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Adoquines

AdoquinesLos borrachos insomnes y las princesas de alas rasgadas intentan sin esperanza encontrar el camino que les lleve de vuelta al hogar. Caminan como invisibles espíritus entre los barrenderos que luchan por arrancar la costra de inmundicia, soledad y asco dejada por otra noche de viernes.

A mi lado él intenta calmar su tos con un cigarrillo. Le prende fuego con calma, y me lo alarga tembloroso, aún sabiendo que no lo aceptaré. Vaya, me dice, tú también eres de esos que creen que vivirán para siempre. Habla un español neutro, sin acentos ni giros, es el tono de alguien que ha estado en muchos sitios, y ha decidido no quedarse en ninguno.

Qué, te dicen algo los adoquines. Yo sigo la dirección marcada por sus ojos, pero no logro verlos, sólo veo el asfalto húmedo, gris y anónimo como una mala tarde de domingo. El sonríe con el pitillo bailando travieso en la boca, están ahí, bajo el asfalto esperando su oportunidad. Fueron ellos, pronuncia esa palabra, ellos, como un escupitajo. Antes la calle no era así, estaba empedrada y la regaban cada mañana. Señala hacia las alturas, todos esos balcones grises y llenos de mierda estaban repletos de flores y, allí abajo, había un panadería; recuerdo estar sentado aquí, en este mismo sitio, y oler el pan recién hecho. Baja la cabeza y vuelve a mirar el suelo, puedo notar como los engranajes de su memoria procesan desesperados un puñado de recuerdos almacenados en sitios olvidados. Lo primero que hicieron cuando tomaron el poder fue asfaltar todo el centro de esta ciudad. Nos tenían miedo, sabían que tarde o temprano volveríamos a levantarnos contra ellos, y no querían darnos munición, por eso taparon los adoquines. Le miro sin comprender, pero no me atrevo a decir una palabra. El niega con la cabeza decepcionado, los adoquines fueron la primera arma que usamos contra ellos. Enterrarlos fue su forma de decirnos que lugar ocupaban nuestras ideas: bajo el gris y uniforme asfalto. En la nueva sociedad que querían crear no había sitio para nada que no fuese gris y uniforme.

Esta semana en mi barrio una legión de obedientes hormigas han comenzado la tarea de construcción y destrucción de cada verano. Arañan cargados de furia las aceras con sus extrañas maquinarias, pegadas a modo de apéndices mitológicos a sus brazos. Cuando bajo a la calle veo hileras de adoquines esperando firmes para ser colocados en sus sitios, mientras un puñado de obreros del color de la tierra les van asignando sus pequeños nichos.

Los adoquines han vuelto a nuestras calles. El poder se ha vuelto débil y desmemoriado, casi tanto como nosotros. Ya no nos tiene miedo ni le importa enseñarnos los adoquines, saben que no sabremos hacer nada con ellos.

Hoy unos de esos obreros me ha mirado extrañado cuando le he pedido uno de ellos. Es para no olvidar algo muy importante, he añadido a modo de pobre explicación. El se ha reído mostrando una hilera de dientes blancos e inocentes, y me ha alargado el adoquín. Vaya una memoria mala que tienes, me ha dicho.

Si, una memoria terrible.

18 Comments

  • Alvaro

    Y un día querrán atrapar las nubes y cerrar el cielo, y enfrascar el aire. Y a mí siempre me quedarán sus miradas, que nunca podrán robarme.

    Saludos.

  • Eloísa

    No tan mala diría yo, pero con adoquines o sin ellos habrá que continuar camino.
    Por si sí o si no, me hago acopio de unos cuantos, quién sabe si en breve me harán falta…

  • la chica triste de la parada de autobús

    A mí calle llegaron hace tiempo: legiones de hombres uniformados con cascos y máquinas atronadoras. Primero cambiaron las aceras. Los adoquines, de los negros de siempre, de los que cuentan historias, aún resisten bajo el polvo, pero mucho me temo que tienen los días contados. Cada mañana cuando los piso pienso que eran lo único que me gustaba de mi calle, y me despido de ellos en silencio.

    Ah, y no os dejéis engañar, los nuevos adoquines que colocan no son auténticos: son rosas y descafeinados, no cuentan historias… son unos traidores.

  • ipathia

    Nunca me sirvieron, no me cabían en el bolso… Y no creo que sea que no nos tengan miedo, sino que somos nosotros quienes lo hemos perdido; peor aún.

  • Beauséant

    Alvaro hijo, creo que eso ya lo han hecho.. Y si, quizás las miradas no te las puedan robar, pero haz caso a Elo, y llenáte los bosillos por lo que pueda ocurrir 🙂 Eso, los adoquines, y un poco de insurrección y de mala leche, efectivamente, para que voy a vomitar

    Tienes razón, chica triste, no me había fijado, son rosas, sosos y sin memoria, los puedes arrojar o ignorar, nunca dicen nada, es terrible, tiene razón para que voy a vomitar, somo como pastillas de horrible caldo. Tendremos que cavar más hondo para encontrar los auténticos, tienes que estar ahí…

    ¿sabes? en el fotograma en mi barrio nunca hubo muchas princesas, sólo mujeres de rostros cansados y sonrisas torcidas, pero a su forma algunas tuvieron la dignidad de auténticas reinas, de esas que sólo existen en las películas que huyen de la realidad…

    No sé, ipathia, yo no he perdido el miedo, quizás es otro miedo, más sutil, menos primitivo, pero es miedo, miedo a un futuro del que todos hablan, pero nadie entiende…

    Maldita, y malita, cierto danieli, maldita por obligarme a recordar, y malita porque es incapaz de darme todos los datos que necesito, para olvidar, o para seguir recordando…

  • AngelCaido

    Los enseñan, por que saben que no nos atreveremos a usarlos, es mejor controlar a todos con hipotecas, terroristas y miedo, mucho miedo, eso lo aderezas con las noticias de cada día y tiene la dictadura del capital.
    Cuando alguien decida cambiar consumo por un adoquín habrá renacido la esperanza para la gente que aún soñamos que una libertad que hace mucho perdimos.

  • Llermo

    ¿De donde venía la lluvia de adoquines?
    Las nubes que la traían eran la alegría de los cuerpos explotados que gritaban : ¡sabotaje!.

  • Beauséant

    En tu barrio, en el fotograma no sé, pero en el mio las princesas visten minifaldas y empañan cristales en coches llenos de ruido.. Y los muchachos, los muchachos componen poses y simulan que todo les va genial.. Me gustaría creer que las cosas cambiarán, Angel Caído, pero cuando les veo, y me veo, no puedo creerlo…

    Gritemos pues, Llermo

  • En el fotograma

    Oh, es que hablaba de princesas imaginadas, la de los cuentos de hoy, en el sentido de falacia, no en el lúdico.
    Y de los muchachos que no saben qué hacer, porque no saben a dónde ir, aunque muchos al menos, saben dónde no ir.

    Y es que la que escribe, se va clarificando…

    Salutes.

  • Personal Training Assistant

    Most of the human race is just not disciplined enough to make most things work. It’s not just with health-related issues either. However, with health it tends to matter more. So how do you overcome the hurdles and the procrastination?

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