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aves que no saben volar

Llevaba el traje de un hombre muerto para acudir a una ceremonia a la que no había sido invitado.

No importa lo lejos que hayas llegado en la vida ni la velocidad a la que lo hayas hecho, cuando vuelves al lugar donde creciste vuelves a ser ese niño perdido en el mundo lleno de reglas de los adultos. Te dicen que debes arreglarte, que eres un desastre, que toda tu vida es el perfecto reflejo de ese desastre, que tus ropas no son las adecuadas… te dicen todo eso y ni tan siquiera rechistas: acabas vestido con el traje de un hombre muerto.

Era de mi talla, pero no me conocía ni le caía bien y hacia todo lo posible por recordármelo. Imposible moverse allí dentro, cada costura se clavaba a las ingles y las axilas, la única postura que aceptaba era ir rígido como un autómata. En cuanto intentaba relajarme me recordaba que aquel no era mi traje, que aquella no era mi gente y que ese no era mi traje.

Ni tan siquiera nos vimos el día que me fui. Eso era en lo único que podía pensar mientras ponía una mano en la puerta de la iglesia.

Las cosas rara vez salen como las planeamos, esa es una de las lecciones que nos enseña la vida.

Mi madre decía que las personas tienen hijos para eso, para poder hacer algo útil con las cosas que aprendieron demasiado tarde. Para mi madre, el deber de los progenitores es inmolarse y así lograr ser adelantados por sus vástagos. Supongo que esa es una de las muchas cosas que ya nunca sabré.

Ninguna cabeza se volvió al entrar en la iglesia. No quise avanzar hacia la zona luminosa de las vidrieras y me quede allí, entre las sombras de la entrada donde el sermón del cura era apenas un eructo submarino.

Allí estaba cómodo, ese era mi lugar.

Desde esas sombras os miro y os juzgo, os reconozco a casi todos, es imposible no hacerlo a pesar de los años porque tenéis la misma mirada de entonces. Los ojos de las aves que no saben volar y pasan los días soñando con la vida al otro lado de la verja.

No habéis podido escapar de lo que sois. No esperaba otra cosa, cierto, quizás esa escapada es algo que nunca se encuentra en nuestras manos. Lo que me entristece es comprobar el poco esfuerzo que habéis puesto en intentarlo. Algunos hasta parecéis felices y vuestra felicidad me resulta aterradora.

El hombre que veo en la segunda fila, un tipo maduro y serio con el perfil lleno de canas, un hombre respetable desde el impoluto peinado hasta sus brillantes zapatos, violó y casi estranguló a una compañera de clase dos años más joven. Ella era tonta y él demasiado guapo como para tener motivos para fijarse en una chica tan anodina. Tienes que entender nuestro silencio, pobre niña, nunca te hubiesen creído por más que tu prematuro suicidio parecía una pista, un grito imposible de no escuchar. Todos te olvidamos, él el primero, ya ves lo poco que valen las vidas tristes.

Pasamos toda la vida esquivando la bala que nos acabará matando, esa es otra de las lecciones de mi madre. Y ese hombre maduro del peinado impecable quizás pronto encuentre la suya a manos de su amante que posa un precioso trasero en la cuarta fila y mira desafiante al hombre y su mujer oficial, un borrón anodino que, apostaría, sale desenfocada en todas las fotografías.

La mirada de la amante es la mirada de un felino midiendo el siguiente salto. No os fiéis, aunque tiene una cara inocente mató a su madre cuando tenía quince años. Nadie pudo demostrarlo, una trágica caída por las escaleras… quizás te pegaban y no aguantaste más, quizás te aburrías, pobre animal sin alas…

El dueño del supermercado estafando con el peso de la báscula, la mujer de la tercera fila que además de llevarse mi virginidad encerró a sus padres en un sucio sótano para poder seguir cobrando la pensión… Siglos de mezquindades, hurtos, asesinatos y miserias. Todos juntos, los pequeños y grandes delitos, hasta convertirse en un miasma insoportable.

Y entre todos ellos estabas tú, brillando ahora en tu representación estelar al pie del altar y a punto de lanzar un sí quiero. La más hermosa criatura nacida en este pueblo ulcerado. Siempre tan llena de luz, tan luminosa como un borrón de blanco rompiendo el negro más absoluto, la sonrisa exacta, el gesto preciso. Tú fuiste la peor de todos nosotros, el veneno más puro que lleva años destilándose en nuestras entrañas. Sólo necesitábamos una sonrisa tuya para olvidarlo todo y perdonarte, para creer cualquier excusa que nos sirvieses jugando coqueta con nuestra estupidez.

Ni tan siquiera ahora seré capaz de detener esta absurda ceremonia. Lo único que haré será lo que hice entonces: escapar, buscar otro sitio donde pueda soñar con poner el contador de todos mi errores a cero.

Nunca entendisteis mi huida, eso lo sé. Estabais tan corruptos, tan hundidos en vuestra miseria que no había forma de haceros entender el motivo.

La razón de mi huida, me preguntasteis con el coche cargado y ya listo para salir de allí. La única razón fuisteis vosotros, pobres animales que no sabéis volar.

14 Comments

  • Myriam

    ¿Hay escapatoria?
    ¿Podemos poner el contador en y “resetearnos”?
    Quizás; mientras tanto, la vida pura y llana.
    Un abrazo, B. Y muy Felices Fiestas.

    Pd. Con respecto a tu comenatario en mi casa.
    Cierto a mi tampoco me gustan esos policias X, pero
    independientemente de ellos, llegaron los policias Y.
    y la del pulpo está al caer, creo yo. Y sino al tiempo.

  • alessandrinimariamaria

    Un tintero vació de espera, la vida la descubrimos después de tantas penas, la vanidad no permite ser enteros en nuestro sentir, al final cuando la cuerda se estira a mas no poder, comienza a salir todo aquello que nos dejo sin saberlo en la desolación, hoy que va llegando el final del año muchas personas siente que todo esta a la vista, y hay que tratar de ver lo mejor para seguir soñando un mundo de paz y amor. Muy bueno tu relato. Feliz Navidad.
    Abrazo

  • Alma

    Alguna vez he leído por allí algo así como que “no hay nada como volver a un lugar que se conoce y nos (re)conoce, para darse cuenta cuánto se ha cambiado…” …y yo estoy convencida que así sea. Por ello, cuando sentimos nostalgia, muchas veces no es “real”… porque nada es como lo que fue… y a veces, eso es una bendición.

    Un beso.

  • Toro Salvaje

    Si pudiéramos ver el alma de los que nos rodean nos echaríamos a temblar.
    Todos somos monstruos en diferentes grados de desarrollo.
    La muerte es el premio que nos merecemos.

    Saludos.

  • Beauséant

    No lo sé, Myriam, pero esa es la esperanza que nos queda, el poder empezar de cero. Que por muchos errores acumulados, por muchas palabras que nunca dijimos, sea posible la salvación.. el empezar de cero. Quizás sea una mentira, pero es una mentira agradable. Un abrazo.

    Mucha gracias, alessandrinimariamaria, tu comentario es mejor que el texto, y más para alguien incapaz de juntar palabras en forma de poema. Y sí, intentemos quedarnos con lo bueno, que lo malo ya llegará solito.

    Como ya habrás visto, Alma, ese es un tema recurrente en este sitio 😉 Siempre he pensado que la memoria nos miente, no por maldad, lo hace para protegernos, para no dejarnos ver nuesros errores sin filtros de ningún tipo. Intento no idealizar mis recuerdos por eso, porque sé que son una mentira.

    En el fondo, Alfred, el protagonista es otra de esas aves. Un día le abrieron la puerta del corral y creyó ser libre, ya ves, pobre.

    Toca pelear, Jo, eso es así, para sentirse vivo, para no darlo todo por perdido… para… Bah, para lo que sea, pero correr y pelear…

    Hoy es uno de esos días, Toro Salvaje, en los que me jode darte la razón, pero sí… Creo que el peor superpoder sería ese, el poder ver el alma de las personas. Sería un buen tema para alguno de tus poemas…

  • Ángeles

    Los monstruos existen, efectivamente, y cada día, por desgracia, tenemos noticia de ellos. Pero, a pesar de todo, este texto lleno de criaturas infelices y malvadas, me ha hecho pensar justo en lo contrario: en la cantidad de personas buenas, sencillas y de fiar que hacen posible, casi siempre sin saberlo, que el mundo sea posible. El infierno es la parte más pequeña del mundo, aunque sea la que más se ve. O la que más miramos.
    En cualquier caso, tu texto es impresionante.

  • Carmen

    No saben volar porque tienen las alas sucias de alquitrán emocional.
    Mejor alejarse lo más posible de esa toxicidad.

    Besos.

  • Carmen

    Querido Beauseant, te deseo lo mejor en estas Fiestas Navideñas y la buena llegada de un Año que se viene con todo! Un abrazito!

    Es un poco triste tu escrito, pero razonable, volar es un premio!

  • Beauséant

    Sería bonito creer eso, Ángeles, y supongo que es verdad, que en medio de toda esa oscuridad brillan pequeños puntitos de luz que nos impiden estar perdidos… el problema es que no tengo claro si esos puntitos son más cada día o si van menguando.

    Muchas de esas aves de las que hablas Carmen, hacen lo posible por contagiarte, por pegarte con ese alquitrán. No siempre es posible la escapada.

    Efectivamente, Carmen Troncoso, el premio es demasiado grande como para no intentarlo…

  • Jo

    Creo que no saber volar debe ser triste… o quizá debe ser terrible acostumbrarse y no volar o intentar cambiar algo

  • Beauséant

    Efectivamente, es triste sobre todo cuando tienes alas y ves que para otras personas es tan sencillo extenderlas, comprobar la dirección del viento y, simplemente volar… Parece fácil y no siempre resulta posible…

  • Carmen Troncoso

    Volvi a releer tu texto y hoy siento mas admiracion si cabe, por el que prefiere caerse y ensuciarse a quedar inmaculado con su preciosa y vacia vida, viva la libertad aunque el precio haya que pagarlo al contado!

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