leer,  mirar

el perdón

El día que vi aquellos tres buitres sobrevolando el panteón familiar supe que todo lo que me habían contado era cierto. Las viejas profecías desgranadas al calor del fuego, los silencios que llenaron mi vida, las miradas cruzadas que nunca había llegado a entender… todo en mi vida parecía el preludio que desembocaba en ese preciso instante. No podemos escapar de lo que somos, era la frase favorita de mi madre que ahora vuelve puntual a mi memoria.

El destino se había sellado con un portazo ante mis narices y ya no quedaba nada entre los rescoldos de mi antigua vida. Me despedí de mi padre, escupí sobre la lápida de mi madre y me pregunté, jurándome que sería la última vez, en qué lugar de aquellas montañas estarían enterrados mis hermanos.

En la casa familiar me recibió el pesado silencio y el olor de las cosas en lenta descomposición. Ya no era un hogar, apenas quedaba una carcasa vacía en la que aguardaban mi ira, mis miedos y todas las dudas. Ni tan siquiera los vetustos libros que llenaron de respuestas mis años de juventud parecían capaces de darme alguna respuesta, estaban mudos, acobardados y firmes en las estanterías. Allí ya no quedaba nada para mi, ningún consuelo, ninguna explicación.

El párroco no quiso recibirme cuando aparecí ante su puerta con la maleta sujeta entre las piernas. Sus ojos me recibieron llenos de pánico, aterrados ante mi sola presencia en un lugar sagrado y sólo al verlo así, una silueta recortada contra las luces del interior, me di cuenta de lo pequeño que en realidad era aquel hombre que había guiado mi conciencia y espíritu a lo largo de los años. Siempre dejamos las cosas que de verdad importan en las peores manos, ojala lo hubiese comprendido antes.

Me detuvo con un gesto y apoyó su hombro sobre la pesada puerta tachonada de la iglesia sin darme el más mínimo margen para poder entrar. No esta en mi mano concederte el perdón que tanto ansías me dijo empujando unos centímetros la puerta en mi dirección. Ve con Dios añadió como despedida terminado de cerrar la puerta con un portazo que me devolvió al frío de la calle.

Una risa ciega y demente, una risa que no reconocía, brotó de mi entrañas ante aquella invitación a irme con Dios. Aquella risa recorrió la calle empedrada, cubrió la noche y encontró su eco en el aullido de los lobos que allí arriba, en las montañas, reclamaban mi presencia.

17 Comments

  • Toro Salvaje

    El relato sobrecoge, pero más aún el imaginar que pasará cuando llegue con los lobos y decida qué hacer…
    Hasta Dios debería temblar.
    El párroco haría bien en huir.

    Saludos.

  • Alma

    Quién sabe si él en verdad habría ido a buscar algún tipo de perdón… A veces uno sólo busca respuestas, no justificaciones, ni mucho menos excusas… uno sólo desea entender.

    Un beso.

  • Myriam Goldenberg

    ¡Qué fuerte! ¡Sobrecogedor texto!

    Tanto otorgar como pedir perdón son necesarios para la sanación del alma. Un sacerdote incapaz de darlo, juzga desde un lugar que no le corresponde.

    Besos, B.

  • Anonymous

    ¡Ah! Con textos así da gusto volver de mi ausencia; Me encanta que la ironía me sacuda. El tiempo ha desmantelado esas hipocresías que tejen un ilusorio halo de superioridad, cuando desde la inocencia dejamos en manos de otros, nuestra vida y nuestro destino. Cuánto mal causan los hombres queriendo decirles a otros cómo han de vivir. Cuánto mal hace la familia ocultando verdades y llenándonos de silencios vacíos que quedan cavilando en nuestro interior. Cuánto mal nos hace seguir figuras a las que les permitimos dirigir nuestro camino como si fuesen un falso dios… El perdón más genuino sólo podemos dárnoslo nosotros mismos.

    Excelente texto, un placer leerte otra vez. Gracias por no estar con temas navideños antes de tiempo jajaja.

  • Mento

    Cuando la vida golpea duro, a menudo olvidamos bajo el peso de nuestra coraza que el perdón comienza precisamente por no tener el cuenta el mal que nos provocan, aunque nos hayan reventado. El perdón más efectivo es aquel que somos capaces de sacar de las injusticias sufridas. Pero cuesta que te cagas dar el primer paso cuando todos tus instintos te dicen que el otro, merece mil veces más, sufrir lo que que nos ha provocado.
    Saludos😉

  • Beauséant

    El párroco ha pasado toda su vida creyendo en algo, TORO SALVAJE, que ahora ya no le parece ni tan firme ni tan seguro… a todos nos llega ese momento en la vida.

    No lo tengo claro, ALMA, creo que las personas muchas veces pedimos explicaciones pero en realidad sólo queremos que nos den la razón. Que nos prometan algo que queremos escuchar aunque sepamos que es una mentira, no importa mientras sea una mentira que podamos creer.

    Es un buen punto de vista, MYRIAM GOLDENBERG, ni tan siquiera lo tuve en cuenta en el texto porque toda mi vida he visto a los sacerdotes opinando y sancionando cosas de las que no tenían conocimientos. De verdad se creen los mensajeros de Dios, ellos que muchas veces viven escondidos del mundo real.

    Una larga ausencia, KADANNEK, me alegra que haya terminado. Es cierto eso que dices, sobre todo la parte final, pero es muy complicado construirse sin fisuras y hacerlo desde cero. Siempre, creo, acabamos buscando la aprobación, el aplauso externo. Nos moldeamos con trocitos de lo que vemos, de los falsos ídolos, de los cercanos que deberían ayudarnos y no siempre lo hacen. Al final no somos algo completo, somos un monstruo de Frankenstein lleno de retales (y algunos con muy mal olor 😉 )

    Tienes una facilidad, MENTO, para simplificar con gran lucidez cosas que para mi son como piedras en los bolsillos 🙂 Es una pena, pero es cierto, primero buscamos la venganza y luego intentamos aprender algo de lo que hemos sufrido. Y es curioso, pero a veces, los que más han sido golpeados son los que parecen más dispuestos a otorgar el perdón. Esta mañana he escuchado las palabras de uno de los tres de Baltimore, tras pasar una vida en la cárcel de manera injusta, y me ha sorprendido la serenidad y la tranquilidad que trasmitía.

  • Paloma

    Una cosa es perdonarse a uno mismo y ahí sí que creo que no existen los intermediarios y otra es perdonar a los que nos han hecho daño. En ese segundo caso no sé si siempre se perdona de verdad ni si es posible hacerlo. Por nuestro propio bien y paz interior deberíamos pero antes hay que cabrearse un rato o más de uno.

    La foto es impresionante.

  • Ángeles

    Quizá a veces hace falta algo así, un portazo, un duro rechazo, para que nos demos cuenta de cuál es nuestro camino verdadero, y dejemos de aferrarnos al que hasta entonces hemos creído que era, y que seguramente nos habían impuesto otros.

    Me ha parecido que las palabras que están en negrita son como buitres que sobrevuelan el texto. Un texto que hace pensar, como de costumbre. Y la foto me encanta.

  • Manuela Fernández

    Tu texto me llena de dudas. Qué había hecho el protagonista para pedir perdón? porqué tanta muerte? acaso eran muertes provocados por un asesino? él , el padre? Un relato misterioso y dramático donde los haya.
    SAludos.

  • Beauséant

    Eso es cierto, Jo, a veces queremos encontrar explicaciones y absoluciones en lugares y situaciones que no tienen ni una cosa ni la otra…

    Gracias, Paloma, ahora mismo me estoy leyendo un libro sobre un periodista que sobrevivió a los ataques en la editorial de charlie hebdo y habla mucho sobre eso, sobre el perdón. La sensación que da es que ese perdón que él otorga es más un mecanismo de defensa contra algo que ya no tiene remedio, las heridas físicas que sufrió y los compañeros que ya no volverán…

    Me gusta jugar con esas palabras, Ángeles, a veces las pongo en negrita, otras en colores, es una forma de resaltar la cadencia del texto o, como en este caso ponerle nombre a los buitres, me alegra que lo hayas visto 😉 Y sí, muchas veces nos dan un golpe que duele porque no lo entendemos y con el tiempo comprendemos lo bien que nos vino.. pero cuesta mucho darse cuenta de eso.

    Al principio, Manuela Fernández, intenté completar los huecos y responder todas las preguntas, quedo un texto horrible que no era capaz de domar.. fui podando las palabras y entonces me dí cuentas que en realidad no hace falta toda la historia, ¿no?

  • Anonymous

    Profecías,silencios,miradas.
    Ira,miedos,dudas…
    Las 3+3 palabras en negrita están muy conectadas.
    Y los tres pájaros.
    Vaya fotón.

    Nunca anhelé el perdón de un párraco,menos mal…

    Buena semana.

  • Carmen Troncoso Baeza

    Querido Beauseant, recordé de pronto que una vez me echaron de una iglesia sin el perdón por supuesto, por tanto, la culpa es mala consejera, hacerse responsable y mejorar es todo a lo que podemos remitirnos, esta muy bueno en todo caso!

  • Anonymous

    El texto lo dice todo, el perdón solo se siente cuando la verdad sale a la vista, aquellos que se fueron sin decir lo que debían decir, ya no están, por lo tanto la no creencia de un Dios verdadero le corresponde a cada uno, un párroco no tiene ese poder del perdón, muy bueno.
    Abrazo

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