leer,  mirar

gente que espera

Las ciudades se han llenado de gente que espera. No hacen nada más, esperan su oportunidad, aguardan pacientes miles de cosas que no sabrían explicar y que nunca terminan de llegar… La sonrisa fugaz que sea la justificación de todo, el abrazo que salva un año horrible…

La mayoría nunca salen de esa espera. Acumulan barricadas hechas con latas de cerveza barata y ven pasar calendarios hasta acabar mimetizados con el gris del asfalto. Estan ahí, arrastrando sus vidas entre soportales y bocas de metro atrapados en esa larga espera mientras caminan, sólo caminan como autómatas sin voluntad. Nunca dejan de esperar el instante mágico, la luz cegadora que iluminará todo con un nuevo sentido.

Es fácil perder la esperanza.

Fingimos no verlos cuando pasan a nuestro lado y nos tienden una mano mugrienta y temblorosa. Todos parecen enfermos y enajenados, tienen el mal de la piedra en los huesos de tanto dormir en los bancos y los portales. Se les ha pegado la palidez del mármol en la piel, la rigidez del granito en las articulaciones y apenas hablan porque han comprendido que nada tienen que decir.

Apresuramos el paso cuando nos cruzamos con ellos y dejamos de pensarlos en cuanto quedan atrás. Por eso corremos, por eso todo el mundo en las ciudades va tan deprisa. Todos parecemos saber donde nos dirigimos aunque en el fondo no sabemos nada, confundimos la acción con la huida. Nos aterra quedarnos quietos, en silencio por un instante y a solas con esa voz que hemos dejado de escuchar pero no ha dejado de resonar con el murmullo de la caracola que encontramos en la playa de nuestra infancia.

Nos aterra levantar la cabeza un mal día y detenernos un instante a pensar. Así es como empieza todo, quedándote quieto en medio de la corriente de gente que te devora mientras sigues con los ojos una luz entre las nubes, rozando con los dedos una idea, un pensamiento apenas concebido que te invita, casi te suplica, a abandonar la carrera, la pelea, la gran mentira sobre la que construimos nuestras vidas.

Mira, esta es tu vida, ¿comprendes lo inútil de esta carrera?, ¿donde quedaron tus sueños?, ¿tus esperanzas?, ahogados, ¿verdad?, perdidos en medio de esta lucha que no deja sitio para nada más. Ven conmigo, nos dirá esa luz, ven a ese lugar sin dudas ni miedos ni iras. Vuelve conmigo a ese lugar que perdimos siendo niños.

Nos aterra quedarnos quietos y escucharnos porque, sospechamos, después de eso el movimiento será imposible. No podremos volver a nuestras rutinas, a las prisas y los días con sus pequeñas mentiras y grandes miserias. Si nos quedamos quietos, la gente empezará a pasar a nuestro lado sin míranos y un día, un día seremos nosotros los invisibles.

12 Comments

  • Nuria Ruesta Zapata

    Hola, cómo estás? Feliz de pasar por aquí para devolverte la visita y agradecer tu gentil comentario en mi blog.
    Un post que nos llama a la reflexión. Dudas que hoy más nunca nos embargan.

    … Extrañaremos al viejo que pedía un sol en el mercado, que no supimos su nombre y siempre estuvo a tu lado.

    Y quizás el pobre viejo era tu Dios disfrazado y nunca preguntaste el nombre
    porque siempre… Estabas apurado

    Un fuerte abrazo.
    Cuídate.
    Saludos desde Perú.
    🌷😘🇵🇪

  • Alma

    Es verdad que muchos temen quedarse en silencio, quietos, solos… miedo a escucharse, a no lograr recomenzar, a sentirse solo. Y no comprenden que todo ello es totalmente independiente de quienes te rodeen físicamente. Puedes quedar en silencio en medio al bullicio de los otros; puedes estar solo aún rodeado de gente…

    Como siempre, tus letras son un principio de reflexión más profunda.

    Un beso.

  • Toro Salvaje

    Si pudiera volver a donde fui niño y evolucionar en otro mundo o dimensión… lo haría…
    Este no me gusta nada.
    No sólo por lo de ahora… no me gusta el sistema de vida y de destrucción que hemos alcanzado.
    Millones de locos suspirando por viajar una semana contaminando y destrozándolo todo… esa la gran meta de la mayoría de la gente.
    Esa y falsear la realidad.
    A ver si el virus lo ha enviado algún tribunal galáctico…

    Saludos.

  • Mento

    Tú ya sabes cual es mi opción cuando me cansé de estar dando vuelta entre la multitud. Solo espero no liarme la manta a la cabeza mientras mis hijos son tan pequeños. Porque lo cierto es que me he cansado ya de vivir en este mundo, donde lo que termina por sumar son los actos de la gran mayoría y pocos, muy pocos (que no nadie) los que acontecen sin que sumen.
    El segundo día de confinamiento que salí a la calle a comprar, me pasé por correos a mirar mi apartado ( ya sabes por lo que lo tengo).El caso es que hay un mendigo que en el porche del edificio donde está situada la oficina, se ha montado su rinconcito. Con cartones, un colchón, un par de maletas y un carrito del súper. Siempre me detengo a mirarlo cuando voy a lo de apartado de correos. A veces está tumbado durmiendo. Otras ajeno al exterior. Alguna vez me ha mirado también y me ha saludado, le he devuelto el saludo y le he mirado un poco más. El día al que me refiero al salir de la Oficina me paré de nuevo a mirarlo. Pensando que aquel sucio y reducido rincón a la interperie era su casa. Y estaba pensando en ello y en que muchos estábamos confinados en condiciones mentales similares a aquella estampa cuando me dice: “Señora, me haría usted un favor. Quería pedirle a ver si es tan amable de prestarme su teléfono para hacer una llamada”. Me sorprendió para bien. Porque si realmente hay un mal en ser invisible es cuando esa invisibilidad es impuesta por uno mismo. Por mi voluntariado sé mucho de esto. Y justo por eso trato de no atropellar, a veces es mejor mirar y dejar que el otro de el paso. Las miradas tiene ese poder de traspasar muros. Pero hay que ser valientes para llevar los actos hasta el fin con todas las consecuencias. Le marqué el número y le di mi móvil. Y me quedé allí un poco apartada intentando no ser una intrusa, pero siendo la gran beneficiaría del instante, todo sea dicho. Porque son esos acontecimientos, lo que escuché, lo que luego te hace no tener miedo cuando la corriente te trata de arrastrar con las masas.
    Puede que la mayoría nunca salgan de la espera, sí que es verdad. Pero hay una minoría que si lo hace y también merece ser contada, para que cambien las estadísticas.
    Perdona por ser tan extensa, pero te lo quería contar. 😉😘

  • Beauséant

    Me ha pasado alguna vez, **NURIA RUESTA ZAPATA**, el cruzarme con gente y, tiempo después, darme cuenta de que me habría gustado saber algo más de su vida, la historia que había tras una mirada o algún gesto que no entendí en aquel momento. Las prisas nos condicionan demasiado, tanto correr y nunca llegamos a parte alguna.

    Gracias, **ALMA**, muchas veces eso que llamamos compañía no es más que ruido. Algo parecido a subir el volumen de la televisión para no tener que escucharte. Cuando te quedas en soledad, por cambios de ciudad, rupturas o lo que sea, es cuando te toca enfrentarte a lo que de verdad eres y, bueno, no siempre es algo agradable, aunque si se hace con algo de cariño suele ser buena idea.

    Pero eso es una pequeña trampa, **TORO SALVAJE**, lo que quieres es volver a empezar con toda la información que tienes ahora, ¿verdad? Sabiendo tus errores, los pasos en falso y las cosas que deberías haer dicho pero no te atreviste a decir.. Pero eso no se puede, me temo, si vuelves a empezar lo haces sin información y, algo me dice, que volveríamos a los mismos errores de entonces.

    Muchos de tus comentarios, **MENTO**, dan para una historia ellos solos 🙂 Para mi, la clave, es esa que apuntas, nos dejamos llevar por la mayoría sin preguntar sí realmente eso es o que queremos, lo que nos parece correcto o deseable. Simplemente seguimos la corriente sin preguntarnos nada.. es como cuando llevas ovejas, que si logras conducir a las dos que van delante te aseguras que el resto irá detrás sin hacerse preguntas (creo que por eso siempre me gustaron más las cabras)
    Parte de crecer y de madurar significa realmente plantearse esas cosas, sin reproches, que si al final te apetece hacer lo que hace la mayoría, pues estupendo, pero que sea un acto reflexionado, no una huida a ciegas.
    Me encanta que te extiendas, de momento no me cobran por cada letra guardada 😉

  • Paloma

    “Confundimos la acción con la huida”, es verdad. Corremos para no tener que pensar y mirarnos por dentro.
    Ahora nos han detenido a todos a la fuerza. Algunos creen que este parón nos servirá para reflexionar y vivir luego de otra manera.
    Soy bastante mal pensada y no lo creo. Volveremos a correr buscando no se sabe qué. Bueno, no es mi caso. A mí me gusta ir mirando la luz entre las nubes y todo en general, también a los llamados “invisibles”.

    Muy bonita la historia que ha contado Mento 🙂

  • ge minúscula

    En la huida también se arrastra la espera, lo único que cambia es la velocidad.
    Creo que nos gustaría saber si, al quedarnos quietos, nos alcanzaría por fin esa chispa tan esperada. En ese caso, echaríamos el freno, quizá.
    Somos eternos insatisfechos, aguantamos mejor corriendo y huyendo… al alcance de nada.

  • Ángeles

    Este texto tuyo me ha traído a la memoria un episodio de Los Simpson, en el que a Homer se le estropea la tele. Mientras la están arreglando él se va poniendo cada vez más nervioso y les pide que hagan lo que sea, pero deprisa, porque “estoy empezando a pensar”.
    Supongo que es más cómodo ser Homer que Lisa, pero también mucho menos gratificante. Lo peor es no poder o no saber elegir quién queremos ser.

    Un saludo.

  • Jo

    Muy bien, desde aqui en la espera nada mas teniendo de testigos a mis dos pequeñas gatas mirando la ventana y retozando bajo el sol con sus ojos grandes preguntandose que diablos hago yo aqui solo esperando invadiendo su espacio… no quisiera volver a la normalidad sin haber concientizado algunas cosas que en lo cotidiano olvidamos de hacer por las prisas, por egoistas, por poco empáticos, desconsiderados y deshumanizados.

  • 18 susurros

    Qué infinita realidad acabas de plasmar en este texto. Es maravilloso, desde el inicio hasta el final.. me has hecho pensar mucho, voy a releerlo por tercera vez, aunque no prometo que sea la última!

    Y ahora entiendo un poquito mejor por qué en esta situación en la que nos encontramos estamos empezando a enloquecer un poquito todos ahora que estamos obligados a permanecer quietos, quizás lo que escuchamos en nuestro propio silencio no son palabras tan dulces como esperábamos.. y eso a quién no le agita.

    Texto sublime! También eché un ojo a la trastienda.. qué maravilla dar con ella en plena pandemia!

    Un beso enorme y gracias por compartir y hacernos pensar, aunque a veces escueza 🙂

  • Beauséant

    Muchas gracias, **ÁNGELES**, por la primera a los simpson que recuerdo en este sitio 🙂 La verdad es que no tengo claro si es mejor ser como Homer o como Lisa, al menos en las primeras temporadas Homer parecía mucho más feliz… Algo lógico, me temo, el no pensar ayuda a dormir mejor por las noches.

    Lo he dicho antes, ***JO** y, me temo, sigo pensando lo mismo. Dudo que la mayoría aprendamos nada de todo esto, se nos olvidará en cuanto nos abran la puerta de la jaula. Nuestras mentes son prisioneras del aquí y el ahora.

    Muchas gracias, **18 SUSURROS**, por el comentario y por pasarte por al trastienda, es mi sitio favorito y me gustaría que estuviese más visitado 😉 Y tienes razón, algunos se han quedado quietos ahora por obligación y han descubierto aterrados que no se reconocen, que no entienden nada y, empiezan a sospechar, todo lo que les han contado es mentira.

  • Alfred

    Por circunstancias de la vida, no estamos de momento en su tesitura.
    Cuando los ves por las noches, deambulando con sus cosas a cuestas, buscando un rincón donde meterse, te entra de todo sabiendo que no los acogerás y que te refugias en que no es cosa nuestra.
    Pero te sientes un canalla aprovechado.

Leave a Reply to Nuria Ruesta Zapata

Your email address will not be published. Required fields are marked *