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Año cero

Los bárbaros orinan sobre la última columna en pie del capitolio dejando a su paso un camino de estatuas mutiladas. Sobre sus torsos decapitados han escrito con sangre ajena palabras obscenas y mensajes de rabia. Entre las hogueras, los restos ondulantes de las grandes obras del pensamiento y la ciencia. Folletos, diagramas y unidades de almacenamiento convertidas en confeti para saludar a una nueva era. Si pudiesen leer aquello que han destruido, si llegasen a entenderlo, no les importaría: son los hijos cabreados y vencidos de un Dios menor.

Las cúpulas de cristal, los anuncios de neón gritando inmarcesibles en los cielos de los centros comerciales. Miles, millones de vidas codificadas en el lenguaje de los reclamos publicitarios. Desea lo que no tienes, anhela lo que se te escapa entre los dedos. Haz caso a la televisión y algún día serás rico, y famoso.

Pero no lo seremos, y al fin lo hemos comprendido. La utopía inalcanzable, la gran mentira.

Es hora de que todo salte por los aires.

Olvida todo lo que has aprendido.

En la otra esquina del mundo, un puñado de turistas enajenados se hacen fotos en medio de un invierno nuclear con una vieja cámara de negativos obtenida en el saqueo de un anticuario. Sonríen con un punto de demencia en la cara, y hacen la señal de la victoria envueltos bajo toneladas de ropa. Al fondo, las ruinas aún humeantes del NYSE.

La óptica Zeiss del francotirador barre la escena y se detiene al localizar a un anciano empujando un carrito de la compra. Cuando logra reconocerlo sus manos se crispan sobre el metal helado, y una sonrisa que hace mucho dejo de ser humana se cincela en su rostro sin afeitar.

Abajo, mucho más abajo, en el centro de la tierra, escondidos en búnkeres de hormigón, tipos de uniforme ladran órdenes a través de los canales de emergencia y sólo reciben como respuesta la estática del vacío infinito. Tardarán aún unos días en comprender que el contador de la raza humana se ha puesto a cero. El fin de la pax romana. La muerte hermosa y brillante de una civilización que no nació para ser eterna.

11 Comments

  • virgi

    Más real, imposible.
    No sólo nos creemos el ombligo del mundo, sino que somos imperecederos.
    Besos

    (yo todavía estoy intentando aprender lo que había olvidado…)

  • Beauseant

    A veces, Duquesa de Katmandu es complicado distinguir los inicios de los finales. Digamos que ni una cosa ni la otra 😉
    Eso, virgi es porque hemos doblegado al mundo hasta límites insospechados, y por eso nos creemos sus dueños. Poco a poco, de vez en cuando, él se encarga de recordarnos que no es así.
    Me alegra que no abandones ese largo proceso de (des)aprendizaje
    Bonita palabra doctorvitamorte. Reinventarse, eso es lo que deberían enseñarnos en las escuelas..
    Los bárbaros Adolfo-Denavegantes llegaron ante un imperio que se tambaleaba, y en vez de intentar entenderlo y hacerlo suyo prefirieron destruirlo porque la belleza de sus edificios y de su arte les hacía parece toscos y estúpidos. Siglos más tarde muchos de ellos vieron las ruinas de todo aquello y pensaron que aquello lo habían levantado los propios dioses.
    Feliz año cero Vanessa !!
    Eso es bueno rodolfo La ignorancia es la felicidad, no lo olvides.

  • Fran

    Buen post, de pronto sirve para reflexionar que cosas de estos tiempos nos llevaríamos si es que de pronto el mundo tal y como lo conocemos se acaba…
    Que música, que literatura, que inventos, que ideas…
    interesante 🙂
    Saludos!
    Fran

  • Beauséant

    Precisamente tristancio eso es lo que se nos da bien, el equivocarnos. Aprender de esas equivocaciones ya es otra cosa 😉

    En eso pensaba al escribirlo, Fran que algo de todo eso debería poder salvarse, ¿no?

    Entre vivir y morir Cosechadel66 sólo hay un plazo de tiempo 🙂

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