y se explicaba su comportamiento.
    Un texto muy bello con un cierre perfecto.

  • virgi

    Qué gustazo leerte, escribes tan bien y plasmas perfectamente lo que quieres decir.Vengo poco, pero no te olvido. Y las fotos, me encantan, son como de revista, qué ganas de hacer esas cosas.
    Un abrazo goooooordo.

  • Toro Salvaje

    Un responsable de tráfico de esta ciudad dijo hace poco: “conductores de moto hay de dos tipos: los que han tenido accidentes y los que los tendrán”.

    Yo tuve varios y tuve mucha suerte, muchísima… hasta que vi que un día se acabaría la suerte.

  • MUCHA

    Me gustan los autos tanto como me gustan los hombres..
    Los clásicos de lineas definidas
    grandes fuertes …
    Aunque tengo un Honda dos puertas del 2018,
    Hago lease por lo tanto
    siempre es nuevo.
    Lo mismo con los hombres
    Hago lease y si no funciona
    Lo devuelvo…..
    abrazos intensos jajajajajajjja

  • Beauséant

    Hasta no hace mucho, Ángeles, era un poco inocente con los fabricantes de coches, sabía, claro, que están ahí para hacer dinero por encima de todo, pero pensaba, bueno, quería creer, que también les gustaba ese mundo, el fabricar cosas bonitas arriesgando e intentando entregar algo más cercano al arte. Ya no es así, claro, cada vez son más parecidos y cada vez más delicados… quizás me he vuelto cínico, con las cosas materiales y con las historias de amor.. supongo que ciertas historias ocurren cuando tienen que ocurrir y entonces significan algo…
    Me apetecía contar la historia, pero no encontraba las fotos y tampoco sabía como construirla sin ser del todo falsa… Así que muchas gracias por haberte dado cuenta, es un gustazo.

    Muchas gracias, Virgi, para decir esas cosas puedes pasarte cuanto quieras 😉 Ya veo que sigues viajera con la cámara al hombro. Tu estilo de fotos es otro, más de reportaje. Lo importante es seguir probando cosas y disparando, a veces ocurre el milagro y salen cosas bonitas 😉 Un abrazo y muchas gracias.

    Todos esos chistes crueles sobre los motoristas como donantes de órganos perfectos (suelen ser jóvenes y sin enfermedades graves) tienen ese trasfondo del que hablas, Toro Salvaje. Ni tan siquiera tengo claro de quién es la culpa porque he visto de todo, pero esta claro quién lleva las de perder en caso de un golpe. Las motos quedan bien en las fotos y en los circuitos, en la vida real es complicado. Aunque supongo que también depende de la ciudad, en Barcelona me ha parecido que la convivencia es un poco mejor que en Madrid…

    Los honda, Mucha, tienen fama de ser resistentes, quizás no sean los más bonitos… es fácil hacer la comparación con los hombres, ¿verdad? Tienes el que no es muy bonito, pero es práctico y nunca te falla, el temperamental que no sabes si intentará sacarte de una curva, el que es bonito pero no sirve para mucho… Salen comparaciones muy graciosas, sí 🙂

  • .+**+.Kadannek.+**+.

    Las fotos son geniales, transportan no sólo a otro sitio evidentemente, sino a otro tiempo y eso es magia.

    Sé de muchas personas que tienen tesoros poco funcionales, pero significativos, como la mayoría de todo tesoro, incluso, como algunos amigos. Así que vivir esos momentos tiene su toque único, recuerdos que han de sentirse un poco raros a momentos, pero que hacen sonreír en silencio.

  • Anonymous

    Soy fatal para dist guir modelos de coches aunque cometo el fatal tino de creer que la marca encierra sólo a uno…
    Con tanta diversidad creo que los autos vienen a ser lo que a nosotras la lenceria o los zapatos
    Perdona que vanalize este post que a decir verdad como coche bonito quedó de lujo 🙂

  • Jo

    Le di click y como coche de carreras se fue el comentario anonimo… ves? Soy mala mala mala tratandose de coches marcas y velocidades jaja

  • Beauséant

    Esas cosas nunca son racionales, .+**+.KADANNEK.+**+., y me gusta que sea así… me ha gustado tu forma de expresarlo, esa sonrisa en silencio.

    Así es Jo, si a todos nos gustasen las mismas cosas sería muy aburrido. Tiene un poco de mito, un poco de fetichismo y otro montón de cosas que no se pueden explicar. Aún así, y sé que puede parecer raro, sí creo que existen coches que son obras de arte, son ediciones limitadas, se han hecho a mano y tienen un propósito que no es algo práctico y funcional.

  • Carmen

    Este verano en Alemania vi pasar un coche pequeñito,como de los 60,rojo.Me gustó mucho,tan chiquitín y con esa elegancia retro.
    No soy nada caprichosa de coches,pero ese me encantó.Era de película.
    A saber lo que valdría…

  • Beauséant

    Como me decían en las clases, las cosas valen lo que uno este dispuesto a pagar por ellas 🙂

    Me he vuelto práctico con el tiempo y creo que no tendría uno, pero siempre que me encuentro algún coche de esos intento hablar con sus dueños….

  • Alfred Comerma Prat

    No he tenido nunca un Alfa, sí que han sido objeto de sueños imposibles de cumplir y sí no, se ha impuesto la lógica de saber que tienen un criterio propio que no se ajusta a los que la gente sesuda y práctica espera de un coche, que no deja de ser un elemento de transporte supuestamente fiable y en absoluto presto a discusiones al respecto.
    Pero siempre me los que do mirando.

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