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Es fácil darse cuenta: ella es toda una preciosidad rubia y cuando sonríe parece que la habitación entera se ha llenado de florecitas silvestres y unicornios retozando. Es de esas personas que te hacen sentir feo y desaliñado por no haberte duchado como es debido y no haberte afeitado en lo que va de semana.

Por un momento incluso bajo la guardia y casi olvido que estamos en el trabajo, que ella ha venido hasta nuestro sitio y que su sonrisa zalamera sólo puede significar que nos trae un marrón de tres pares de cojones. Nuestro jefe, que tiene un MBA en pensar con la polla, ha adivinado con gran perspicacia, todo hay que decirlo, que si era ella quien se presentaba en la cueva del minotauro sería más sencillo colarnos el marrón sin que protestemos mucho. Inteligencia emocional lo llaman.

Nuestro jefe ha descubierto lo que es una base de datos y, como buen niño en la mañana de reyes, piensa que es algo mágico. Así que ha decidido que quiere extraer y analizar un montón de datos que, seguramente, nadie se haya molestado en grabar de forma coherente.

Y es que veréis, por esa base de datos han pasado años de ingenieros, becarios y gente con buena voluntad que han ido creando una especie de árbol lleno de datos repetidos y cruzados de forma parecida a como nuestro subconsciente enlaza las ideas y las realidades. De forma que acabas asociando tus primeras masturbaciones con el olor de las magdalenas recién hechas y cada vez que pasas por una pastelería no puedes evitar tener una erección.

Mi compañero resopla y pasa las hojas con las especificaciones que nos ha entregado la belleza rubia. De vez en cuando emite una risa nerviosa, se mesa los cabellos y sigue pasando hojas. Se ha olvidado por completo de mi existencia y, lo que es aún más curioso, de la estupenda hembra que tenemos a escasos centímetros. Cuando le ponen un problema delante el mundo real deja de tener mucho sentido. Él vive en los datos, en Matrix.

Ella pasa nerviosa sus ojos por toda la habitación con un mohín de disgusto al hacer el inventario. El extintor al lado de la entrada, una pila de ordenadores e impresoras viejas y destripadas, la pizarra llena de nombres raros y la versión binaria del juego del ahorcado. Y, con todo el disimulo que puede, me mira de vez en cuando, pero yo estoy entregado a la tarea de sonreír y no decir nada. Es el juego de aguantar la mirada con un sólo participante y ella comienza a asustarse, sobre todo cuando su ojos se posan sobre un desvencijado sofá al fondo de la habitación. Se nota que ha visto suficiente porno en la modalidad “entrevistas de trabajo” para saber como acaban esas cosas.

En realidad el sofá es de un despacho en el que hicieron una remodelación y pensamos que podría ser una buena idea dejarlo en ese lado, pero no hay forma de sacarla de su error sin un montón de incómodas explicaciones. De esas que acaban contigo en recursos humanos asistiendo a un curso sobre acoso laboral. Otra vez.

No es que la gente de IT nos gusten las cosas viejas y rendidas. El problema es que cuando la empresa se muda a un sitio nuevo asigna un montón de dinero para decorar despachos y zonas comunes. Dinero que se empieza a repartir por la cabeza de la pirámide hasta que a la gente de abajo le toca un geranio de madera comprado en el Ikea por todo complemento.

Cuando ya esta todo repartido y los de arriba tienen moquetas y cuadros y los de abajo sus geranios de madera, alguien se acuerda de los servidores que llevan la web, el correo o vete a saber el qué; pero eso no preocupa mucho: son feos, hacen ruido y ensucian todo. Es mejor dejarlos en el peor sitio de la empresa, el rincón más olvidado durante la mudanza, el que nadie quería. Pero esos ordenadores necesitan gente para usarlos, dirá alguien. Oye, pues los dejamos al lado de los ordenadores que seguro que les encanta, suele ser la conclusión habitual.

Y así es como todo los departamentos de IT acabamos en sótanos húmedos o, como en mi último trabajo, en los baños. Me tiré largas horas sentado en la taza de un váter en desuso tecleando comandos contra los servidores. Eran unos baños que habían dejado condenados, pero que nadie se había encargado de remodelar. El rack de servidores lo apilaron contra la ducha y pegaron una mesa al lado de la taza por si alguna vez había que hacer algo que requiriese entrar en la habitación. Era todo tan metafórico que me hubiese gustado poder contárselo a alguien.

Este no es el peor sitio de todos en los que he estado, que conste. Estamos en un sótano, cierto, pero hay unas pequeñas ventanas en lo alto y todo parece limpio aunque las paredes sean de ladrillo y estén atravesadas por tuberías de hierro. El problema es que toda la decoración ha sido realizada por unas personas que miden la idoneidad de un sitio por la cercanía al enchufe más cercano.

Me gustaría explicarle que, además de querer follármela por todos sus orificios, tengo sentimientos. Y eso, el querer follármela de formas harto acrobáticas, no me parece en absoluto incompatible con largos paseos por el parque cogidos de la mano y profundas conversaciones sobre lo especiales que somos.

Ella me sigue mirando mientras se moja los labios y sé que debería decir algo, pero el intentar explicarle todo eso sería en balde: lo primero que aprendes en IT es que no eres como ellos, los tipos con geranios de madera en sus mesas. Puedes usarlo para frustrarte por tu incapacidad para relacionarte o como una poderosa herramienta para sentirte superior a todos ellos. Ninguna de las dos cosas consuela mucho.

Si alguna vez tuviste la idea de que valorasen tu trabajo o que llegases a ganar un buen puñado de dinero por pasarte toda una vida aporreando teclados y leyendo libros horribles para estar siempre actualizado entonces es que te engañaron muy bien, así que en el fondo te lo mereces por idiota.

Todos esos conocimientos técnicos que has ido acumulando a nadie le importan una mierda y sólo logran suspiros de cansancio cuando intentas hablar de ellos. En el fondo sospechan que las cosas podrían seguir funcionando estupendamente si siguiesen haciendo la contabilidad en enormes libros y toda la documentación en papel porque la informática de verdad, esa que valoran, ya se la dan gratis los google y los facebook de turno. El resto sólo son ganas de joderles la existencia.

Y luego tenemos a su novio, he visto montones de fotos de su novio haciendo cantidad de cosas y siempre feliz, el muy cabrón, mientras las hace.
Es un tipo con una bonita sonrisa que ni tan siquiera parece forzada. No lleva gafas y siempre aparece muy bien peinado y con un color de piel envidiable. Seguro que el hijo puta tiene una ventana en su trabajo.

Ella tiene todas esas fotos desperdigadas por toda la mesa como si fuesen cartas del tarot de su destino. El cretino señalando al horizonte, un buen día para los piscis. El memo sosteniendo un gatito, nada de invertir en bolsa. Un tarot que sólo le sirve a ella y que el resto del mundo encontramos insoportable.

No hay nada que llevemos peor que la felicidad ajena. Podemos vivir con nuestra propia estupidez y mediocridad, pero mostradnos una persona feliz y seremos implacables como hurones en celo metidos en una tubería repleta de carne.

5 Comments

  • Anonymous

    Moebius te querría a su lado. Se te comprendería mucho mejor, seguro.
    Y estas historias las pules con brillo de estrellas. Suerte con la rubia y besos besos.

  • Tristancio

    Muchas veces pienso que estamos en un sótano húmedo y sin sol, incluso aquí, en este segundo piso con ventanas que dan a un otoño lento lento lento… que no sabe muy bien a dónde irá a parar. Ni siquiera hay rubias que distraigan el hastío…

    Saludos.-

  • Beauseant

    Gracias, Anonymous, pero me temo que esa rubia se encuentra en esas estrellas de las que hablas.. pero me gustaría, me gustaría mucho, ser comprendido. O quizás no 😉

    Las flores aquí morirían, duquesa de Katmandu mi compañero y yo somos las únicas especies que han logrado sobrevivir aquí, hasta un puñetero cactus se me murió, supongo que de aburrimiento..

    Tristancio, por una vez y sin que sirve de precedente, no estamos de acuerdo. En cualquier rincón del mundo hay rubias, sólo hay que saber buscarlas. Mira bien, en otras secciones, en la cafetería… cualquier excusa es buena para hacer saltar por los aires el tedio…

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