historia, memoria,  leer,  mirar

37° 30′ 35.013” / -95° 42′ 46.40”

Te llamas Simón, eres el menor de cuatro hermanos y has nacido en la parte menos amable del mundo. Aunque, no nos engañemos, en aquella época cualquier lugar del mundo era la parte menos amable del mundo. Eres pastor porque tu padre era pastor. Eres pastor porque en toda tu vida no has hecho otra cosa. Sin preguntas, pero también sin respuestas. Cada mañana, cuando el sol traza la silueta de las montañas en el horizonte, sacas al ganado y pasas el día viendo como convierten el pasto en bolitas de mierda. Así siempre, acumulando días un año tras otro. Sin preguntas, pero también sin respuestas.

Los días se te amontonan idénticos como monedas de usurero, indistinguibles unos encima de otros sin dar ninguna explicación. Algún día moriré, concluyes, y lo haré a un puñado de codos del lugar donde me nacieron. Y ese pensamiento, una vez invocado, se convierte en un losa sobre tu cabeza. Se trata de la vieja maldición de esta tierra, la necesidad de encontrarte siempre en otra parte.

Tienes un hermano, Andrés, el único al que aquella tierra miserable aún no se ha llevado, y que un día aparece caminando al lado de un tipo extraño. Tiene aire de trovador cansado y una eterna sonrisa clavada en el rostro. Una sonrisa de esas que anuncia: yo sé algo que tu no sabes. Dice llamarse Jesús, y todos vosotros, humildes campesinos, escucháis con la boca abierta sus historias llenas de sueños extranjeros donde os cuenta de la libertad y su precio, y de la necesidad, casi obligación vital, de trazar vuestro propio camino. Una palabras nunca oídas por ninguno de vosotros y que hacen latir con furia a la vieja maldición.

Además es guapo, tanto que siempre tiene una corte de mujeres alrededor y tu tienes que esperar turno para estar a su lado.

Un día te sorprendes encerrando el ganado y jurando casi sin querer no volver a poner los pies en aquella tierra. Decides dejarlo todo para caminar en compañía de Jesús, tu hermano y un puñado de desheredados que han descubierto lo corta que es la vida y lo grande que resulta el mundo. Viviendo de contar historias en ciudades desconocidas, de la caridad y de trabajos de poco lustre. Avanzando sin rumbo pero felices como nunca.

A lo largo de ese caminar vais escribiendo un trozo de la historia de la humanidad sin apenas saberlo. Una historia tamizada en pequeños retazos, como cuando Jesús te dice en algún punto del camino aquella famosa frase: tú serás la primera piedra sobre la que construiré mi iglesia. Claro que, entonces, nadie se la tomo en serio y entre grandes risas decidieron llamarte Petrus, hecho de piedra.

Jesús siempre hablaba de un futuro extraño que parecía borrar la sonrisa de su rostro. Lo comprendiste el día que te dijo entre susuros ¿sabes?, creo que a todos nosotros nos espera una muerte horrible. Fue entonces cuando comprendiste la verdad en sus ojos. Supiste sin cruzar una sola palabra que a él le hubiese gustado estar en cualquier otra parte, pero fuerzas más grandes de las que siquiera podías soñar le obligaban a seguir dirigiendo su destino a una muerte segura. Quizás ya entonces sabía de vuestra traición, pero aún así sonreía comprensivo mientras le jurabas fidelidad eterna con palabras grandilocuentes. Sólo eso, palabras.

Esa historia, Vuestra Historia, jamás habría sido conocida. Sólo era otra de esas pequeñas luces suicidas como velas prendidas en medio de la tormenta que nacen para ser olvidadas. Pero alguien decidió hacerla grande, inmensa, para colocarla por encima del tiempo y el olvido. Del mito a la leyenda, de la leyenda a la adoración. Y cientos, miles de iglesias para difundir vuestra palabra y que nadie la olvide. Iglesias, monasterios, ermitas..

Como esta pequeña ermita levantada en honor de un pobre pastor como tú por manos quebradas que creían estar al servicio de algo más grande.

No parece gran cosa, lo sé. Veras, es un pueblo pequeño y miserable. Cada mes una familia entierra algún primogénito en una tierra que parece rechazarlos hasta en el momento último de la muerte, y aún así encontraron tiempo y fuerzas para levantarla.

Esa ermita tiene también su historia: de ella salio Martina el día que la convirtieron en mujer; con el vestido lleno de sangre, la cara anegada en lágrimas y las amenazas resonando sordas en su cabeza del único ser al que debía obediencia ciega: el cura del pueblo.

Cuentan que su padre lo supo, y no encontró en su pequeña mente de pastor un lugar para el perdón o la comprensión. Apareció allí, en la ermita al caer la tarde, con una hoz en una mano, una soga en la otra y la fría determinación de quien ha decidido que lo mismo da estar a un lado que al otro. Cuentan que arrancó los testículos al curilla y colgó su cuerpo del campanario para huir después dejando a sus espaldas una cortina de fuego, como una postal sacada del mismo Apocalipsis.

Lo sabemos porque este es un pueblo pequeño y porque todos estábamos presentes cuando leyeron los cargos en la plaza del pueblo. Firmes con nuestros mejores trajes y bajando la cabeza avergonzados. Muy ocupados representando nuestra propia traición; como cuando fingíamos no conocerte de nada mientras la guardia civil guiaba tus pasos de condenado, o mientras hacíamos un vacío de miedo ante la futura viuda y la pequeña Martina.

Te enterraron al otro lado del cementerio, lejos de la tierra sagrada donde nunca podrán descansar tus restos ni los de tu familia. En un lugar donde nadie construirá una iglesia con tu nombre, porque, ¿sabes? hay historias que no nacen con vocación de ser inmortales.

11 Comments

  • Cosechadel66

    La tierra es seca y dura, y hace daño al andar. Y cada paso es duro y triste. Y asi vives. Y a veces saltas. Y durante décimas de segundo, vuelas. Pero al caer te haces más daño que cuando andabas. Y un día decides no saltar más.

    Carpe Diem

  • Lena

    Buenas letras.

    Duras.

    Casi se tocan con los nudillos.

    Las imagenes son espectaculares.

    Me devovieron a miedos de niña.

    Buen blog también!

    Me gustó coincidir en la debilidad por bailes nocturnos sobre la arena…

    Cariños!

  • la chica triste de la parada de autobús

    Ya se sabe, unos nacen con estrella… Yo siempre quise haber nacido en domingo, desde que muy de canija leí un libro donde explicaban que eso da buena suerte, pero desgraciadamente no lo hice.
    Besos y gracias 🙂

  • Ybris

    A veces lo sublime, aquello por lo que uno deja todo, se convierte en piedra, piedra de nombre, piedra de ermita, piedra de escándalo.
    Y a veces lo sublime se hace abyecto en quienes nunca supieron llegar de la piedra al espíritu.
    Martina, su padre y las ruinas lo saben bien.
    Tú debes saberlo sin duda.
    De otro modo nunca lo habrías escrito tan bellamente.

    Un abrazo.

  • Tumulario

    Martina y su madre no lo sabrán nunca, pero cuando los guardias te detuvieron tenías una sonrisa en los labios, sonrisa porque por fin lograrías descansar, sonrisa porque sabías que daba lo mismo lo que hiciesen contigo, que al curilla ya no lo podía salvar ni la madre que lo pario.

    Solo te apenaba que Martina y su madre no lo sabrán nunca, ¿o quizas si?

  • Ele de Lauk

    El cuento tiene un ritmo interno que evoca a los relatos bíblicos , le dá grandeza y solemnidad a las palabras .
    Esa ermita , qué lejos se la vé de tanto fasto , erigida por manos consagradas a un mandato . Ah , si todo fuera tan puro y creíble …

  • Beauseant

    Nunca tuvieron, Cosechadel66 tanto sentido esas dos palabras.. carpe diem..

    Creo que somos muchos los que añoran meter sus pies en la arena en medio de la quietud de la noche.. Es curioso pero ahora que se encuentra medio derruida parece tener más vida que cuando estaba en pie..

    Gracias por??? la chica triste de la parada de autobús Creo que puede ser una buena historia esa de la chica que quería nacer en Domingo.. Tomaremos nota..

    Verdad que es terrible.. Chuck Palahniuk nos dijo una vez que todos nos morimos y eso no importa, lo que importa es hacer algo que dure para siempre.. Y eso es lo terrible, que cada vez quedan menos días para hacerlo…

    Siempre empiezo con un gracias cuando te digo algo, Ybris y ahora no podía ser menos. Y si, es terrible que una idea bonita, un gesto, una construcción para honrar a algo o a alguien, se convierte en una mentira en manos de seres abyectos.

    Esa sonrisa, Tumulario la tienen todos los que nacieron en aquella tierra maldita y ven acabados sus días. Tristes por el fin de sus días, pero alegres porque se han cansado de luchar, de sobrevivir más que de vivir. Nos queda ahora a nosotros, los vivos, hablar de sus vidas y sus historias.

    Siempre me han gustado esos relatos Ele de Lauk lo dicen todo con tal seguridad que no hay un resquicio para la duda. Palabra encima de palabra hasta formar un todo que no queda otro remedio que aceptar.

  • Beauseant

    Vaya, ya veo que no estamos solos en el alambre.. Es bueno saberlo, aquí arriba la soledad es, a veces, terrible…

    pondremos a nuestro departamento jurídico a trabajar sobre el tema 🙂

    Gracias !!!

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