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el día de año nuevo

No subas a ese avión, salgamos de esta mole de cristal y hormigón, busquemos ese hotel del centro que tanto te gustaba y pasemos dos semanas follando como locos. Como si no nos conociésemos de nada o hubiesen confirmado el fin del mundo por la megafonía. Sexo entre especies en extinción, sin concesiones ni promesas y sin más palabras de las necesarias.

Si hubiese dicho esas palabras quizás, sólo quizás, pero ese quizás es principio y final, ella nunca hubiese cogido ese avión ni hubiese obtenido ese gran trabajo que le habían prometido en la otra esquina del mundo.

Sin embargo allí, ante la puerta de embarque, nos abrazamos en silencio y antes de soltarme me dices que siempre te acordarás de mi. Que no hay distancia suficiente para borrar las huellas que hemos dibujado juntos.

Hace cinco años de aquella despedida y apenas he sabido nada de ti. Sigo tu rastro en una búsqueda a ciegas a través de redes sociales y aburridos boletines de empresa en los que me dicen que has triunfado. Te veo en la página de la compañía rodeada de gente muy importante, y sé que has dado una conferencia en Berlín por una fotografía de un congreso en el que fuiste ponente. La gente parecía feliz allí, posando sonrientes con alguna bebida en la mano, pero tu no salías en ningún lado. Te imaginé detrás de la cámara, huyendo siempre de salir en alguna imagen como si no quisieses dejar nada que te sobreviviese tras de ti.

He recibido un correo tuyo en el día de año nuevo. Me dices que sales para París, que te has casado y que todo es extraño, que la vida es extraña y no hay plazos ni rutas ni planes porque ella impone sus propias reglas. Se dicen cosas, se crean pactos y se rompen promesas en un continuo ir y venir que no es más que mera supervivencia. Creíamos que estábamos vivos y apenas estábamos atrapados en un largo insomnio.

Al final del correo encontré tu foto favorita, la habías tomado el último verano que estuvimos juntos y la reconocí al instante; era una foto robada a un grupo de personas que miraban hacia un mar que parecía no tener principios ni finales. Te llamaron la atención porque allí, sentados al sol como un grupo de lagartos perezosos, te recordaron a un cuadro de Hopper que habías visto en un libro.

A veces te sentías así, me dijiste antes de guardar la cámara en la mochila, atrapada dentro de un cuadro de Hopper. Después seguimos en silencio mirando el azul infinito del mar y tarde años en comprender lo que intentabas decirme aquel día.

Te echaré de menos, te despides en el correo, a mi y a ese sol que parecía haberse puesto para nosotros en aquellos días llenos de azul, de salitre y de silencios compartidos. Ahora todo es extraño, repites, y yo asiento en la oscuridad de mi habitación en un gesto mudo dirigido a un puñado de sombras que dibujan historias en los rincones.

Miro el teclado y me asusto al ver las teclas convertidas en un puñado de criaturas feroces que gruñen y arañan las yemas de los dedos haciendo imposible la respuesta.

En la postdata me copias un párrafo de uno de esos libros que siempre viajaban contigo: Da igual lo mucho que lo intentemos, nunca seremos todas esas cosas que se supone deberíamos ser: el buen padre, la madre comprensiva, el amigo fiel o al amante experimentado. Nos pasamos toda una vida viviendo las vidas de otros, creyendo que estamos vivos cuando sólo estamos atrapados en un largo insomnio.

el día de año nuevo

4 Comments

  • virgi

    Mira, artista, paseando hoy por tu alambre me ha entrado una enorme tristeza.
    Será que anoche me despedí de alguien a quien quiero mucho.
    Así que no te digo nada más, sólo que escribes del diez.
    Y te abrazo, eso sí.

  • Juliette.

    Buenas tardes, Beauséant.

    Esto sí que es una metáfora de un año nuevo. Y qué sé yo, se me ocurren tantas cosas por la cabeza como pelos en punta se me han puesto al leerte.

    Al igual que virgi, te mando un abrazo. Como ese cielo azul, que te abrace pero ahora de manera distinta.

  • Lucía

    Me ha gustado mucho. Especialmente la referencia a Hopper. Pero, esta mujer, ¿por qué tuvo que mandar el correo? Qué malo es remover lo que parecía ya olvidado…

    Besos

  • Carmen Troncoso

    Las metaforas que has empleado amigo Beauseant me han conmovido hay mucho de nosotros en lo que escribes, me ha puesto melancolica, esta muy bueno el texto en todo caso

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